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Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras...

Del número de junio de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy nos enseña que "tumores, úlceras, tubérculos, inflamaciones, dolores, coyunturas deformadas, son sombras de sueños diurnos, imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante la luz de la Verdad" (pág. 418). En 1992 tuve una curación que me ilustró esta idea con mucha claridad.

Una noche, sorpresivamente, sentí un dolor intenso en el abdomen por lo que pedí a mi esposo que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. El practicista oró por mí y yo permanecí en quietud y pasé una noche bastante tranquila.Estuve toda una semana orando para superar completamente esta agresión. Varias veces, durante esa semana, sentí mucho temor, e imágenes de enfermedad que había visto en otra mujer vinieron a mi pensamiento. Siempre me había sentido agradecida por entender que el hombre es la idea espiritual de Dios, intocable por la enfermedad o el deterioro. Pero yo estaba allí, teniendo los mismos síntomas.

Durante esa semana de oración, lucha y aprendizaje, me volví impaciente y le dije al practicista: "Usted siempre me ayudó antes". El me contestó con tranquilidad: "Y te ayudaré esta vez", sabiendo correctamente que este dolor y este temor no tenían ninguna oportunidad si eran enfrentados con la oración científica e inquebrantable y con la confianza en Dios.

Mi esposo me había traído un disco compacto con la grabación del texto de Ciencia y Salud, que escuché repetidas veces hasta que la siguiente frase me llamó la atención; en realidad, el entender esta afirmación fue un punto decisivo: "La acción restablecedora del organismo, cuando es sostenida mentalmente por la Verdad, sigue su curso natural" (pág. 447). Pude entender que el proceso de curación estaba en acción; esto sustituyó el temor con la confianza y en un breve lapso el dolor desapareció.

Al día siguiente, un domingo, hice la limpieza y ordené mi cuarto. Me regocijé y agradecí al Padre por la curación. Entonces recordé que el vestíbulo todavía no estaba limpio y pensé que lo podía hacer y de esta forma probar la curación. Esto, sin embargo, incluía dudas, y el resultado fue que volví a sentir un poco de dolor. Con la ayuda del practicista continué orando y esto me permitió hacer mis tareas y obligaciones normales.

Al final de la segunda semana escuché una conferencia de la Ciencia Cristiana. El conferenciante relató una rápida curación que había tenido, excepto por algo pequeño que no había sido sanado. Al estudiar más pudo comprender que estaba tratando, con la ayuda de Dios, de restituir su antiguo estado de salud. Entonces él vio que una curación en la Ciencia Cristiana siempre incluye un nuevo concepto del hombre, el hombre de la creación de Dios. Esta nueva perspectiva había producido la curación completa. Lo mismo me sucedió a mí. Al entender que yo era la idea espiritual de Dios, la curación de todos los efectos del problema abdominal fue completa. Como Pablo dijo en su segunda Epístola a los Corintios: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (5:17). Desde entonces no he vuelto a tener los síntomas.

En otra ocasión, unos días antes de Navidad, estaba de pie frente a mi escritorio. Decidí sentarme, pero la silla no estaba atrás mío y caí hacia atrás, contra el borde de una mesita. De inmediato afirmé la presencia del amor de Dios, y que el hombre, por ser la semejanza de Dios, no puede caer de su estado de perfección. Traté de levantarme, pero sólo pude arrastrarme; todo intento de levantarme por mí misma me causaba un terrible dolor en la espalda. Pude llamar a un practicista por teléfono, quien, mediante la oración, me ayudó a mantener mi pensamiento en la identidad espiritual del hombre, en vez de en el dolor y la materialidad. También pude, un poco más tarde, comer algo.

Ya que me era imposible ir a la cama o al baño, llamé a una enfermera de la Ciencia Cristiana, que vino esa noche para ayudarme. Cuando vio los esfuerzos que hacía para moverme, me sugirió que pensara que Dios realizaba toda actividad real y espiritual, y que el hombre era el reflejo de esa acción. Este pensamiento me ayudó tremendamente. Durante la noche, cuando tenía que moverme, parecía algo imposible. El pensamiento, "Dios lo hace", me daba fuerzas para resistir el dolor y eso eliminaba el temor.

Paso a paso me incorporaba, me levantaba, me inclinaba para mantener mi cuarto ordenado, sabiendo siempre que nada me podía impedir que percibiera mi compleción espiritual.

Después de varios días la única ayuda que necesitaba era un brazo para levantarme de la silla. Siempre que sentía dolor en la espalda o me preguntaba si algo podía estar quebrado, pensaba: "Como el reflejo de la Vida divina, nunca tuve un accidente. Dios no conoce la desarmonía". Y con el salmista podía decir: "Te alabaré; porque asombrosa y maravillosamente he sido formado" (Salmo 139:14, según la versión Moderna). Al término de dos semanas, ya no había ningún vestigio de la lesión.

Lo importante que recuerdo de esta curación es: no aceptar la discapacidad, hacer progresivamente lo que pueda hacer por mi cuenta, desafiar el temor al dolor, que muchas veces me hacía pensar que mi cuerpo estaba hecho de plomo. La ayuda de mi familia, la enfermera y el practicista fue muy importante para mí.

Doy gracias por esta curación. ¿No es maravilloso saber que siempre tenemos a nuestro alcance esta ayuda que nunca falla?


Soy el marido de Erika y puedo corroborar ambas curaciones. Fueron sucesos muy agradables para mí, que mostraron cuán rápida y perfecta es posible la curación en la Ciencia Cristiana. También comprendí qué importante es tener completa confianza en la Verdad. El amor y el poder de Dios nunca fallan. Tenemos razón en elogiar Su poderío día y noche. Al igual que mi familia, estoy muy agradecido por esta verdad.

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