Cuando David estaba en la escuela primaria, fue de vacaciones con su familia a un parque nacional en las montañas. Se hospedaron en un lugar cerca de un hermoso río.
Una tarde, David descubrió un lugar en un recodo del río y pensó que era el sitio apropiado para pescar. El curso del agua era lento y tenía algunas partes profundas.
Rápidamente preparó su caña de pescar. Pero mientras estiraba entre sus dedos el sedal, inadvertidamente se clavó el anzuelo en un dedo. Trató por todos los medios de sacarlo, pero fue imposible.
David empezó a sentir temor. Se alejó del río y regresó al lugar donde se hospedaban. Sus padres habían salido en una excursión por el parque y tardarían alrededor de dos horas en regresar. Sintió deseos de llorar. Pero entonces recordó que había algo que podía hacer respecto al problema. El podía orar.
Se preguntó a sí mismo, ¿podría la oración brindarle alguna ayuda para desprender el anzuelo del dedo? David no estaba muy seguro. Pero lo que sí sabía era que la oración lo había ayudado a él y al resto de su familia en muchísimas y diversas situaciones. Entonces decidió volverse a Dios.
Comenzó por orar en voz alta el padre Nuestro Véase Mateo 6:9–13. (la oración que Cristo Jesús dio a sus seguidores). Al principio, la oración no parecía tener mucho significado para él. Estaba pensando tanto en su dedo que la verdad respecto al cuidado de Dios no se abría paso en su pensamiento. Pero continuó con el Padre Nuestro, repitiéndolo varias veces. Poco a poco comenzó a pensar sobre algunas de las ideas que contenía la oración. Le hizo bien pensar que Dios es nuestro padre. David se dio cuenta de que todas las curaciones que él había presenciado habían venido de nuestro Padre. Empezó a razonar que Dios era su padre, que estaba siempre con él y que lo amaba. David sabía que Dios lo sanaría.
Se puso a pensar en la parte del Padre Nuestro que dice: “Y no nos metas en mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos”.
David estaba comenzando a aceptar que Dios era el único poder que tenía control sobre él. Y cuanto más lo afirmaba, más disminuían el dolor y el temor. Por un rato parecía haber una lucha entre la confianza en Dios y el temor al anzuelo. Pero gradualmente fue sintiendo el verdadero amor que Dios siente por él.
Encontró la Biblia y el libro Ciencia y Salud de sus padres y empezó a leerlos. Una declaración que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud y que lo ayudó muchísimo, dice: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 468. David la había oído en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana desde que era muy pequeño. Pero por primera vez, verdaderamente comprendió su significado.
Percibió que el Espíritu lo había creado espiritual y bueno. Lo que era Verdaderamente fundamental, la verdadera sustancia, eran las cualidades espirituales de Dios que él expresaba, tales como bondad, inteligencia y fortaleza. Comprendió que su identidad verdadera provenía de Dios y El la mantenía. Su verdadera identidad como hijo de Dios nunca podía estar dolorida o temerosa; debía ser tan armoniosa como Dios. Todo esto comenzó a tener sentido para David. Puesto que el Espíritu era el Padre único, y pleno de amor, no podía existir creador alguno que provocara un accidente o que le produjera a David dolor o temor.
Cuando llegaron sus padres, encontraron a David tranquilo y confiado. Les mostró el dedo. Guardaron silencio por un momento y luego el papá de David dijo: “¿Quieres que te ayude a orar por este problema por medio de la Ciencia Cristiana, o prefieres que consultemos a un médico?” La pregunta sorprendió a David, pero pensó que tal vez el papá consideraba importante que David tomara una decisión acerca de cómo resolver el problema.
David no dudó ni un instante. Durante las dos últimas horas ya había tomado su decisión. El quería confiar en la Ciencia Cristiana y confiar totalmente en Dios. Había estado descubriendo que Dios era un Padre lleno de amor, y comprendía que el cuidado de Dios era verdaderamente práctico. David realmente sentía la presencia y el poder de Dios.
Por lo tanto, la mamá y el papá comenzaron a orar en silencio. Luego el papá ayudó a David a desprender el anzuelo. Se desprendió muy fácilmente y no le causó dolor alguno. Pudo usar todos sus dedos sin ninguna dificultad y durante el resto del día su cara mostraba una amplia sonrisa. Muy pronto el dedo estuvo completamente sano.
David se sintió muy contento de su decisión de orar, estudiar y confiar en Dios. Le produjo mucha alegría ver que al proceder de esta manera se pueden romper las ataduras con que el temor aparenta aprisionarnos, y lograr así ver la forma de salir del problema. Percibió que siempre podía confiar en Dios para responder a su necesidad. Esas vacaciones ¡fueron realmente muy especiales!
