En el Pasado yo no podía dejar de sonreír con algo de menosprecio siempre que veía a la gente mayor juntando cuidadosamente cuanta migaja hubiese en la mesa y guardando las sobras de la cena para otra comida. ¡Cómo me burlaba de lo que yo consideraba que era mezquindad de una mente estrecha! Yo especulaba que quizás ellos no se podían acostumbrar al hecho de que los tiempos duros ya no existen. Pero ¿es acaso tan solo un hábito que hace que la gente junte hasta las más pequeñas migajas de pan?
A medida que mi entendimiento espiritual ha crecido, he llegado a comprender que la cuidadosa utilización de las reservas que uno tiene, puede ser una forma de expresar gratitud y aprecio. Cuando alimentaba a los cinco mil, Cristo Jesús dio gracias por los cinco panes y dos peces y los hizo distribuir, aun cuando seguramente nadie fuera de él esperaba que tan cuantiosa multitud pudiese ser alimentada con tan poca comida. Véase Mateo 14:15–21. El no se aferró a lo poco que tenía por miedo a que le faltase algo más tarde. El probó que Dios ama a todos Sus hijos y que este amor proveería lo necesario para todos, aun cuando las condiciones humanas sugiriesen que las provisiones eran inadecuadas. Dando gracias, él hizo uso de los panes y los peces, confiando en que Dios satisfaría la necesidad. Su entendimiento espiritual de la relación inseparable que cada individuo tiene con Dios, lo facultaba para reconocer las abundantes provisiones de la única fuente divina que bendice y provee todo.
A este respecto la Sra. Eddy, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, dice: "En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo lo que bendice a uno bendice a todos, como lo demostró Jesús con los panes y los peces — siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de provisión".Ciencia y Salud, pág. 206.
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