Cuando Una Mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, tocó el borde del manto de Jesús y fue sanada (véase Lucas 8:43–48), Jesús preguntó quien lo había tocado. La mujer vio la necesidad de decirle que era ella quien lo había tocado. Muchas veces he sido bendecida al leer los testimonios de aquellos que estuvieron dispuestos a reconocer lo que ha significado en su vida tocar el Cristo, y yo deseo hacer lo mismo.
En una época pensaba que la felicidad consistía más que nada en tener un buen matrimonio, y pensaba que lo tenía. Después de un tiempo me interesé en el estudio de la Ciencia Cristiana y, al principio, también se interesó mi esposo. Más adelante sintió que no podía participar en las actividades de la iglesia, y me dijo que yo también debería hacer lo mismo. Si me hubiera pedido cualquier otra cosa habría tratado de complacerlo sólo por mantener la armonía, pero estaba convencida de que estas actividades de la iglesia eran necesarias para mi propia comprensión de Dios, que me llenaban de gozo, y no podía comprometerme a prescindir de ellas.
Transcurrieron dos años de tirantez en nuestras relaciones, durante los cuales yo continué activa en el trabajo de la iglesia. Luego fui elegida para desempeñar el cargo de Segunda Lectora en mi iglesia y acepté el compromiso, y la resistencia de parte de mi esposo cesó y la armonía se restableció. Descubrí así que la felicidad podía incluir un matrimonio feliz, pero que no dependía de éste. Cuando este ser querido falleció relativamente joven, tuve muchos desafíos. No obstante, el dolor de la pérdida sanó bastante rápido al percibir claramente la continuidad de la Vida. El comprender que ni él ni yo podíamos estar separados de Dios sanó el dolor de la separación. La gratitud que sentí por el amor y el apoyo de los miembros de mi iglesia hizo desaparecer totalmente la tristeza.
Mi vida tomó un rumbo diferente; en lugar de tener actividades sociales para sentirme acompañada, pasé horas en tranquila contemplación de las verdades reveladas en la Biblia y en las obras de la Sra. Eddy. Por algún tiempo fue necesario que me hiciera cargo de la administración del negocio de mi esposo, y luego, por un año, enseñé en una escuela. Pero mi estudio de las verdades espirituales me hizo sentir el deseo de dedicarme a la práctica pública de la Ciencia Cristiana. Puse especial atención en el siguiente pasaje de la página 457 de Ciencia y Salud, que dice así: “No se puede desparramar el fuego y al mismo tiempo dar en el blanco”. Decidí, por lo tanto, no firmar el contrato para enseñar al año siguiente y me aventuré a dedicarme a la práctica pública de la Ciencia Cristiana. Esto me trajo un maravilloso sentido de propósito, de verdadero compañerismo y sostenida provisión.
Una de las muchas curaciones físicas que he tenido ocurrió un día de mucho viento, cuando salí al jardín a averiguar la condición del techo de mi casa. Resbalé sobre un objeto de hierro y me lesioné el tobillo, el cual parecía estar fracturado, aunque no tuve un diagnóstico médico. No podía poner ningún peso sobre el pie, y me recosté en la cama con mucho dolor. En verdad, sólo podía encontrar alivio colocando el pie sobre una almohada.
Mientras trataba de encontrar una posición que pudiera soportar, me vino el pensamiento siguiente: “Si realmente crees lo que la Ciencia Cristiana enseña acerca de la naturaleza intachable del hombre, y la falsedad del dolor en la materia, ¿qué estás haciendo con tu pie sobre una almohada?” Retiré con mucho cuidado la almohada y el dolor desapareció instantáneamente. Me llevó unos días más para que desapareciera la hinchazón y el descoloramiento, pero desde ese momento ya no estuve más discapacitada.
En otra ocasión, tuve un problema físico muy doloroso que, aunque no se hizo un diagnóstico médico, parecían ser cálculos a los riñones. A pesar de los severos ataques de dolor que tenía de vez en cuando, siempre me fue posible hacer mi trabajo. Esto continuó por varios meses. Llamé a un practicista amigo para que me ayudara a percibir la nada del dolor y de este modo alcanzar un nivel más elevado de entendimiento espiritual.
Una mañana tomé una fuerte determinación mental, basada en una declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana: "Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones. Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien". (Ciencia y Salud, pág. 393). Llamé al practicista para sentir mayor tranquilidad. A medida que hablábamos del gran amor que Dios siente por cada uno de Sus hijos, sentí algo que se disolvía internamente. Supe que había sanado. Tuve algunos ataques después de eso, pero no me impresionaron. Sabía que la curación en la Ciencia Cristiana era completa, y he estado totalmente libre de ese problema por muchos años.
Después que había estado sola por más de veinte años, una hermosa amistad floreció en un nuevo matrimonio, que nos trajo mutuo entendimiento y felicidad. Más adelante, cuando nuevamente enviudé, reconocí firmemente que el bien viene directamente de Dios y es constante, y no desaparece cuando cambian las circunstancias humanas. Nuevas formas de expresar Amor se presentaron en mi vida, y solo puedo sentir gran humildad y aprecio por todo lo que Dios ha hecho por mí a través de la Ciencia Cristiana.
Park Ridge, Illinois, E. U. A.