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Desde Que Tenía siete años,...

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde Que Tenía siete años, estuve en busca de la verdad que me llevó a examinar varias denominaciones cristianas. Comprendía las enseñanzas de cada una de ellas, pero me era imposible aceptar ninguna de ellas totalmente; por lo cual empecé a investigar otras religiones, también sin resultado.

En mi adolescencia, me di por vencido y recurrí a las drogas y al alcohol en busca de consuelo. En los años que siguieron mi vida se fue cuesta abajo, y tocó fondo un día en que después de tener un accidente automovilístico, cuando manejaba embriagado, perdí mi medio de transporte, mi trabajo, mi casa y hasta los amigos que tenía hasta ese momento.

Aquella tarde recuerdo haber visto la más bella puesta de sol, pero me sentía tan miserable que, con lágrimas en los ojos, dije en voz alta que yo no sabía si existía un Dios o no, pero si era así, yo ahora estaba totalmente en Sus manos. Realmente sin El, mi vida se había transformado en un caos total.

Más tarde ese día, un hombre me dio a conocer la Ciencia Cristiana. El necesitaba a alguien que lo ayudara en su negocio y compartiera su casa, porque su anterior compañero de casa se acababa de mudar. En esa época yo estaba bastante enfermo, y solamente podía trabajar tres o cuatro horas al día, antes de irme a casa y meterme en la cama, la que temía sería mi lecho de muerte.

Noté que mi compañero de cuarto cada mañana estudiaba la Biblia y un libro titulado Ciencia y Salud. Yo estaba tratando de sanar de mi enfermedad por medio de la práctica del budismo, pero sin resultado. Mi amigo un día me sugirió que leyera con él la Lección Bíblica en voz alta antes de salir para el trabajo, y pensé: “¿Por qué no?” A las dos semanas estaba sanado.

Demás está decir que me aferré a la Ciencia Cristiana como un náufrago a una tabla en el mar. Al año había perdido todo deseo de beber alcohol y pude tomar instrucción en clase Primaria, y al año empecé el entrenamiento como enfermero de la Ciencia Cristiana.

En el libro de Joel, Dios dice: “Y os restituiré los años que comió... la langosta (2:25). Puedo decir honestamente que soy un testimonio viviente de esta verdad.

Poco después de comenzar el estudio de la Ciencia Cristiana, yo estaba de vacaciones. Una tarde un amigo y yo fuimos a un restaurante para almorzar, y dos horas después me sentí descompuesto debido a una seria intoxicación por alimentos. De vuelta en el hotel, mi amigo me preguntó si quería que él fuera a la farmacia a comprar algún medicamento para esto, o si quería orar. Le comenté que si la Ciencia Cristiana me podía ayudar otra vez, ése era el momento de averiguarlo.

Me acosté en la cama, y mi amigo me siguió leyendo del libro de texto y de algunas de las publicaciones de la Ciencia Cristiana. Pero no hubo mejoría.

Finalmente me sugirió que repitiéramos en voz alta la “declaración científica del ser” de Ciencia y Salud (pág. 468). Cerré los ojos y simplemente concentré todo mi pensamiento en comprender que yo era espiritual y no material, como dice la declaración.

Al finalizar la última palabra, me sentí muy sorprendido de que había sanado instantáneamente. El cambio en mi condición fue como encender la luz en un cuarto oscuro. No hubo período de recuperación; en un momento yo estaba terriblemente enfermo, y al siguiente me sentía mejor que nunca. Entonces supe sin lugar a dudas que ésta era la religión que tenía la verdad y que yo había buscado toda mi vida.

Pensando después sobre esta curación, me di cuenta de que todo lo que me había leído mi amigo, aunque era bueno y con buena intención, no me había hecho bien hasta que yo decidí asimilar lo que se leía y aceptar para mí parte de esa verdad.

Por estas curaciones, y por muchas otras desde entonces, estoy muy agradecido.


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