Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Poco Tiempo Después de...

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Poco Tiempo Después de conocer la Ciencia Cristiana, estaba hirviendo la ropa que estaba lavando en una estufa provisional. Al levantar la olla, se me resbaló y el agua hirviendo se me derramó encima.

Clamé a Dios en voz alta para que El me librara de la quemadura. Me di cuenta de que al orar el dolor insoportable cesó, y como aún tenía otras cosas que hacer, fui a hacerlas. Cuando le conté a una señora lo que me acababa de pasar, ella no lo pudo creer, y su incredulidad me entristeció. Después de todo, Dios me había demostrado Su omnipotencia.

Cuando regresé a mi habitación, volví a sentir un dolor insoportable. La atmósfera de la habitación estaba pesada y amenazante. Luego encontré una cita que Mary Baker Eddy escribió en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, que dice así: “En la Ciencia Cristiana, negar la Verdad es funesto, mientras que un justo reconocimiento de la Verdad y de lo que ella ha hecho por nosotros es una ayuda eficaz” (página 372). Sospeché que yo había aceptado el comentario de la mujer que había negado la curación, y el dolor reapareció.

Al orar un poco más, el dolor desapareció completamente y sentí una paz maravillosa en mi habitación. Esto ocurrió antes de salir a visitar a una practicista de la Ciencia Cristiana como lo había planeado antes para recibir ayuda mediante la oración.

Poco después, una querida vecina vino a visitarme muy perturbada. Me contó que ella y su familia se encontraban en una situación horrible y que sentía que era imposible continuar viviendo. Me pidió que orara inmediatamente por ella en ese momento de necesidad, y regresó a su apartamento.

Dejé los quehaceres del hogar y enseguida recurrí completamente a Dios. Sabía que no nos podemos encontrar en ninguna situación en la que Dios no pueda ayudarnos. El amor que sentí por mi vecina me hizo orar con todo el corazón, y leí el libro Ciencia y Salud que acababa de comprar.

Después de una lucha de diez minutos, me sentí tranquila. Estaba convencida de la omnipotencia y omnipresencia de Dios. Poco tiempo después, mi vecina regresó llena de gratitud y me contó que la situación se había resuelto en una forma maravillosa, y que la familia se había librado de una situación insoportable. Me dijo, llena de gozo, que yo le había salvado la vida. Me di cuenta del poder que tiene la oración cuando se refleja y expresa al Amor divino.

En una ocasión me sentí completamente desesperada y desalentada. Entonces oí estas palabras: “Sé agradecida”. “¿De qué debo estar agradecida?”, pensé, y no encontré razón para estar agradecida. Aun así, obedecí las palabras y le di gracias a Dios por poder respirar. Continué encontrando razones para estar agradecida, y le agradecí a Dios el haber sido librada de tantos peligros durante la Segunda Guerra Mundial cuando nuestro país fue invadido.

Inmediatamente la desesperación se disipó. Esto me hizo entender que la gratitud nos saca de la depresión. Y a pesar de todos los obstáculos que he enfrentado, nunca después he sentido más desesperación.

Una mañana me desperté y me preparé para ir al trabajo. Pero de pronto me di cuenta de que tenía una hemorragia. Tuve que acostarme de nuevo y orar.

Me sentía muy mal y realmente necesitaba una taza de caldo, pero de ninguna manera podía prepararla yo misma. Y, por lo tanto, me sentía discapacitada, pero continué orando y confiando completamente en el Amor divino. Pensé que quizás me estaba muriendo. Pero estas palabras me llegaron al pensamiento, como si alguien las hubiese hablado en voz alta: “La Mente es la fuente de todo movimiento, acción y actividad”. Fue maravilloso. En ese mismo instante, dejé de sangrar, y de nuevo me sentí alerta y fuerte.

Un viernes de invierno estaba preocupada por mi madre porque ella casi no tenía carbón para calentar su casa. El carbón se estaba racionando en ese tiempo, y la próxima entrega llegaría en dos semanas. El pensar que mi madre se iba a congelar de frío me preocupaba mucho.

Entonces me volví a Dios con todo mi corazón. Llena de fe, pensé que Dios satisface las necesidades de todos sus hijos, y sabía que mi madre estaba bajo Su cuidado. Estos pensamientos constructivos me libraron y liberaron de la ansiedad que antes había sentido.

El siguiente domingo visité a mi madre. Me dijo que ese viernes, cuando estaba cargando lo último que quedaba de carbón, miró hacia arriba y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo: allí, inesperadamente, estaba la persona que le proporcionaba el carbón con su próxima entrega. Sentí que Dios había respondido a mis oraciones inmediatamente.

En otra ocasión yo tenía grandes problemas económicos. Pensé en la infinitud de Dios y en Su gran amor. Entonces recordé claramente estas palabras de Ciencia y Salud: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y alcanzaríamos la felicidad más fácilmente y la conservaríamos con mayor seguridad si la buscásemos en el Alma” (pág. 60).

De modo que oré, y el problema se resolvió maravillosamente. Le doy gracias a Dios por Su gran amor.

Son tantas las veces que he encontrado que la oración devota tiene respuesta. Los salmos cuarenta y seis y noventa y uno me han dado gran valor, fortaleza y protección en un sin número de ocasiones.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1995

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.