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Deje que la Mente divina defina la salud por usted

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Una Ocasión me puse bastante indispuesta. Mi esposo me cuidaba, llevaba a los niños al colegio, e inclusive salía corriendo del trabajo para llegar a casa al mediodía y servirme el almuerzo. Yo estaba tan grave que no podía ni leer ni estudiar, pero podía orar por mí misma. Pasé muchas horas recordando muchas de las verdades que había aprendido acerca de Dios y el hombre a través de los años. ¡Qué mina de verdades espirituales tenía cuando tan desesperadamente las necesitaba!

El trabajo consagrado de una dedicada practicista de la Ciencia Cristiana cumplió un papel importante en el proceso de curación. Yo me sentía muy enferma para hablar con ella, pero ella compartía las ideas con mi esposo y él me las transmitía. No recuerdo haber hablado acerca de qué enfermedad podía tener, o haber hablado sobre los síntomas físicos. La enfermedad fue sanada y lo que recuerdo no es el nombre de una enfermedad sino lo que aprendí acerca de la eficacia de la oración para cambiar la evidencia material, y la renovada certeza de que las curaciones espirituales son completas y permanentes. Nuestra salud está a salvo cuando la dejamos por completo en manos de Dios.

Curaciones como ésta son acontecimientos importantes tanto en la vida de aquellos que las viven como en la vida de los que han sido testigos de ellas. Refuerzan la convicción de que el poder espiritual es más que adecuado para romper las ligaduras de las teorías basadas en la materialidad.

El pensamiento que está totalmente centrado en Dios no reconoce a la enfermedad porque Dios no manda la enfermedad. Es obvio que Dios puede crear y perpetuar en el hombre sólo lo que es verdad acerca de Sí mismo. Dios, el bien, no puede crear nada que no sea semejante a El. Las cualidades divinas son inherentes al hombre como reflejo espiritual y eterno del Ser divino. La perfección es su estado real y permanente; ser completo y puro es la esencia de su ser. La armonía es el estado permanente del hombre en el cual la enfermedad no puede morar.

El dolor y la enfermedad son aberraciones falsas; por lo tanto, irreales. Su apariencia representa un concepto errado del hombre, que se debe invertir y desterrar. ¿Cómo pueden las condiciones discordantes originarse en una fuente de perfección que no conoce la imperfección? El punto de vista mortal de la existencia es una farsa. Su irrealidad se reconoce a medida que nos apoyamos en el sentido espiritual que Dios nos dio y cambiamos el concepto falso por el hecho de que únicamente el bien, incluso la salud, emana de Dios. Entonces los argumentos del mal enmudecen y se abre el camino para que podamos escuchar el mensaje de la Mente divina acerca de las verdades del ser.

Para obtener una mejor comprensión de la verdadera identidad del hombre, es muy útil considerar el significado espiritual de Apocalipsis 21:22. Al hablar de esta cita que describe la Ciudad Santa, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “No había templo — es decir, no había estructura material en la cual adorar a Dios, porque debe ser adorado en espíritu y en amor. La palabra templo también significa cuerpo. El autor del Apocalipsis conocía el uso que Jesús hacía de esa palabra, como cuando se refirió a su cuerpo material como el templo que habría de ser reconstruido temporalmente (Juan 2:21). ¿Qué otra indicación necesitamos de la incorporeidad del hombre real sino ésta, que Juan vio el cielo y la tierra, pero ‘no vio en ellos templo [cuerpo]’?” Ciencia y Salud, pág. 576.

Es importante tener esta comprensión correcta de la identidad para evitar los pensamientos enfermizos y el temor de que la enfermedad domine nuestra vida. La creencia falsa de que el hombre es un organismo basado en la materia irá desapareciendo a medida que tengamos en mente que nuestra verdadera identidad es incorpórea, expresa cualidades divinas, y refleja plenamente salud e integridad. Entonces los pensamientos malsanos que reflejan enfermedad en el cuerpo no tendrán lugar en la consciencia. Al poner toda nuestra atención en lo que es espiritualmente verdadero, dejaremos de considerar el cuerpo como la fuente de la enfermedad. Es la mente humana la que produce la enfermedad. Los elementos materiales que constituyen el cuerpo no tienen vida ni inteligencia propia. A medida que comprendamos la supremacía absoluta de la Mente divina, la salud y la felicidad predominarán.

Algunas veces es realmente un desafío cuando los amigos y conocidos quieren comentar acerca de sus dolores y aflicciones. Por más que amamos mucho a estas personas, no es una señal de verdadera amistad el unirse a su sueño de enfermedad. Nuestro deber más elevado es ayudarlos a despertar de él.

Una vez una amiga, después de una experiencia difícil en un hospital, me contó muy convencida todo por lo que había pasado. Después de escucharla, le pregunté si haría algo por mí que yo sabía que le haría mucho bien a ella también. Se sorprendió mucho cuando le sugerí que olvidara todo pensamiento acerca de la enfermedad y el tratamiento médico que había recibido. Ella estuvo de acuerdo, y la necesidad de recordar y repetir su triste experiencia cesó. Lo que había estado de manera tan vívida en su mente se alejó de ella.

Este cambio de manera de pensar marcó un momento crucial en la vida de mi amiga, y pudo liberarse de tener que tomar medicinas con regularidad. Fue un hermoso ejemplo de lo que sucede cuando saltamos mentalmente la valla y optamos por el tratamiento que satisface nuestro más profundo anhelo de complacer a Dios y no a la materialidad. Como dice Ciencia y Salud: “No es sabio tomar una actitud indecisa y vacilante, o tratar de valerse igualmente del Espíritu y de la materia, de la Verdad y del error. Hay un sólo camino — a saber, Dios y Su idea — que nos lleva al ser espiritual. El gobierno científico del cuerpo tiene que lograrse por medio de la Mente divina. Es imposible obtener el dominio sobre el cuerpo por otro medio”.Ibid., pág. 167.

Hoy en día la humanidad es bombardeada por los medios de comunicación con excesiva información acerca de la enfermedad. También se nos dice constantemente cómo examinar el cuerpo para detectar las primeras señales de la enfermedad. Es muy importante tener una mente tan llena de pensamientos sanos y verdaderos que no haya lugar para los conceptos erróneos acerca del hombre. Esto no quiere decir que a los Científicos Cristianos no les interesan los demás o que desdeñan el sufrimiento que oyen y ven; al contrario, lo toman como una oportunidad de dar testimonio del poder del Cristo, la Verdad, que está siempre presente para traer curación y salvación.

Algunas personas, habiendo recopilado un poco de conocimiento material en el camino, se asustan de los síntomas físicos que sienten. Entonces se autodiagnostican que posiblemente tienen lo que creen que es una enfermedad grave. Sin embargo, esto solamente tiende a agravar más el problema al fijar el pensamiento en el problema y no permitir que entre la luz espiritual que trae curación.

El tratamiento en la Ciencia Cristiana entraña apoyarse íntegramente en Dios con la segura convicción de que con El todo es posible. Este tratamiento se basa en el ejemplo del Maestro que la Sra. Eddy explicó a esta época.

No todas las curaciones que se producen en la Ciencia Cristiana pueden demostrarse con la evidencia que satisface al escéptico. Muy frecuentemente, como no se busca un diagnóstico, sólo se puede sugerir el tipo de condición que se superó. Pero la persona sabe cuando ha sido sanada. Como dijo el hombre ciego que Jesús sanó: “Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”. Juan 9:25. De la misma manera en la curación narrada al principio de este artículo, la condición discordante desapareció y fue reemplazada por el gozoso reconocimiento de que algo realmente maravilloso había sucedido.

Estos hechos no dejan lugar a duda de que la curación se dio por medios espirituales y no temporales. Con miles de curaciones bien verificadas, es muy obvio que los Científicos Cristianos se han beneficiado inmesurablemente con la manera en que la Sra. Eddy, quien era muy generosa, buscó seguir al Cristo. Ella esperaba que sanáramos rápida y eficazmente también.

La manera más rápida de hacer desaparecer cualquier condición discordante que se manifieste en el cuerpo, con nombre o sin él, es sacarla de nuestro pensamiento en cuanto aparece. El rechazo inmediato disminuye el poder que la mente humana tiende a darle a la molestia. Sin embargo, cuando detectamos un pensamiento o concepto erróneo y nos deshacemos de él, es importante reemplazarlo con el reconocimiento de las leyes espirituales de la salud. Lo que necesitamos es un cambio de pensamiento, de lo que la materia pretende hacernos creer que es verdad, a un reconocimiento de lo que Dios está haciendo por su linaje ahora mismo. Esto nos capacita para demostrar que la perfección es el estado único y verdadero del ser.

La Mente única sabe todo lo que hay que saber sobre nuestro ser perfecto como idea amorosa del Amor. La salud del hombre se basa en lo que la Mente divina creó y conoce: todo lo bueno. Como expresión de Dios, el hombre sabe e incorpora sólo el bien. Mediante la oración podemos demostrar esto. Podemos elevarnos a un reconocimiento espiritual y demostrar la realidad de la salud siempre presente.

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