¡Verano! Jugabamos Descalzos todo el día al aire libre. Teníamos campo abierto, bosques y esteros con caminitos de tierra húmeda suavemente formados por las pisadas de nuestros pequeños pies. El sol se filtraba por entre la copa de los árboles.
Pero hay algo más que recuerdo de estos veranos llenos de libertad y alegría: nuestra guía de campo. Vivíamos en un clima húmedo y caliente conocido por sus serpientes, por lo cual era importante que aprendiéramos a diferenciarlas distinguiendo las inofensivas de las venenosas.
Nuestros padres exigían que cuando fuéramos al bosque siempre lleváramos lo que nosotros llamábamos “nuestro libro de serpientes”. Si nos encontrábamos con una que no conocíamos, a una distancia prudencial consultábamos nuestra guía y buscábamos el dibujo y la descripción de esa serpiente. La mayoría de las serpientes que encontrábamos no eran peligrosas, ni venenosas, pero cuando nos encontrábamos con alguna que lo era, sabíamos que debíamos alejarnos de ella y buscar otro camino, no volviendo a pasar por esa área en todo el día. Durante muchos veranos pudimos jugar en esos bosques sin ningún peligro gracias a nuestra guía de campo.
De la misma manera que de niños aprendimos a estar alerta y ser cuidadosos cuando jugábamos en el bosque, ya de adulto he encontrado que el ser cuidadoso y estar alerta para distinguir entre lo que es dañino y útil en mis pensamientos me ha traído incalculables bendiciones, y he encontrado que la Biblia es la “guía de campo” que me ayuda a diferenciarlos. Al consultar la Biblia he podido diferenciar las formas muy diversas que presentan el bien y el mal. A causa de lo sutil que es el mal, algunas veces hubiera sido difícil descubrir la diferencia si no fuera por el modelo que la Biblia nos ofrece.
En su primera epístola, Juan dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios”. 1 Juan 4:1. ¿Acaso no nos muestra esto la importancia de examinar nuestros pensamientos antes de que se conviertan en acciones? Debemos indagar si un pensamiento se origina en la bondad espiritual — en la paz, integridad, sabiduría, pureza — y nos está guiando a un mayor bien; o si es “venenoso” en alguna forma para apartarnos de él completamente en pensamiento y en acción. Nosotros tenemos la prerrogativa de no aceptar el mal porque nunca puede conducirnos hacia al bien.
En The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, la Sra. Eddy dice: “Vigilad vuestros pensamientos, y ved si os conducen hacia Dios en armonía con Sus verdaderos seguidores”.Miscellany, pág. 213. Debemos vigilar nuestros pensamientos, así como vigilamos nuestras palabras y acciones. ¿Se ha detenido usted alguna vez simplemente a considerar en lo que está pensando? Cuando yo era niño miraba con detenimiento todas las láminas de serpientes para poder identificarlas correctamente cuando las veía. Ahora observo cuidadosamente el color, contenido, textura y tipo de mis pensamientos, y algunas veces ¡me sorprende lo que encuentro!
Mientras más examinamos nuestros pensamientos, mayor cuenta nos damos de que deseamos purificarlos y que queremos hacer un mejor trabajo separando los correctos de los incorrectos. Entonces comenzamos a ver la conexión entre causa y efecto, siendo los pensamientos puros los que nos guían a una vida más productiva y armoniosa. Nuestro natural sentido espiritual nos ayuda a separar los pensamientos buenos de los malos. La Biblia se refiere a este sentido espiritual y nos enseña que el reino celestial de Dios está dentro de nosotros. Nos identifica como la imagen y semejanza de Dios: el hombre que Dios creó totalmente espiritual y bueno.
En el Sermón del Monte, Cristo Jesús nos enseña a vigilar nuestros pensamientos. Véase Mateo, capítulos 5–7. Nos insta a que no nos enojemos con nuestro hermano, que no seamos hipócritas, que amemos a nuestros enemigos, que seamos puros, humildes, rectos y pacíficos. Una y otra vez nos dice que construyamos nuestro “tesoro” con nuestras buenas acciones y recto vivir, y que confiemos en que Dios atenderá a todas nuestras necesidades en proporción al “tesoro” que hayamos logrado acumular pensando y viviendo correctamente.
Una vez cuando estaba mirando mi guía de campo me di cuenta de que había dos serpientes muy parecidas: la coral y la reina. La coral es venenosa, pero la reina es inofensiva. Se requiere estar muy alerta y tener mucho conocimiento para diferenciarlas, pero una vez que lo logramos, es fácil identificarlas. Lo mismo sucedo con nuestros pensamientos. Cuanto más conocemos a Dios, Su naturaleza, Sus caminos y Su voluntad, con mayor claridad podemos distinguir lo recto de lo erróneo, lo puro de lo impuro, lo verdadero de lo falso. Este pensamiento purificado nos permite vivir una vida más satisfactoria y de mayor servicio a los que nos rodean. ¡Este proceso de observar nuestros pensamientos es una aventura digna de vivirse! Consiste realmente en aprender a adorar a Dios, puesto que glorifica el bien y desecha el mal por ser indigno.
Una vez que comenzamos a considerar cada pensamiento a la luz espiritual de la Biblia, comprendemos que es mucho más fácil saber qué camino debemos tomar cada día. Además tomamos mejores decisiones, hacemos un mayor bien, y encontramos que hay menos discordia en nuestros asuntos.
El buscar en la Biblia la guía que necesitamos para distinguir entre el bien y el mal nos produce principalmente la profunda convicción interior del tierno cuidado que tiene Dios por Su creación. Esta convicción nos trae diariamente paz y una gran libertad a nuestra perspectiva, ¡una libertad como la de los niños que corrían descalzos en los días calurosos del verano!
