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Cuando Una Mujer que...

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Una Mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, tocó el borde del manto de Jesús y fue sanada (véase Lucas 8:43–48), Jesús preguntó quien lo había tocado. La mujer vio la necesidad de decirle que era ella quien lo había tocado. Muchas veces he sido bendecida al leer los testimonios de aquellos que estuvieron dispuestos a reconocer lo que ha significado en su vida tocar el Cristo, y yo deseo hacer lo mismo.

En una época pensaba que la felicidad consistía más que nada en tener un buen matrimonio, y pensaba que lo tenía. Después de un tiempo me interesé en el estudio de la Ciencia Cristiana y, al principio, también se interesó mi esposo. Más adelante sintió que no podía participar en las actividades de la iglesia, y me dijo que yo también debería hacer lo mismo. Si me hubiera pedido cualquier otra cosa habría tratado de complacerlo sólo por mantener la armonía, pero estaba convencida de que estas actividades de la iglesia eran necesarias para mi propia comprensión de Dios, que me llenaban de gozo, y no podía comprometerme a prescindir de ellas.

Transcurrieron dos años de tirantez en nuestras relaciones, durante los cuales yo continué activa en el trabajo de la iglesia. Luego fui elegida para desempeñar el cargo de Segunda Lectora en mi iglesia y acepté el compromiso, y la resistencia de parte de mi esposo cesó y la armonía se restableció. Descubrí así que la felicidad podía incluir un matrimonio feliz, pero que no dependía de éste. Cuando este ser querido falleció relativamente joven, tuve muchos desafíos. No obstante, el dolor de la pérdida sanó bastante rápido al percibir claramente la continuidad de la Vida. El comprender que ni él ni yo podíamos estar separados de Dios sanó el dolor de la separación. La gratitud que sentí por el amor y el apoyo de los miembros de mi iglesia hizo desaparecer totalmente la tristeza.

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