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Un mensaje del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”

Del número de marzo de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No Se Puede Eludir la gran misión que Jesús le dio a todo discípulo. Aun así, todavía se les pregunta a los conferenciantes por qué sus mensajes están dirigidos más hacia el público en general, especialmente el recién llegado, y aparentemente menos hacia brindar nueva inspiración a los Científicos Cristianos. Detrás de la pregunta puede estar la desalentadora presunción que las conferencias son algo “para unos pero no para otros”, que son para una clase de pensadores y no para otra. Sin embargo, la experiencia muestra que decididamente éste no tiene que ser el caso. Los discípulos son alimentados por el mismo pan de Verdad que ellos reparten a los demás. Además, el propósito sencillo es siempre el de “contar la historia” que “algunos nunca oyeron”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 414.

Dondequiera que iban los profetas del antiguo Israel, daban sus mensajes en el nombre de Dios. Quien tenía oídos para oír, oía. Entre sus escuchas se encontraban los que ya estaban familiarizados con su visión y muchos que no lo estaban. Los profetas hablaban de lo que habían visto y conocido a través de lo que Dios les había revelado de Sí Mismo, lo que habían aprendido por medio de Su Palabra. Sus palabras eran inspiradoras, espontáneas, provocativas, apremiantes. Vinieron anunciando la presencia y la validez de las exigencias del Todopoderoso, el gran YO SOY, que demanda que se le conozca y se le responda.

En ocasiones, esto despertó oposición. Muchos que escucharon las palabras ¡no captaron el mensaje! Algunos no parecieron ser receptivos, envueltos en sus propias opiniones sobre la vida con las que estaban familiarizados. Entre los que perdieron el mensaje hasta se encontraban algunos de los compañeros cercanos de los profetas. Se deben de haber quejado impacientemente de que ya habían escuchado el mismo “capítulo y versículo” antes, y no obstante, también podían sentirse perturbados por las nuevas ideas y exigencias que se les hacían. A pesar de eso, el hecho mismo de que tenemos la Biblia muestra que de todos los oyentes, algunos pocos sí escucharon. Unos pocos permitieron que las ideas divinas los alcanzaran y abrazaran. Ellos respondieron honesta y sinceramente a esas ideas. Lo mismo es verdad hoy en día.

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