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Una Verdad Fundamental...

Del número de marzo de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Verdad Fundamental de las enseñanzas y de la curación en la Ciencia Cristiana es que Dios está siempre presente. Por eso, sólo Su manifestación del bien es real. Los hechos espirituales acerca de Dios y del hombre afianzaron y sustentaron a nuestra familia durante los dos años en que nuestra hija luchó contra el alcoholismo. Siempre supe, aun en los días más oscuros de confusión e infelicidad, que íbamos a ser testigos de la curación, y que esta experiencia podría beneficiar a otros cuando la compartiera en forma de testimonio. A decir verdad, la única manera en la que siento que puedo empezar a expresar mi gratitud por esta curación es compartiéndola.

Esta clase de problema es algo que nos sorprendió encontrar en nuestra familia. Creíamos que teníamos una familia estable con dos padres cuidadosos en casa, abuelos afectuosos que vivían cerca, generaciones de Científicos Cristianos en ambos lados de la familia, un buen barrio y buenas escuelas. Para nosotros fue difícil al principio reconocer la gravedad del problema.

Nuestra hija siempre había sido alegre, responsable y cariñosa, así como también una estudiante excelente. Cuando le faltaban dos años para terminar la escuela secundaria, todo en su vida se transformó en un caos. Empezó a beber mucho alcohol, a fumar, a mentir, a faltar a la escuela y a no aprobar sus cursos. Debido a un aumento excesivo de peso, su apariencia física cambió drásticamente. No quería saber nada de su familia, y sus únicas comunicaciones con nosotros eran frecuentes afirmaciones del tipo de “¡Los odio!”.

Un practicista de la Ciencia Cristiana nos apoyó a su padre y a mí con la oración, recordándonos que no nos dejáramos hipnotizar por la creencia de que éste era el verdadero comportamiento de la amada hija de Dios, creada a Su imagen y semejanza. Todas las cosas negativas que estaban ocurriendo en su vida — y en la nuestra — jamás podían tocar o esconder el hecho de que su identidad era perfecta y espiritual.

Nuestra hija ocasionalmente aceptaba hablar con el practicista o, después de algún hecho particularmente desagradable, trataba de cambiar su estilo de vida. Pero éstas eran solamente pausas momentáneas en su conducta que era de costumbre destructiva. Hasta descubrimos, por intermedio de sus amigos, que había considerado y hablado sobre el suicidio.

Si bien había tristeza en nuestra familia debido a este error que había crecido en una forma espantosa, esto era tan desemejante a lo que conocíamos que era la verdad acerca de la hija de Dios, que pudimos ver enseguida lo absurdo que era. Cuanto peores eran las cosas, tanto más fácil era separar claramente en nuestro pensamiento el comportamiento destructivo de los hechos eternos e inmutables acerca del Dios perfecto y el hombre perfecto. Oramos para vencer el desaliento, y para entender cómo amar a nuestra hija de la manera que Dios la ama. Consideramos que “Dios crea al hombre perfecto y eterno a Su propia imagen”. Esta declaración de la Sra. Eddy continúa: “Por lo tanto, el hombre es la imagen, idea o semejanza de la perfección — un ideal que no puede caer de su inherente unidad con el Amor divino, de su inmaculada pureza y de su perfección original” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany).

Después de una escena especialmente desagradable en una función del colegio, suspendieron a nuestra hija por una semana. Había consumido tanto alcohol que entró en coma y permaneció inconsciente por unas dieciséis horas. La exigencia para que se le permitiera regresar a sus clases fue que asistiéramos a terapia familiar y nuestra hija fue evaluada por adicción a las drogas y al alcohol. Nuestra familia jamás olvidará el momento cuando escuchó a la terapista anunciar al final de nuestra sesión que nuestra hija, a la edad de dieciséis años, era alcohólica, sería siempre alcohólica y que se la pasaría toda su vida luchando contra esta adicción. Le dijeron que tenía una enfermedad incurable que requería que asistiera casi a diario a reuniones de grupo designadas para ayudar a personas alcohólicas.

Cuando regresamos a casa, nuestra hija dijo que sabía que con la Ciencia Cristiana tenía algo que podía sanarla. Este resultó ser el punto decisivo para ella. Rehusó la terapia, que se basaba en las presunciones de tener mínimo auto-control y en la imposibilidad de obtener una curación completa. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La Verdad hace una nueva criatura en quien las cosas viejas pasan y 'todas son hechas nuevas'. Las pasiones, el egoísmo, los falsos apetitos, el odio, el temor, toda sensualidad, se someten a la espiritualidad, y la superabundancia del ser está del lado de Dios, el bien”. Esto es exactamente lo que presenciamos que tuvo lugar en Emily. Después de haber decidido apoyarse en la Ciencia Cristiana, comenzó a estudiar las Lecciones Bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana. Escribía ideas que estaba usando en sus oraciones y las compartía con la consejera de la escuela a la que veía diariamente. Cuando conversaba con nosotros, la consejera comentaba acerca de los cambios que se estaban produciendo en nuestra hija. Le asombró la clara comprensión que Emily tenía de su religión, y la manera práctica en que se podía aplicar a sus problemas. Esto ocurrió al final de su penúltimo año en la escuela secundaria.

La curación continuó llevándose a cabo gradualmente, y ya hace cuatro años que se completó. Nuestra hija fue elegida por un comité de profesores y estudiantes para presidir una importante actividad de la escuela durante su último año, que requería mucha responsabilidad y cualidades de líder. Le otorgaron un premio en la escuela al terminar sus estudios secundarios por su obra destacada, y fue seleccionada por sus compañeros de clase como una estudiante con la que se pueden comunicar con mucha facilidad y a quien acudirían en busca de ayuda. Además asistió a varios seminarios de capacitación para aconsejar a sus compañeros y prestó servicios en esta capacidad en su colegio, ayudando a otros.

En su primer año en la universidad, fue elegida por un comité de nuestra comunidad como una de las diez jóvenes que fueron honradas por ser modelo y ejemplo para los jóvenes líderes de la comunidad. Muchos miembros del comité la habían conocido durante los años en que tomaba alcohol y reconocieron el cambio radical que se había operado en ella. Para nuestra familia éste fue el “Amén” que concluyó la curación.

La historia bíblica sobre los tres hombres hebreos en el horno de fuego ardiendo indica que emergieron del fuego sin siquiera “olor de fuego”. Lo mismo ha sucedido en nuestra familia; no han habido efectos secundarios perniciosos, solamente bendiciones maravillosas. Dios puede hacerlo todo. Esos no fueron dos años perdidos y trágicos para nuestra familia. Cada uno de nosotros ha progresado en su fundamento espiritual y fe absoluta en que “para Dios todo es posible”.


Yo soy la hija de la que se habla en el testimonio. Los hechos que cuenta mi madre son verdaderos.

Mediante la oración perdí todo deseo de tomar bebidas alcohólicas. Nunca consideré que la experiencia de esos dos años fue una pérdida de tiempo. Atesoro todas las lecciones que y el gran crecimiento que he experimentado en la Ciencia Cristiana.

Recuerdo que oré diariamente con la idea de que la abundancia del amor de Dios colma para mí toda necesidad y deseo. El amor de dios no se acaba nunca, y el amor que sentí durante este período de mi vida fue inevitable. Por más que lo intenté, no pude jamás separarme de él. El poder sanador del amor de Dios puede despertar a cualquiera que tenga problemas.


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