Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Cómo vencer la autocondenación

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay Momentos En los cuales nos damos cuenta de que nuestros actos no han respondido a nuestras expectativas — tal vez hayamos perdido una oportunidad o hayamos tomado una decisión equivocada o sintamos que nos hemos apartado del camino — y a menudo, en respuesta a esto, nos vamos hundiendo en una espiral descendente de autocondenación y depresión.

¿Cuál debería ser nuestra actitud cuando sentimos que nuestra vida no es lo que habíamos esperado sino que directamente da la impresión de no prestar ninguna utilidad? Lo mejor sería tratar de aprender más acerca de los valores que Dios dio al hombre en vez de seguir pensando que un error del pasado puede producir un problema en el presente.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La Deidad estaba satisfecha con Su obra. ¿Cómo podría no estarlo, ya que la creación espiritual fue el producto, la emanación, de Su plenitud infinita y sabiduría inmortal?” Ciencia y Salud, pág. 519.

El hombre es valioso porque emana de Dios. Por ser hijo de Dios, refleja todas las aptitudes necesarias. Por lo tanto, es natural para nosotros expresar productividad, competencia, utilidad. Pero a menudo no logramos reconocer nuestro verdadero ser como hijos de Dios, porque nos sentimos muy hundidos por nuestras propias críticas y, a veces, por las críticas de los demás. Cualquiera sea el caso, les dedicamos tanto tiempo y esfuerzo a los juicios equivocados, que el punto de vista espiritual acerca de nosotros mismos está oscurecido.

Sin embargo, Cristo Jesús enseñó: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Juan 7:24. El juicio justo juzga de acuerdo con la perfección espiritual inherente al hombre. Juzga de acuerdo con lo que el Espíritu, Dios, conoce y no de acuerdo con lo que conoce la materia.

Demasiado a menudo, nos juzgamos a nosotros mismos basándonos en la opinión o evaluación que otro hace de nuestro trabajo o de nuestra vida. Damos demasiada importancia a ese tipo de opiniones en lugar de recurrir a Dios para preguntarle a El lo que El sabe acerca del hombre, Su hijo. Al buscar la aprobación o el juicio de Dios, descubrimos que el hombre está hecho a imagen de Dios, sano y bueno. Si nos hemos equivocado en lo que hemos hecho o pensado, y recurrimos a Dios y comprendemos cómo evalúa El nuestra naturaleza, descubrimos que nuestra experiencia se va ajustando a Sus directivas. Cuando nos juzgamos a nosotros mismos de acuerdo con lo que Dios ha dispuesto que sea el hombre de Su creación, en vez de estar de acuerdo con las impresiones de los sentidos materiales, esto nos ayuda a expresar la plenitud que Dios nos ha otorgado.

Cuando llegamos a comprender que el hombre de Dios está totalmente bajo la dirección de Dios, nos damos cuenta de que la autocondenación es una falsedad. Cuanto más nos negamos a aceptarla, tanto más se expande nuestro pensamiento y nuestra experiencia hasta que expresamos nuestra genuina bondad y confianza en nosotros mismos.

Aunque las nubes que tratan de rodearnos sean muchas, tales como errores del pasado, una historia mortal e incluso pecados cometidos, es posible renovarse y liberarse de ellas. Tengo un amigo que estuvo sumido en la autocondenación por haber cometido un grave error. Había estado trabajando para ahorrar el dinero que necesitaba para pagar sus estudios universitarios. Al mismo tiempo, salía con una muchacha a quien quería impresionar. A ella le gustaba un modelo de auto muy especial y mi amigo decidió comprarlo. Pero después de hacerlo, se arrepintió mucho de haberlo hecho. El dinero que había ahorrado para pagar la universidad debía ahora pagar las cuotas del auto. El sabía perfectamente que no quería ser juzgado por sus posesiones materiales y que tampoco buscaba despertar en los demás la sensación de que intentaba comprar la felicidad y la compañía. En lugar de sentir alegría, muy pronto la autocondenación y la preocupación llenaron su pensamiento, a tal punto que no podía dormir.

Sin embargo, lo que él deseaba realmente era ser moral y ético. Su anhelo más profundo era juzgar a cada uno sobre la base de la identidad del hombre como hijo de Dios, en lugar de seguir tratando de ajustarse a las opiniones humanas. Lo que más deseaba era expresar la valía que Dios le había dado, dejar atrás su error y seguir a Dios.

Una noche, ya tarde, estaba leyendo un artículo en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, donde se explicaba que si cometemos un error podemos ser sanados por medio de la oración y al estar bien dispuestos a obedecer las directivas de Dios. En ese momento, el peso de sus preocupaciones desapareció; comprendió que podía vencer la autocondenación y los continuos reproches que se hacía a sí mismo, y rectificar la situación.

Poco tiempo después, por medio de la oración, fue guiado a encontrar un trabajo de verano muy exigente que le permitió saldar el préstamo del auto después de venderlo, obteniendo lo necesario para pagar el primer trimestre de la universidad. Su relación con la muchacha terminó, pero todo lo que había aprendido lo ayudó a establecer más adelante relaciones más sólidas.

No tenemos porqué sufrir mientras tratamos de deshacernos del pecado. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Reconocemos el perdón del pecado por Dios, en la destrucción del pecado y en la comprensión espiritual que echa fuera al mal como irreal. Pero la creencia en el pecado es castigada mientras dure la creencia”.Ciencia y Salud, pág. 497. Esta es la renovación verdadera.

Si creemos que es demasiado tarde para cambiar las cosas, y no sabemos cómo hacer para que nuestra vida tenga como base el juicio justo y amoroso de Dios, o pensamos que nuestra vida ya está arruinada o que es demasiado difícil volver a Dios, nuestra creencia nos seguirá gobernando hasta que sea descartada por medio de un entendimiento más completo de Dios. Es preciso reemplazar el concepto material de un hombre pecador mediante el reconocimiento y la aceptación de la idea espiritual que Dios creó. Esto conduce a la curación. El reemplazar la autocondenación por una apreciación correcta y espiritual de nosotros mismos y por una buena disposición para seguir el mandato de Dios, nos permite establecernos sobre una base espiritual y esto nos trae progreso.

La Biblia nos enseña: “El pues, acabará lo que ha determinado de mí; y muchas cosas como éstas hay en él”. Job 23:14. Por más apremiante que parezca nuestra situación, nuestro valor genuino, nuestra pureza, nuestra liberación del pecado como hijos de Dios, están siempre presentes. Y el poder de Dios siempre puede revelar estas realidades.

El amado de Jehová habitará
confiado cerca de él; lo cubrirá siempre,
y entre sus hombros morará.

Deuteronomio 33:12

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1995

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.