"¡Me Gustaria Uno de ésos!" dijo mi amiga, señalando la deliciosa bebida helada de fresas Daiquirí, cuya foto se veía en el medio de la mesa. "Solamente que me gustaría sin alcohol".
Nuestro camarero escribió algo de prisa y dijo: "Un Daiquirí impostor". Pensé que había oído mal. De modo que pregunté: "¿Dijo un Daiquirí impostor?"
"Por supuesto", dijo el camarero alegremente. "¡Llamamos a todas las bebidas sin alcohol 'impostores'!"
Bueno, ése era un nuevo concepto para mi amiga y para mí. Nos reímos porque no concebíamos que una inocente bebida helada de fresa con azúcar pudiera llamarse "impostor". De todos modos, para nosotras el alcohol era el impostor.
Más tarde, reflexioné un poco más acerca de los impostores. Entonces fue cuando me di cuenta de que Cristo Jesús hablaba de los impostores cuando dijo a sus discípulos que se cuidaran de la gente que trataba de corromperlos. "Guardaos de los falsos profetas", les dijo, "que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces". Mateo 7:15.
Jesús explicó cómo podemos distinguir la diferencia entre los falsos profetas y los auténticos, entre los impostores y lo que es verdadero. "Por sus frutos los conoceréis", les dijo. Se conoce a los verdaderos cristianos por las buenas obras que hacen, por su genuina espiritualidad. Se reconoce a los impostores por sus nocivas obras. Esta prueba es infalible. Tal como Jesús dijo: "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos". Mateo 7:16, 18.
El Maestro dejó bien claro que los impostores son peligrosos. Devorarían a los cristianos, como los lobos carnívoros que atacan a las inocentes ovejas. Los lobos se esconden durante el día, pero tratan de meterse en el rebaño al anochecer, mezclándose con las ovejas. Si el pastor no estuviera vigilando atentamente la puerta por la que entra su rebaño, un lobo podría escabullirse frente a él para atacar y matar a las ovejas indefensas.
En el sentido más fundamental, el impostor es siempre la mente carnal con sus pensamientos engañosos. Y necesitamos enfrentar estos pensamientos como el Maestro nos enseñó — identificarlos rápidamente y eliminarlos— para "[echarlos] en el fuego". Mateo 7:19.
A veces los pensamientos impostores se disfrazan muy sutilmente. Se presentan como si fueran nuestros propios pensamientos, sugiriéndonos que tenemos deficiencia en algún aspecto, ya sea como falta de inteligencia, dinero, oportunidades o salud. A veces nos imponen falsas presunciones, presunciones que tampoco son de nuestra propia creación.
La base de estas falsas presunciones es generalmente que la materia es todo lo que existe, y el fin de toda existencia. Que la satisfacción, la salud y el éxito son básicamente materiales. Y que pueden repentinamente ser interrumpidos en cualquier momento porque están a merced de los caprichos y antojos de las condiciones materiales.
Estos son la clase de pensamientos impostores sobre los cuales Mary Baker Eddy nos advierte en Ciencia y Salud cuando escribe: "Estad de portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente.. . El dolor o el placer tiene que provenir de la mente, y como un guardián que abandona su puesto admitimos la creencia intrusa, olvidando que con la ayuda divina podemos prohibirle la entrada".Ciencia y Salud, págs. 392-393.
De esta manera, el estudio de la Ciencia Cristiana nos muestra que la vigilancia espiritual es absolutamente necesaria para cuidarse de los impostores. Pero también se necesita algo más: la inocencia espiritual. Es esta combinación de la vigilancia del pastor y la pureza de las ovejas lo que Jesús recomendó a sus discípulos cuando los envió en su primera misión sanadora. "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas". Mateo 10:16.
¿Pero acaso esta inocencia implica ser ingenuo y hasta algo torpe frente al mal? De ninguna manera. Significa que se tiene que ser lo suficientemente inocente, de pensamiento lo suficientemente espiritualizado, como para creer que solo el bien, — el Espíritu infinito — puede tener poder. Significa ser muy puro e inteligente para creer que somos nada menos que los hijos de Dios, espirituales y completos y magníficamente provistos de todo, tal cual Dios nos creó.
La inocencia espiritual nos da poder para percibir y discernir que los impostores son impostores — como imposiciones ilegítimas — en vez de aceptarlos como realidades capaces de hacernos víctimas de ellos. Y una vez que, por medio de la vigilancia e inocencia, vemos que el impostor es un impostor porque no tiene entidad, estamos a salvo. La protección es segura.
Ciencia y Salud describe este esclarecimiento de nuestra visión mental con estas palabras: "Las corrientes serenas y vigorosas de verdadera espiritualidad, que se manifiestan en salud, pureza e inmolación propia, tienen que profundizar la experiencia humana, hasta que se reconozca que las creencias de la existencia material son una evidente imposición, y el pecado, la enfermedad y la muerte den lugar eterno a la demostración científica del Espíritu divino y al hombre de Dios, espiritual y perfecto".Ciencia y Salud, pág. 99.
Hace algunos meses, repentinamente un día no podía enderezar el cuello. Me sentía tan incómoda que tuve que ir a casa y recostarme. Traté de todo corazón de abrir mi pensamiento a "las corrientes serenas y vigorosas de verdadera espiritualidad", pero en ese momento, sólo el dolor ocupaba mi pensamiento. Al día siguiente, estuve de vuelta en la oficina, pero no podía trabajar con la eficiencia necesaria.
Entonces me aparté por unos minutos para estar a solas en oración antes de una reunión importante, y de pronto percibí — con asombrosa claridad — lo que era y lo que no era real acerca de la situación. Comprendí que la perfección de Dios y mi estado como Su semejanza totalmente espiritual eran lo real. El dolor en el cuello y la preocupación que me consumía y que había sentido por varios días sobre ciertas circunstancias personales no eran reales. Solo eran imposiciones que se me presentaban para perturbar mi paz y para privarme de mi capacidad para servir a Dios. Era tan simple como esto. Enseguida me sentí mucho mejor. A la mañana siguiente estaba totalmente bien.
No tenemos que pensar pensamientos impostores. Tenemos el derecho divino de rechazar estas imposiciones y de resistir la tendencia de la mentalidad mortal que trataría de engañarnos y hacernos creer que la irrealidad es la realidad, y que procuraría que hasta lo bueno parezca un impostor. El Espíritu puro está en todo momento revelándonos infinidad de pensamientos hermosos y verdaderos. Y el aferrarse tan siquiera a uno de estos pensamientos verdaderos, es suficiente para erradicar al más obstinado de los pensamientos impostores.