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¿Culturas antagónicas o una sola familia universal bajo el gobierno de Dios?

Del número de octubre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Muchos Lugares del mundo continúan las guerras. ¡Las culturas se enfrentan en todas partes! De vez en cuando las noticias nos informan de los intentos de destruir naciones enteras a través de la “depuración étnica”, todos ellos justificados en el nombre del nacionalismo, las tradiciones religiosas o el linaje. Incluso en sociedades donde no existe la guerra abierta, los jóvenes y las familias frecuentemente se dejan arrastrar por la violencia.

¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo podemos restablecer la armonía entre las culturas y en las familias, y ayudar a terminar con el sufrimiento?

La oración puede ayudar y nos acerca a Dios. La Ciencia Cristiana nos enseña que Dios es el Principio creador, el Espíritu infinito, la fuente y la esencia de nuestro ser; no es una fuerza mecánica sino la Mente divina siempre presente, con la cual podemos hablar como con un amado amigo y guía. ¡Dios es el divino Padre-Madre de cada uno de nosotros! Puesto que, como Mente divina El es la inteligencia absoluta, no destructiva sino constructiva, Lo conocemos como Amor. Dios no ha creado elementos opuestos programados para pelearse y destruirse unos a otros.

Entonces, si Dios es el bien, ¿de dónde vienen todos los conflictos y las catástrofes? Son la manifestación del terrible sistema de falsas creencias del mundo, conscientes y latentes, basadas en la premisa errónea de que la materia es inteligente y está destinada a constituir y gobernar el universo. Y a esta premisa se suma todo el potencial del dolor y el pandemónium.

Si creemos que vivimos en este contexto materialista, estamos expuestos a comenzar cada día viéndonos a nosotros mismos como mortales definidos por la raza, el color, la herencia y los antecedentes étnicos y personales. Quizás el sentido mortal nos clasifique como blancos o negros, croatas o serbios, israelíes o palestinos, hispanos u orientales, de ésta o aquella tribu africana, de esta parte de Irlanda o de aquélla. Pero existe un punto de vista más elevado. Tarde o temprano tendremos que vernos a nosotros mismos y a los demás como Dios nos ve, como la expresión de Su naturaleza, como miembros respetables de la familia universal de la Mente, ¡uno con El por lo tanto uno todos!

La Mente divina opera como una ley de acción y relación armoniosa con sus propias ideas. Puesto que el efecto siempre refleja su causa, el hombre, el linaje de Dios, lo refleja a El. El hombre no es un objeto-materia sujeto a todos los peligros de la existencia material. Nuestra sustancia no es la materia, sino la consciencia reflejada; en realidad somos una idea espiritual, no un físico. Cada uno de nosotros es la expresión individual de la Mente infinita, amados por la Mente, completos y libres.

Cuando despertamos y percibimos que nuestra vida es el reflejo de Dios, el Amor divino, cualquier dificultad desaparece; ya no podemos sentir odio. Nuestros resentimientos latentes se desvanecen. Se abre una perspectiva mucho más grandiosa, y crece el afecto mutuo. Un himno en el Himnario de la Ciencia Cristiana dice: “Es el Amor el que sana asperezas”.Himnario, N.° 278.

La Ciencia Cristiana es un poder espiritual que nos eleva. No nos enseña a despreciar a nadie. Ninguna idea de Dios carece de valor o es prescindible. La imagen que nos muestra como una supuesta naturaleza mortal se desvanece frente a la auténtica percepción del hombre espiritual, noble, armonioso y en paz. El Apóstol Pablo dijo: “Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas”. 1 Tesal. 5:5. Así que no cometamos el error de amar solo a aquellos que forman parte de nuestra cultura y de nuestra religión. Antes bien busquemos en todas partes la bondad inherente al hombre que Dios ha creado. Esto ayuda a despejar el camino para que los individuos y las culturas no choquen, para que cada uno pueda enriquecer al otro y prevalezca la compasión.

¿Qué sucede si el problema parece superarnos y dudamos de la eficacia de nuestras oraciones? Cuando Moisés dudó de su capacidad para guiar a los hijos de Israel y sacarlos de Egipto, el mensaje de Dios vino a él en estos términos: “YO SOY EL QUE SOY:... Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”. Ex. 3:14. Este mensaje también está dirigido a usted y a mí. El YO SOY omnipotente y divino puede guiarnos a las verdades sanadoras que necesitamos comprender y a las que debemos aferrarnos, y también a los pasos que debemos tomar para que las soluciones correctas se manifiesten. Este YO SOY es el poder que hace prevalecer la verdad espiritual en nombre de la humanidad. Separará la paja — los puntos de vista errados — del trigo, frente a cada conflicto que haya en el mundo, y salvará el grano para ser usado apropiadamente.

Cada paso de progreso espiritual que cada uno de nosotros logre en su propia experiencia por medio del Amor, cada impulso airado que silenciemos, puede hacer que el amor trascienda en la consciencia humana, llegando cada vez más lejos y bendiciendo a todos aquellos que estén involucrados. De esta manera, no aprobamos ni condonamos el mal que percibimos en el pensamiento humano, sino que cambiamos conscientemente el sentido falso y pecaminoso por la verdad del ser del hombre como Dios lo ve. Esta corrección del pensamiento demuestra la acción del poder del Cristo, que Jesús ejemplificó, y sana todo lo que necesita ser sanado.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy explica: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476—477. De esta forma estamos trabajando en la Ciencia, la Ciencia del ser misma, inagotable e infalible. El efecto sanador de la Verdad y el Amor que gobierna mi propio pensamiento se ha manifestado en mi experiencia personal en numerosas ocasiones, por ejemplo, al restablecer la armonía en ambientes hostiles, así como al invertir los efectos de un grave accidente, al sanar enfermedades y al suministrar provisión. Pero en esta ocasión resulta particularmente oportuna la experiencia de una amiga. Mientras prestaba servicio en el sector estadounidense en Berlín, después de la Segunda Guerra Mundial, se unió a un pequeño grupo de Científicos Cristianos, entre los cuales había refugiados de Europa Oriental, así como miembros de las fuerzas invasoras: ingleses, rusos, franceses y estadounidenses. Este grupo estaba integrado por personas de diferentes razas, rangos militares y nivel social. Todas estas queridas personas estaban demostrando la hermandad universal del hombre, de los hijos y las hijas de Dios.

Dejaron de lado toda clasificación mortal. Todos se esforzaban por mantenerse imparciales y ayudarse unos a otros en todo lo que podían, a veces incluso revolviendo juntos los tachos de basura para encontrar comida y compartirla hasta que sus necesidades fueran satisfechas más plenamente. Se aferraban a la verdad de que Dios era el Padre-Madre de todos ellos, y que satisfacía todas las necesidades de cada uno de Sus hijos. El amor fraternal, el lenguaje universal que refleja a Dios, los unía. En esas condiciones tan extremas se manifestó la familia universal del hombre, ¡que el Padre-Madre único, Dios, cuida y protege!

Es necesario que durante las crisis actuales en la historia humana, percibamos con convicción que a través de la total infinitud de la realidad divina, las motivaciones y las acciones erradas no existen; son nulas e inválidas. Sabiendo que el Amor es omnipotente y que nunca falla, podemos negarnos a que nos utilice el sentido material, ya sea como víctimas o como victimarios del odio. Las falsas pretensiones del error sólo pueden exponerse y destruirse a sí mismas. Podemos aferrarnos firmemente a la verdad de que el hombre está protegido en todo momento por la presencia eterna del Amor. Indefectiblemente, el YO SOY, el Amor y la Verdad, da la victoria final al bien.

En Ciencia y Salud leemos: “Si estás revestido de la panoplia del Amor, el odio humano no puede tocarte. El cemento de una humanidad más elevada unirá todos los intereses en la divinidad única”.Ibid., pág. 571. Y Cristo Jesús nos dice: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:28. Partiendo de estas promesas podemos lograr una posición sólida frente a toda evidencia falsa con la cual la creencia mundana nos esté atacando. El hecho es que Dios, el Amor divino, sostiene todo el mundo en Sus brazos, incluyéndonos a usted y a mí; nos ve a cada uno de nosotros a Su propia imagen bendecida, uno en Amor, para siempre. Esta clase de oración echa abajo cualquier pared mental con la cual el sentido material intente dividirnos.

¡Qué grandiosa curación realizaría un ejército de individuos como usted y yo, reconociendo firmemente en oración el poder del Cristo, la manifestación del Dios Todopoderoso, al cual Jesús demostró al sanar a los enfermos, al resucitar a los muertos y al calmar la tempestad! Viviendo en el amor del Cristo, que todo lo abarca, y sintiendo el amor del Padre que cuida de nosotros en todo momento, nos habremos “revestido del nuevo [hombre], el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, siervo ni libre, ... sino que Cristo es el todo, y en todos”. Col. 3: 10, 11.

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