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¿Sin hogar? ¡De ninguna manera!

Del número de marzo de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todos Los Dias cuando camino de mi auto a la oficina, me saluda un hombre que vive en una caja de cartón apoyada contra la escalera de incendios del callejón posterior. Es siempre cortés y jovial. Hay otros que asoman sus cabezas fuera de sacos de dormir o salen de autos donde han pasado la noche. Por lo general, piden limosna, y algunos se ponen desagradables si no reciben algo. Hay otro muy simpático que vivía en un auto que la policía le confiscó; ahora lava y repara autos para ahorrar lo suficiente para comprar otro coche en que vivir.

Habiendo pasado por ese callejón todas las mañanas durante seis años, he buscado cómo hacer una contribución útil y eficaz para aliviar esta deficiencia urbana.

He encontrado en la Santa Biblia la solución a toda condición difícil, así que es allí donde empecé mi búsqueda de una respuesta. Noté muchas similitudes entre la gente sin hogar en mi ciudad, aquí a fines del siglo XX, y los mendigos a la vera de los caminos, las multitudes pidiendo ayuda, y aquellos sentados al lado del estanque de Bethesda dos mil años atrás, que describe la Biblia.

¿Qué hicieron Cristo Jesús y sus seguidores?

En los relatos de sus curaciones — de los ciegos, los leprosos, el muchacho epiléptico, la mujer con hemorragia y otros — uno se da cuenta de que Jesús, con sus instructivas preguntas y directivas, no dirigía su atención a la condición física, sino al pensamiento.

Por ejemplo, antes de sanar al hombre que "no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros", Jesús le preguntó: "¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él". Lucas 8:27, 30. Tales penetrantes e instructivas preguntas impulsadas espiritualmente ponían al descubierto el pensamiento del individuo y la naturaleza de lo que requería ser sanado o transformado.

Sentí que al hacerme algunas preguntas comenzaría a transformar mi mira y enfoque para ayudar a los llamados sin hogar. Primero me pregunté: ¿Qué tiene que cambiar? Comprendí rápidamente que la visión mortal y limitante del hombre visto con los ojos físicos, tiene que ser reemplazada por la visión del hombre a la manera del Cristo como Dios lo creó: espiritual, incorpóreo, perfecto, satisfecho, completo.

Una pregunta que empezó a cambiar mis pensamientos de aceptar el cuadro delante de mí hacia un concepto más espiritualizado de cada situación y persona, fue: "¿Cómo ve Dios esto?" La Biblia declara que Dios vio todo lo que había hecho como "muy bueno". Gén. 1:31. El Commentary on the Holy Bible de Dummelow explica que el término bueno usado en ese capítulo significa "perfecto para el propósito para el cual Dios lo diseñó". De modo que cada uno de los hijos de Dios tiene un propósito que Dios le dio. Este no incluye carencia ni limitación en ninguna forma, ni ignorancia del, ni resistencia al, bien que Dios está proveyendo.

¿Qué me hace a mí mejor que quienes están hoy sin hogar? Nada. Todo lo que yo sé que es cierto acerca de mí, como idea de Dios, es cierto acerca de cada individuo; y así es como debo ver a todos. ¿Acaso Dios no ha provisto todo para Su creación? Dios, el Espíritu omnipresente, omnipotente y omnisciente ha dado con plenitud a cada una y todas Sus ideas. El sentido material de la existencia es el culpable que dice que la materia es la que dicta en qué medida nos sentimos realizados y somos completos, buenos o exitosos. En contraste, el sentido espiritual evalúa cuán rica es nuestra hermosa relación con Dios, y cómo podemos ver Su amor por nosotros. Esta relación espiritual con Dios está establecida, segura y protegida para siempre. De modo que todos somos capaces de experimentar la provisión de Dios.

El preguntarme: "¿De qué modo estoy contribuyendo a bendecir a las personas sin hogar cuando dono dinero o comida?", ha traído humilde oración. A menudo en el pasado, cuando daba comida o monedas a la gente, no los elevaba en mi pensamiento de su situación de necesidad. El creer que yo tenía algo que ellos necesitaban y no tenían, no contribuía a un cambio en su consciencia hacia el reconocimiento de que Dios es la fuente eterna de todo el bien. Comprendiendo esto, antes de dar a otros, ahora primero me vuelvo a Dios, como el verdadero Padre-Madre de todos. Al elevarme por encima del pensamiento de que el hombre puede carecer de algo, siento que esto está contribuyendo a que quienes no tienen hogar tomen consciencia de su propia provisión otorgada por Dios.

¿Cómo es de eficaz esta oración?

La oración es eficaz en la medida en que nos volvemos a Dios como el único poder y fuente genuinos, y en la medida en que nuestro motivo es puro y basado en la espiritualidad. La oración sana cuando deja de pedir que Dios mueva la materia en derredor, al reconocimiento y afirmación de que El ya ha provisto y cuidado de manera maravillosa cada aspecto de Su creación. Es el único método viable por el cual corregir el falso sentido de la identidad y el estilo de vida de las víctimas sin hogar.

Yo he experimentado los efectos sanadores de tal oración. A fines de 1986 tuve que mudarme de mi hogar de muchos años; literalmente no tenía lugar donde ir ni dinero para pagar un alquiler. En menos de dos años, trece domicilios diferentes fueron mi hogar; mis gatos hasta vivieron en mi oficina por seis meses para evitar todas las mudanzas que tuve que hacer. Tenía todas las características de una persona sin hogar y, sin embargo, no vivía en la calle. Las oraciones de tantos años ahora me estaban cuidando. Abrigaba en mi corazón un concepto espiritual de hogar que nadie me podía quitar. Me lo había dado Dios. En medio del revuelo, yo estaba morando en realidad en el reino de Dios, el cielo, la armonía espiritual. Me sentía en paz a pesar de las mudanzas.

Durante este tiempo oraba diligentemente. También estudiaba y escudriñaba la Biblia en busca de nuevas ideas acerca del hogar, la morada, la residencia. Juntamente con este estudio, más de una vez leí Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. (Al principio de su búsqueda sobre cómo difundir el nuevo entendimiento de Dios y de la eficacia sanadora de la oración que había ganado a través de su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy muchas veces también se encontró en la calle.)

A menudo sentí la presencia divina. También, en cada etapa, a medida que aumentaba mi entendimiento de que el hogar es una idea espiritual que no puede ser separada del hombre de Dios, los lugares que conseguía eran cada vez mejores. Y finalmente me establecí en un lugar donde podía vivir con estabilidad y normalidad.

Esta experiencia me dio un punto de vista más similar al del Cristo sobre aquellos que viven en los callejones. Percibí que la preciada y apropiada provisión de hogar que Dios brinda estaba allí con ellos. Comprendí que ellos no podían ser cegados, sea por la química, la historia, las condiciones, o la falsa identificación, a este hecho espiritual acerca de ellos.

Mis oraciones diarias todavía son necesarias — todas nuestras oraciones — para aquellos que viven en la calle. Yo sé que la oración es eficaz, afirmando la omnipresencia del amor que Dios tiene para todos Sus hijos. Y he estado tan agradecida por haber podido observar que algunas de estas personas han progresado, y han obtenido trabajos y modestos apartamentos. Una pareja, haciendo sencillos trabajos locales, ahorraron suficiente dinero para poder viajar a otro estado donde los esperaba un apartamento, coche y trabajo. Una mujer descubrió que sus talentos le permitieron ser elegida para administrar un edificio de apartamentos, de modo que obtuvo morada y trabajo.

¿Son éstas señales de progreso o mera coincidencia? No, porque estoy segura de que hay muchos que están colaborando y orando para aliviar las situaciones de aquellos sin hogar. ¿Fue solamente mi oración la que trajo estos resultados? ¡No! Toda oración cristiana es importante porque eleva a aquellos que incluimos en nuestros pensamientos a un mejor sentido de las identidades que Dios les otorga.

Unámonos y oremos diariamente por el bienestar de nuestras comunidades. Nunca más debemos aceptar que el hijo de Dios está sin hogar.

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