Con El Corazon lleno de gratitud, comparto esta curación que tuvo lugar varios años atrás. Espero que ayude a cualquier otra persona que pueda estar enfrentando una situación similar.
Cuando mi hermana tenía una enfermedad muy seria, me reuní con los miembros de la familia en un sanatorio local. Allí me decepcionó saber que por las exigencias de su familia, había dejado todo tratamiento de la Ciencia Cristiana y había puesto de lado su Biblia y el libro Ciencia y Salud.
Años antes habíamos crecido en el mismo pueblo pequeño, donde mi madre era una Científica Cristiana activa. Nunca había oído comentarios desfavorables sobre la Ciencia Cristiana por parte de estas personas. Sin embargo, en ese momento debía haber estado más alerta al disgusto intenso que ellos sentían por lo que ellos creían que la Ciencia Cristiana representaba; durante ese tiempo yo también era el Primer Lector de mi iglesia. Un comentario lleno de odio dirigido directamente a mí específicamente vino de uno de los miembros de la familia. Me tomó desprevenido y, aunque no dije nada, me sentí herido.
Alrededor de dos semanas más tarde, me enfermé con lo que parecía ser un virus de influenza. Una practicista oró para ayudarme. Un día ella me dijo que tenía que irse por un tiempo, y le dije que trataría de orar por mí mismo. Por una semana continué sufriendo y deteriorándome, hasta que no podía ya estudiar ni tomar alimento. Al despertarme una mañana, me asombró ver cuanto peso había perdido.
Sabiendo que no iba a durar mucho tiempo de esta manera, llamé a mi maestra de la Ciencia Cristiana en otro estado del país. Le dije que lo que primero pensé que era un virus ahora parecía más como si fuera envenenamiento. Rápidamente ella me preguntó si me acordaba de algo que la Sra. Eddy dijo una vez sobre el virus, recordándome la siguiente declaración que aparece en la página 12 de Escritos Misceláneos: "No odiéis a nadie; pues el odio es un foco de infección que propaga su virus y acaba por matar". (Esa declaración es del artículo titulado "Amad a vuestros enemigos".) Me dijo que el odio es carencia, carencia de amor, pero que el Amor divino es omnipotente; por lo tanto, nadie puede ser odioso.
Le conté a mi maestra lo que había sucedido con la familia. Y al hablar, sané instantáneamente; en un momento me sentía cerca de la muerte, y en el otro, estaba totalmente libre. Esto ocurrió un lunes. Para el viernes, ya había logrado recuperar mi peso, y estaba en mi lugar como Lector el domingo por la mañana.
La Descubridora de la Ciencia Cristiana hace una declaración importante cuando dice: ".. . en la metafísica el hecho es que sólo la mente del individuo puede producir un resultado sobre su cuerpo. La creencia que produce este resultado puede ser totalmente desconocida para el individuo, porque yace en el pensamiento inconsciente, y es la causa latente que produce el efecto que vemos" (La curación cristiana, pág. 6). También dice lo siguiente: "La flecha mental lanzada por el arco de otro prácticamente no daña, a menos que nuestro pensamiento la arme de púas" (Escritos Misceláneos, págs. 223–224). Aprendí que los pensamientos de otras personas no pueden afectarme a menos que yo mismo crea que esto es posible. Esta fue una dura lección, pero también fue un peldaño en mi progreso espiritual.
Estoy cada vez más agradecido a todos los practicistas y maestros de la Ciencia Cristiana por su vigilancia constante y por su disposición de orar en todo momento.
Tecumseh, Misuri, E.U.A.
