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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres. Esta es una serie.

Los cánones del Nuevo Testamento: el cristianismo va tomando forma

Segunda parte

Del número de marzo de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


EL CANON FUE REFINADO EN EL SEGUNDO SIGLO D.C.

Al comienzo de este siglo los cristianos leían, bastante indiscriminadamente, los numerosos escritos sagrados que se encontraban en circulación. Estuvieron de acuerdo sobre el valor que tenían los cuatro Evangelios, así como también los escritos de Pablo, Pedro, Santiago y Juan. Sin embargo, también percibieron que había cierto valor en algunas de las versiones alternativas de la historia del evangelio, en los Evangelios de la Verdad, Felipe, Hebreos y Pedro. Y los primeros líderes de la Iglesia, habían confiando en y citado otros escritos cristianos, entre ellos las Enseñanzas de los Doce Discípulos; la Epístola de Bernabé, los Hechos de Tomás, de Mateo, de Pedro, de Pablo y varios apocalipsis.

Sin embargo, hacia la mitad del siglo, algunos fervorosos herejes, forzaron a los líderes de la Iglesia a hacer sus primeros intentos para formar un canon de escritos cristianos. Uno de estos herejes fue Marción, un hombre que quizás originalmente nunca tuvo el propósito de dejar la Iglesia. Era un rico propietario de barcos en Sinop, una ciudad de la actual Turquía. Se afilió a la iglesia en Roma alrededor del año 140 d.C., pero finalmente se levantó en contra de la teología ortodoxa de la congregación romana y organizó su propia iglesia. La iglesia romana lo excomulgó en el año 144 d.C. Sin embargo, Marción comenzó a ganar conversos por todo el Imperio Romano y los organizó en comunidades.

Básicamente, Marción vio al cristianismo como el Evangelio del Amor, excluyendo totalmente el concepto hebreo de ley. De hecho, rechazó completamente la Biblia hebrea, y pensó que de los escritores del Nuevo Testamento, sólo Pablo entendió por completo la clara diferencia entre la ley hebrea y la gracia cristiana. Entonces, recopiló su propio conjunto de Escrituras, que incluyeron sólo diez cartas de Pablo y un Evangelio, el libro de Lucas. Corrigió todos esos libros en forma notable, eliminando todas las referencias a la ley o la tradición judía.

Otro hereje, Montano de Frigia (en la actualidad Turquía), anunció alrededor del mismo tiempo que los últimos días de la profecía Bíblica habían llegado. Alegando que él y sus seguidores eran los representantes del Espíritu Santo en la tierra, escribió y circuló literatura que, según decía, era apostólica. Montano, junto con sus dos profetisas, Maxmilla y Priscilla, viajaron ampliamente con su mensaje y literatura, sembrando semilla de discordia en muchas comunidades cristianas. Fue esa misma discordia la que desafió a los líderes de la iglesia a definir su credo y su canon bíblico.

PRIMEROS INTENTOS PARA ESCRIBIR UN CANON CRISTIANO

Marción y Montano, junto con otros miembros del movimiento gnóstico, que estaba produciendo su propia rama de literatura herética, enfrentaron un gran número de oponentes ortodoxos. Uno de ellos fue Irenaeus, Obispo de Lyons, uno de los primeros y más importantes teólogos cristianos.

Hacia el final del segundo siglo, Irenaeus hizo su primer intento de crear un canon autorizado de la Iglesia. Su principal criterio para medir el valor de los libros cristianos consistió en establecer en qué medir el valor de los libros cristianos consistió en establecer en qué medida se acercaban a los mensajes de los apóstoles. Sobre la base de esta regla, Irenaeus concluyó que Mateo, Marcos, Lucas y Juan eran completamente fidedignos. Sin embargo, percibió, que no debían de ser más de cuatro Evangelios, debido a que ese número mantenía correspondencia con los cuatro vientos. Otros libros que aprobó fueron las cartas de pablo, 1 pedro, 1 Juan, el Apocalipsis de Juan, el pastor de Hermas, la Sabiduría de Salomón. Excluyó de su canon los libros de Santiago y la Epístola a los Hebreos.

Un erudito llamado Origen fue otro de los primeros líderes de la iglesia, que trabajó sobre el canon del Nuevo Testamento. Nació en Alejandría y creció con un devota familia cristiana. Cuando su padre fue muerto durante la persecución de los cristianos en Alejandría, su madre hizo todo lo posible para impedir que Origen también muriera como un mártir. Desde ese momento en adelante, como muchos de los cristianos de su tiempo, tuvo una vida de pobreza y de reclusión voluntaria, y finalmente viajó a Roma y a Palestina donde llegó a ser un predicador laico. En el año 231 d.C., fundó una escuela en Cesarea y se dedicó devotamente a predicar y a escribir. En el año 250 d.C., durante otra persecución de los cristianos, fue encarcelado y torturado brutalmente hasta su muerte varios años más tarde.

Origen consagró su vida a la erudición de la Biblia, traduciendo los primeros textos cristianos a cinco idiomas. Fue el primero en dar el nombre de “Nuevo Testamento” a las Escrituras cristianas. También pulió el canon, dividiendo los escritos cristianos en tres categorías: libros que consideró que eran canónicos, aquellos que consideró que debían ser descartados, y aquellos que eran cuestionables. Si en nuestros días el Nuevo Testamento incluyera solamente el material que Origen aprobó, exactamente serían veintidós libros: los cuatro Evangelios, Hechos, las catorce cartas de pablo, 1 Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y el Apocalipsis.

EL CANON DE EUSEBIO

Otro de los primeros reformadores que tuvo influencia en el canon cristiano fue Eusebio, por mucho tiempo Obispo de Cesarea, la capital romana de Palestina. Conocido como el Padre de la historia de la Iglesia, Eusebio escribió los diez tomos de Ecclesiastical History (la historia eclesiástica) que se concentraban en la Iglesia oriental. También escribió otros numerosos trabajos sobre la teología y estudios sobre las Escrituras, y participó en una importante reunión ecuménica, el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 d.C., cerca de lo que es hoy Estambul. El Emperador Constantino había convocado al Concilio para resolver una crisis en Iglesia, la expansión de la herejía “ariana” sobre la relación entre Cristo y Dios. El Concilio condenó la herejía, pero estuvo de acuerdo en establecer algunas creencias teológicas, ahora conocidas como el Credo Niceno, un credo que aún hoy se usa en muchas iglesias.

Educado por uno de los estudiantes de Origen, Eusebio adoptó la clasificación de Origen de las tres categorías de las Escrituras cristianas. También siguió siguió a Origen al calificar de apócrifas la Epístola de Bernabé, el Apocalipsis de Pedro y la Sabiduría de Salomón. Tenía dudas sobre el Apocalipsis de Juan, y no encontró ningún valor en el Pastor de Hermas, un libro que Origen había considerado en su categoría de libros cuestionables. Eusebio fue, hasta el fin, un hombre fiel de la Iglesia, que sufrió encarcelamiento y persecución por el cristianismo.

LA CONCLUSION DEL CANON CRISTIANO

El primer líder de la Iglesia que consolidó con sus escritos el canon cristiano fue Atanasio, Obispo de Alejandría por cerca de cuarenta y cinco años. Cuando era joven, él también había participado en el Concilio de Nicea, el cual el dejó una inolvidable impresión. Se dedicó el resto de su vida a defender apasionadamente las creencias ortodoxas del cristianismo que planteó el Concilio, aunque esto significó que fuera algunas veces perseguido por la policía secreta y tuviera que estar exiliado por diecisiete años. De hecho, la mayoría de sus años como obispo se la pasó evadiendo las conspiraciones de los herejes que lo buscaban para expulsarlo.

Atanasio, uno de los más grandes eruditos de los comienzos del cristianismo, fue un prolífico escritor. Además de sus trabajos teológicos que defendieron el Credo Niceno y atacaron la herejía ariana, escribió numerosos trabajos sobre las Escrituras. Uno de estos, terminado en el año 367 d.C., dio una nueva versión del canon cristiano. Enlistó con autoridad los veintisiete libros que ahora componen el Nuevo Testamento. Estos libros, que Atanasio consideró eran la “fuente de la salvación”, no sólo incluyeron los que Eusebio había aceptado como confiables, sino también aquellos que habían estado en la categoría de libros “cuestionables” de Eusebio.

A partir de los tiempos de Atanasio, se consolidó el canon del Nuevo Testamento, por lo menos en la Iglesia oriental. En el año 397 d.C., el Concilio de Cartago confirmó el canon cristiano para la Iglesia occidental.

RESUMEN

Quizás la razón más apremiante que tuvieron los primeros cristianos para tener un canon fue la de tener un conjunto de enseñanzas correctas que pudiera frustrar los ataques furiosos de los herejes que amenazaban con debilitar, y aun destruir el cristianismo puro. También, después que los israelitas habían decidido sobre el canon de las Escrituras en la última década del primer siglo d.C., la comunidad cristiana sintió que necesitaba su propia literatura, una que hablara sobre las enseñanzas de Jesús y la misión de su Iglesia. Percibieron que también las Escrituras cristianas debían explicar detalladamente las diferencias entre el judaismo y el cristianismo, mostrando cómo el cristianismo había construido una fe nueva y distinta sobre los fundamentos del judaísmo.

¿Y qué criterio usaron los primeros cristianos para evaluar el torbellino de escritos cristianos que — tanto precisos como imprecisos — se arremolinaban alrededor del Imperio Romano? En general, ellos sentían que las Sagradas Escrituras debían de haber sido escritas por, o de alguna manera haber estado conectadas con, los apóstoles. Percibieron también que las Escrituras, citadas muy a menudo por los primeros Padres de la Iglesia, tenían una autoridad especial. Pero lo más importante que percibieron fue que los escritos cristianos debían ser examinados bajo una simple “regla de fe” (regula fidei). En otras palabras, si un Evangelio o una epístola expresaba la verdad que estos primeros cristianos sentían en su corazón que era la parte principal de las enseñanzas de Jesús, entonces ellos lo aceptaban como válido. Si no era así, lo rechazaban.

Por lo tanto, el canon de Atanasio no fue una selección arbitraria de libros por parte de los dignatarios de la iglesia. Reflejaban el consenso de toda la comunidad cristiana. El canon era, en un sentido, la elección de la gente. Contenía aquellas verdades sobre Dios, Cristo Jesús y la humanidad que — después de los difíciles primeros siglos del ministerio de Jesús — habían demostrado que era la fuente más valiosa de inspiración y curación. Contenía las Escrituras que mejor representaban a los primeros cristianos de la Palabra de Dios, las palabras que ellos querían transmitir a través de los siglos a los buscadores de la verdad de cada época.

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, es un periodista con mucha experiencia.

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