Cuando Yo Tenia entre seis y ocho años, asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Durante mi adolescencia iba de vez en cuando a una iglesia o a una conferencia. En nuestro hogar no hablábamos sobre la Ciencia Cristiana, ni leíamos las Lecciones Bíblicas. Comencé a fumar y a beber; yo estaba buscando algo, pero no sabía qué.
Alrededor de los treinta años me di cuenta de que tenía un problema físico, aunque no podía definir muy bien cual era el problema. Había tenido problemas de salud prácticamente toda la vida. Una noche me volví a Dios, y poco a poco recordé "la declaración científica del ser" de Ciencia y Salud y el Padre Nuestro. Los había aprendido en la Escuela Dominical, y me aferré a ellos durante varias horas. Esa noche, realmente sané del deseo de beber. Aunque había estado al borde del alcoholismo, mi deseo por el alcohol desapareció en forma permanente.
Los médicos me informaron que mi cuerpo rechazaba los medicamentos que me habían recetado para mi enfermedad. Dejé de tomarlos y le dije a mi esposo que deseaba un tratamiento en la Ciencia Cristiana, lo cual a él le pareció bien. Un sábado llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y ella comenzó a orar por mí. Al mismo tiempo yo comencé a leer Ciencia y Salud.
Yo tenía otra cita con el médico para el lunes por la tarde. Cuando me examinó, me dijo que uno de mis ovarios, cuyo tamaño era el doble de lo normal y que tenía una infección muy seria, ahora estaba sano.
Comencé a estudiar la Ciencia Cristiana y a ir a la iglesia. Después de un año yo deseaba afiliarme a la iglesia y participar en ella activamente, pero todavía fumaba. Decidí pedir una solicitud de afiliación, pero no podía decir que estaba libre del uso del tabaco. Hablé con una practicista sobre esto y ella mencionó la pág. 253 de Ciencia y Salud: "Si crees en el mal y lo practicas a sabiendas, puedes cambiar en seguida tu proceder y obrar bien. La materia no puede oponerse de ningún modo a los esfuerzos justos contra el pecado y la enfermedad, porque la materia es inerte, sin mente". Ella hizo énfasis en las palabras "en seguida". Cuando colgué el teléfono, iba a encender un cigarrillo. Pero fue como si alguien me dijera: "Ella dijo 'en seguida' ". Tiré el fósforo y me sané al instante. También, al mismo tiempo sané de una pérdida vaginal que los médicos no habían podido diagnosticar ni sanar.
Otra curación que significó mucho para mí se produjo cuando me lastimé un pie. No podía soportar ni una sábana sobre él, y me acostaba con el pie sobre un almohadón. Al día siguiente le pedí ayuda a una practicista. Esas palabras tan familiares de la Biblia: "¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?", vinieron a mí (Salmo 78:19). Me pregunté qué tendría que ver mi pie con una mesa en el desierto. Al buscar las mismas palabras en la Concordancia de Ciencia y Salud, encontré lo siguiente: "Existe hoy día el peligro de repetir la ofensa de los judíos por limitar al Santo de Israel y preguntar: '¿Podrá poner mesa en el desierto?' ¿Qué no puede hacer Dios?" (pág. 135).
Me di cuenta de que estaba pensando que si fuese "simplemente" un esguince, Dios lo podía sanar, pero si había una fractura, habría que acomodar el hueso y luego enyesar, y que debería faltar a mi trabajo (cosa que no estaba en condiciones de hacer). De pronto comprendí que no había ninguna diferencia en cómo se llamaba la lastimadura; Dios podía sanarla. Una hora después, pude caminar con entera libertad.
Hemos tenido muchas curaciones maravillosas en nuestro hogar, de polio, fractura de clavícula, cortes y un dedo machucado, por nombrar sólo algunas.
Estoy agradecida a Dios, a Cristo Jesús y a Mary Baker Eddy, y también por la instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana y por la iglesia donde he podido servir en casi todos los cargos.
Loves Park, Illinois, E.U.A.
