Cuando Era Niño me fascinaban los ríos. Quería saber dónde y cómo nacían. Me gustaba ir a las montañas y me ponía a escarbar con las manos para ver el origen de la surgente de agua. Luego trataba de taparla con tierra y piedras. Al principio la tierra suelta oscurecía el agua, pero luego volvía a manar. Tal renovación me parecía un espectáculo, ¡algo casi mágico!
Para conocer las diferentes maneras en que se renueva la naturaleza podemos ver, aunque sea muy débilmente, la evidencia del perpetuo desarrollo de la creación divina, el cual solemos percibir como renovación. Debido a que ese desarrollo es una ley divina, toda la creación de Dios expresa esta capacidad. "La creación está siempre manifestándose y tiene que seguir manifestándose perpetuamente, debido a la naturaleza de su fuente inagotable", dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.Ciencia y Salud, pág. 507.
Reconociendo que el progreso y el crecimiento son la ley del Espíritu, una manifestación del Principio divino en acción, podemos eliminar las creencias en la decadencia como resultado del paso del tiempo o de las condiciones adversas, estancamiento, accidentes, depresión u otros problemas. Superamos estas pruebas porque la ley de progreso de Dios destruye nuestra creencia en la imperfección y nos permite percibir que la vida es espiritual e inseparable de Dios. Nos sentimos regenerados cuando profundizamos nuestro entendimiento del amor que Dios tiene por nosotros y del amor que nosotros mismos expresamos por ser Sus ideas espirituales. Viejos resentimientos — o nuevos —, malos hábitos u otras formas de pecado empiezan a desvanecerse. Nos sentimos repuestos y renovados. El libro de Isaías promete: "Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán". Isa. 40:31.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!