Recientemente Nos Escribió una señora diciendo que había compartido ejemplares del Christian Science Sentinel con algunos amigos. A ellos les gustó lo que leyeron: relatos originales de curación cristiana y artículos que los ayudaron a identificar las tendencias perjudiciales del pensamiento, a la vez que les mostraron cómo la Ciencia Cristiana enfrenta estas tendencias de una manera sanadora. Sin embargo, algunos de estos nuevos lectores del Sentinel hicieron una pregunta muy importante. En todo el mundo hay gente que sufre y muere a causa de la violencia, los desastres naturales, las enfermedades y otros flagelos, y ellos se preguntaban: “¿Por qué permite Dios que sucedan estas cosas?”
Después de que ocurre una tragedia, surgen muchísimas preguntas. ¿Qué estuvo mal? ¿Cómo se podía haber evitado que sucediera? ¿Quién tiene la culpa? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a ellos? Y además la pregunta que hicieron estas personas: “¿Por qué permite Dios que sucedan estas cosas?”
Una pregunta lógica. Si Dios es “nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” Salmo 46:1., como leemos en la Biblia, entonces, ¿dónde está Su ayuda?
En primer lugar, debemos reconsiderar la presunción básica que se encuentra detrás de estas preguntas, es decir, que no se puede confiar en Dios, que El no siempre está con nosotros, que puede que El no sea lo suficientemente poderoso, o que El no siempre satisface las necesidades del hombre. Lo que la Biblia nos dice respecto a Dios es que El es digno de confianza, y que nunca cambia. Dios está siempre presente; es omnipotente, y puesto que es Amor divino, cuida siempre de Su creación.
La inteligencia y el poder divinos están aquí. Nunca pueden estar ausentes. El Espíritu, la Vida, la Verdad y el Amor — los nombres de Dios — son autoexistentes y se expresan eternamente por sí mismos. Revelan la verdadera naturaleza de Dios que nunca está alejada de nosotros, y nunca incluye o permite error de ninguna clase. Pero debemos comprender esta verdad más claramente. Es esencial que la humanidad reconozca lo que es Dios, Su constancia y supremacía, y la armonía que Su ley establece.
El Espíritu se expresa espiritualmente, no materialmente, y por lo tanto todo lo que el Espíritu es y hace es percibido espiritualmente, a través del sentido espiritual que Dios dio al hombre. La presencia del bien y el gobierno perpetuo y perfecto que tiene Dios sobre el hombre, son la realidad absoluta de Su creación. Discernir y comprender esta verdad espiritual nos capacita para demostrarla en la experiencia humana.
Por otro lado, la ignorancia de lo que es Dios es lo que no nos permite ver la presencia y el poder divinos. Es la ignorancia sobre la Vida y su incesante expresión, la ignorancia respecto a la Verdad y su constancia, la ignorancia sobre el Amor y su cuidado infalible — y no la ausencia de ellos — lo que nos hace sentir desamparados y a merced de la discordia.
Por lo tanto, al comprender mejor a Dios, adorarlo sólo a El y vivir de acuerdo con Sus leyes, eliminamos la ignorancia, y esto nos capacita para traer armonía a nuestra vida. De esta manera podemos evitar también la discordia.
¿Qué es lo que nos capacita para hacer esto? El Cristo. Como un rayo de luz que ilumina un cuarto oscuro, el Cristo, la idea verdadera de Dios, penetra a través de la ignorancia y nos muestra lo que los sentidos físicos no pueden ver. El Cristo revela la Vida y la Verdad divinas, aquí mismo. Jesús dijo de su misión cristiana: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.
Para nosotros esto significa que a medida que somos receptivos al Cristo, la Verdad, percibimos la naturaleza verdadera y espiritual del ser y la ley de Dios en acción. No importa cuánto hayamos creído que la vida se basa en la materia y que es en muchos casos ingobernable, esta creencia falsa gradualmente se somete a la verdad. Aprendemos que nuestro verdadero ser es semejante al Cristo; que todas las cosas son hechas por Dios y expresan Su naturaleza; que son espirituales, puras e intactas. Aprendemos que Dios en ningún momento permite que Su imagen y semejanza, el hombre, esté alejado de su modelo perfecto. Si aceptamos en nuestro corazón estas verdades, de inmediato comienzan a corregir y sanar nuestra vida, poniéndola en armonía con la realidad del ser.
Después, tenemos la creciente certeza de que percibir y comprender estas verdades cristianas y científicas es la base para superar y evitar los problemas de la vida humana. No es que Dios no esté aquí, o que no nos proteja. No es que Sus leyes sean irrelevantes, o que por el momento no tengamos el poder necesario o la inteligencia requerida para triunfar sobre las muchas formas del error. Todo lo contrario. Debemos aprender qué es lo que Dios nos da, y valernos de ello en todas las formas posibles.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy habla sobre esto: “¿Quién se pondría ante una pizarra rogando al principio de las matemáticas que resuelva el problema? La regla ya está establecida, y es nuestra tarea hallar la solución”.Ciencia y Salud, pág. 3. Entonces, lo que se necesita en primer lugar es expresar más y más la naturaleza divina y actuar de acuerdo con la ley divina, es decir, expresar al Cristo. La incomparable historia de Jesús, sus múltiples curaciones y las pruebas del cuidado de Dios, ciertamente confirman la eficacia de vivir de esta manera.
Por lo tanto, todo lo que necesitamos para tener mejor salud, para mantenernos a salvo, para estar en armonía unos con otros, está aquí mismo. Al progresar en nuestra comprensión y demostración de la Ciencia y vivir vidas cristianas, damos pasos muy importantes hacia una forma de vivir más saludable y segura, y vemos que Dios no permite que ocurran cosas malas.