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¿Manifestar violencia o anularla?

Del número de marzo de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En El Momento en que usted está leyendo este artículo hoy en día, es probable que no haya un diario metropolitano de importancia, en cualquier parte del mundo, que no esté informando sobre un acto de violencia. Crímenes callejeros, antagonismo racial, lucha religiosa, guerra, o terrorismo, estas cosas aparecen, con mucha frecuencia, en los titulares de la primera página. Y es obvio que no se debe a que dichos acontecimientos ofrezcan oportunidades de publicar relatos sensacionalistas. Sino que son síntomas de graves problemas sociales que no debemos pasar por alto. El costo en vidas humanas y en la paz social es tan elevado que intentar calcularlo con una norma estadística o algún otro estudio, parecería casi imposible. ¿Pero acaso tenemos que sentirnos subyugados o paralizados por la desesperación? ¿No hay algo que cada uno de nosotros puede hacer para ayudar a encontrar una solución?

Por supuesto que sí. Pero el lugar donde debemos empezar no está, en realidad, “allí fuera” donde parece estar toda la violencia. Tenemos que empezar con nuestra manera de pensar. Lo que mantenemos en el pensamiento sobre cualquier tema tiene un efecto directo en nuestra vida y en el mundo que nos rodea. Sin embargo, la gente con frecuencia, no se da cuenta de las consecuencias de su manera de pensar. Se puede suponer incluso que realmente no importa lo que una persona piense, que es sólo lo que una persona hace lo que importa. Por supuesto, nuestras acciones son muy importantes. No obstante, la Ciencia Cristiana, que es la Ciencia del cristianismo original, enseña que el pensamiento es fundamental en la experiencia. La gente y la sociedad no viven en un vacío, o en un ambiente físicamente delineado. Hay una atmósfera de pensamiento a la cual todos contribuimos y que forma la base de mucho de lo que encontramos en la vida humana, tanto individual como colectivamente.

Por ejemplo, el temor es un elemento del pensamiento mortal que puede palparse. Los animales de presa responden agresivamente a él contra otros animales. El temor, por cierto, no nos sirve para protegernos, y es esencial vencerlo. Mas, derrotar el temor y encontrar seguridad mediante la oración y no por medios materiales, no hace a una persona vulnerable a los ataques de malhechores; la fortalece. El valor espiritual y la firme convicción del poder omnipresente de Dios, el Amor infinito, han capacitado a la gente para enfrentar situaciones violentas, para encararlas y dominarlas, estar a salvo e incluso experimentar curación.

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