Cuando Era Niño, en una ocasión en que estaba jugando fútbol americano con un grupo de amigos, me empujaron contra un matorral mientras corría por el costado de la cancha. Una varilla puntiaguda me atravesó un ojo causándome una herida cerca de la cuenca del ojo. Durante esta experiencia me decían una y otra vez que era muy afortunado de poder ver todavía.
Sin embargo, a partir de ese momento he conocido una visión más perfecta que se podría describir como la comprensión espiritual de Dios. Esta comprensión me ha ayudado a percibir la presencia y el amor que Dios siente por el hombre. Me ha liberado considerablemente de la creencia de que la salud es algo incierto, poco seguro. Como consecuencia de esto, me ha demostrado que la práctica de la curación espiritual, basada en un sentido claro de que Dios es el Amor todopoderoso e infinito, y que el hombre es la imagen perfecta y espiritual de Dios, es permanente y eficaz.
El poder del Amor infinito era lo que caracterizaba todas las obras de Jesús, y es lo que da a los cristianos de hoy la verdadera capacidad para sanar. Este poder regenera nuestra vida y purifica el pensamiento por medio de la influencia transformadora del Cristo que sana y salva. Con exactitud científica, cuanto más espiritual se vuelva nuestro pensamiento, menos material y limitado será nuestro modo de ver el mundo que nos rodea. Esta purificación nos permite demostrar la realidad perfecta e impecable de Dios. Nos permite obtener curación, la perfección que nos pertenece por ser reflejos de Dios.
En la medida en que seamos fieles al Espíritu divino, obtendremos el dominio que discierne la presencia de Dios y triunfa sobre la discordancia, como lo demuestran las numerosas curaciones que se encuentran en la Biblia, curaciones que tienen relación directa con la adoración de un único Dios todopoderoso. Las Escrituras declaran: “En el vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. Puesto que Dios es totalmente bueno y mantiene al hombre perfecto a Su semejanza, y como no es posible vivir separado de aquello en lo cual “vivimos, y nos movemos”, debiéramos confiar en que se efectuará la curación.
El hombre que Dios creó expresa la percepción infinita de la Mente divina. Es necesario que despertemos a esta realidad y que cultivemos la visión espiritual por medio de la oración y el pensamiento purificado. La visión espiritual, que depende del conocimiento de Dios y no de la materia, ve más allá de la ilusión del pecado y de la enfermedad y percibe la identidad impecable del hombre creado por Dios. Cuando empezamos a captar la verdadera naturaleza de Dios y Su creación, al comprenderlo por medio de nuestro sentido espiritual, las curaciones de Jesús y de sus discípulos se vuelven menos misteriosas, y comenzamos a discernir las leyes espirituales siempre activas para transformar y sanar.
En Ciencia y Salud la Sr. Eddy escribe sobre la clara visión espiritual que distinguía el ministerio de Jesús cuando ella declara; “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476—477.
Hace unos años tuve una experiencia que me ayudó a comprender algo de la naturaleza de la verdadera visión. Estaba visitando a un amigo en la universidad, y nos fuimos de paseo en auto a una zona montañosa cerca de la universidad. Habíamos llevado el almuerzo y nos detuvimos en una pradera desde donde podíamos contemplar el maravilloso panorama del valle que se extendía a nuestros pies. Mientras disfrutábamos del paisaje, mi mirada se extendió hacia otra montaña al otro lado del valle y pensé en la promesa de Jesús: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará”. Mateo 17:20.
Mientras contemplaba esa figura enorme con la declaración de Jesús resonando en mi pensamiento, entendí que la montaña representaba algo más que una masa de rocas, tierra y árboles. Para mí, la declaración de Jesús traspasaba el sentido materialista y limitado de la creación, y pude percibir algo diferente sobre la realidad. Desde entonces comprendí un poco más la verdad de que la creación de Dios es enteramente espiritual, y esta verdad se ha vuelto más tangible para mí y ha ido transformando todo aspecto de mi vida.
También comprendí que la sustancia verdadera de todo lo que es bueno y hermoso está en la Mente divina, y se percibe espiritualmente, no materialmente. El “ver” tan solo este punto de vista me permitió tener una vislumbre de la naturaleza de Dios. Estaba empezando a comprender que la verdadera creación, incluso el hombre, es una revelación que sólo se puede ver con nuestro corazón, nuestro sentido espiritual.
La espiritualización del pensamiento no sólo nos trae una profunda paz interior; también nos sana de dificultades físicas y problemas de orden moral. Por ejemplo, desde que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, el deseo de tomar alcohol y de participar en el juego ha desaparecido por completo ante la presencia del Cristo sanador. También he tenido curaciones rápidas y permanentes de varias lesiones y enfermedades.
El primer capítulo de la Biblia nos presenta el sentido espiritual de la vista, que el hombre refleja como imagen de Dios: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí era bueno en gran manera”. Gén. 1:31. Podemos llegar a ver el universo desde un punto de vista espiritual y percibir el bien que verdaderamente lo gobierna y le es propio. ¿Pero cómo podemos percibir este bien a través de la función finita y limitada del ojo y cerebro materiales? Esto es imposible. No obstante, lo podemos percibir espiritualmente por medio de las capacidades infinitas de la Mente divina, la Mente que verdaderamente todos reflejamos.
