En un Mundo que la mayoría ele nosotros consideramos muy sofisticado, a veces se nos induce a creer que la integridad puede ser algo flexible, sujeta a cualquier circunstancia que se presente.
Aprendí la definición de integridad en su relación con los negocios, a través de un ejemplo en vez de palabras. Cuando era un joven corredor de bolsa, me encomendaron la responsabilidad de abrir una nueva sucursal de la oficina y encontrar un gerente que estuviese al frente de ella. Así lo hice. Meses más tarde, mis superiores me llamaron para que fuera a la oficina central. Aparentemente el gerente que yo había contratado había colocado acciones recién emitidas en la cuenta de su suegra, obteniendo con ello una ganancia abundante e ilegal. El socio más antiguo de la firma, un hombre conocido por su integridad, escuchó con paciencia mis explicaciones respecto a la conducta del gerente. Enumeré las numerosas cualidades del hombre y califiqué su proceder de un lamentable desliz, producto de una aparente falta de perspicacia para valorar la diferencia entre lo que estaba bien y lo que estaba mal en este caso en particular. Al terminar mi explicación, me preguntó con suavidad: "Tú, ¿lo hubieras hecho?" Estas cuatro palabras pusieron fin a la discusión. Yo sabía que él nunca hubiera pensado en obrar de esa manera y era evidente que sentía que yo tampoco hubiera actuado así.
Hay un hermoso himno cuya letra dice:
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