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para niños

Santiago ayuda a su mamá

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día mi mamá vino a recogerme a la casa de un amigo. Cuando íbamos caminando hacia nuestra casa, ella me dijo que no se sentía bien. Tan pronto como llegamos, mi mamá se recostó en el sofá. Mi hermanita Ana y yo teníamos hambre y mi mamá me pidió que buscara algo de comer que los dos pudiéramos compartir.

Para nosotros fue divertido usar un banquillo para que yo pudiera llegar a donde había algo de comer. Tomé un poco de requesón y busqué una cuchara. Ana pensó que era muy divertido que yo tuviera que darle de comer, y nos reímos mucho.

Muy pronto tuvimos sed. Era difícil alcanzar los vasos porque estaban en un gabinete muy alto. Fui entonces a la sala para pedirle ayuda a mamá, pero ella no se pudo levantar. Regresé a la cocina y en el lavaplatos encontré vasos limpios. Mientras preparaba nuestras bebidas, pensé en cómo se veía mamá, y me dije: “Ella también necesita ayuda”.

Yo sabía cómo podía ayudarla. Podía orar por ella. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana yo había estado aprendiendo a orar. Nuestra maestra nos habla de la Biblia y de Cristo Jesús. El sanaba a la gente porque sabía que Dios es Amor y que nos ama a todos. La maestra también nos lee de otro libro: Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Este libro nos dice cómo sanaba Cristo Jesús. Como los discípulos, nosotros también podemos aprender a sanar. Yo sabía esto porque había sido sanado de una fiebre y del estómago cuando mi familia y yo oramos.

Cuando pensé en mamá, me acordé de algo que mi papá me lee en la Biblia: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. Salmo 91:2. Esto me hizo recordar lo bueno y poderoso que es Dios. Sé que yo puedo confiar en El para que me mantenga a salvo siempre.

También recordé una oración que me habían enseñado en la Escuela Dominical: “Dios te guía, te guarda y te gobierna”. Me gusta esta oración y el versículo de la Biblia, porque dicen que no hay nada que me pueda apartar de la bondad de Dios. Yo sabía que mamá estaba bien porque ella siempre está a salvo en Dios.

Ana y yo volvimos a la sala. Mamá estaba sentada en el sofá con una expresión muy alegre en su cara. Sonrió y me dio un beso muy fuerte. Luego fue a la cocina para preparar la cena. Yo me sentí muy bien porque había podido usar lo que estaba aprendiendo para ayudar a mi mamá.

Nota de la madre: Cuando llegamos a casa, tenía dolores y me sentía muy débil. Pensé que debía tratar de comunicarme con mi esposo para pedirle que orara por mí, pero no pude hacer la llamada. Recostada en el sofá, oía la risa de los niños disfrutando de lo que comían y de lo que estaban bebiendo. Sentí mucha paz y me quedé dormida. Apenas había dormido unos minutos cuando oí el mensaje espiritual: “Levántate; ahora puedes hacer tu trabajo”. Estas inspiradas palabras me vinieron con tanta convicción que me senté inmediatamente. Poco después Santiago me dijo que había estado orando por mí. Su oración había afirmado que Dios estaba presente con nosotros en ese momento, y yo me desperté para darme cuenta de que en la presencia de Dios, quien es Todo, nada podía dominarme ni obstaculizar lo que debía hacer. Como la expresión espiritual de Dios, nunca podía estar separada de El.

Pronto pude ponerme a preparar la cena, totalmente libre de dolor. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “Es posible — sí, es deber y privilegio de todo niño, hombre y mujer — seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, la salud y la santidad”.Ciencia y Salud, pág. 37. Esto explica porqué fue tan natural para Santiago responder a mi necesidad con las verdades que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical y en el hogar.

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