Cada Diez Años, el gobierno de mi país hace un censo para determinar el número de sus habitantes. En cada casa se entrega un formulario con preguntas y, una vez lleno, pasan a recogerlo.
El año pasado, cuando el empleado pasó a recoger el formulario, se sorprendió al leer que en el espacio donde yo debía describir el tipo de actividad que realizo, yo había escrito “curación espiritual”. Entonces me preguntó: “¿Qué hacen ustedes?” Se lo expliqué brevemente y después que se marchó, me quedé pensando largamente en la pregunta que me había hecho. Comencé a darme cuenta de lo difícil que debe resultar para la gente que tal vez nunca estudió la Biblia y tiene un escaso entendimiento acerca de Dios, comprender en qué consiste la curación espiritual, la curación cristiana.
La palabra espiritual para muchos parece abstracta, pero es la que describe con propiedad el modo natural de pensar y de sentir que reconoce la presencia de Dios en nuestra vida, no como una deidad antropomórfica, algunas veces bondadosa y otras cruel, sino como el único Dios que es Amor divino, el Espíritu puro. El término espiritual indica también nuestro verdadero ser de acuerdo con lo que dice la Biblia, cuando describe que el hombre es la imagen y semejanza de Dios y que posee dominio.
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