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Cuando encontre la Ciencia Cristiana...

Del número de agosto de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando encontre la Ciencia Cristiana hace ya diez años, mi salud estaba en un estado precario. Sufría de alta presión arterial y de artrosis en la rodilla, lo que me impedía ir a trabajar con regularidad, el médico del establecimiento industrial donde trabajaba, se interesó mucho en mi caso, pero yo no notaba mejoría alguna.

Una noche cuando estaba muy dolorido, mi hijo llegó del colegio con un libro, Ciencia y Salud, en la mano. Comencé a leerlo. En la primera página del Prefacio encontré: "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones" (pág. vii). Me mantuve firme con esa primera promesa de Ciencia y Salud, y pude apoyarme en la ayuda de Dios durante todo el camino hasta completar la curación. Me deshice de todas las medicinas. Continué leyendo el libro hasta terminarlo. Durante ese período comencé a sentir mi unidad con Dios. Sentí Su presencia. Invadido de felicidad, sentí que estaba completamente sano.

No volví a sentir molestias ni por la presión arterial ni por la enfermedad de la rodilla. Estando muy agradecido a Dios, comencé a asistir a una iglesia de la Ciencia Cristiana, donde me hice miembro. Al poco tiempo fui aceptado como miembro de La Iglesia Madre. Ahora he tomado instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.

Por todo esto doy gracias a nuestro Dios todopoderoso, que con Su gran Amor iluminó mi camino. Expreso gratitud a Mary Baker Eddy por haber dejado este libro, y todos sus escritos, para el bien de la humanidad.


Mi propia vida también fue muy difícil antes de que llegara Ciencia y Salud a mi hogar. Estaba enferma y en una situación económica desesperante. Sufría de deficiencia cardíaca con todas sus complicaciones. Esto finalmente dio por resultado una parálisis que me dejó postrada.

Después de que me sacaron una radiografía de la arteria, se tomó la decisión de hacer cirugía debido a una seria obstrucción arterial. Estaba muy preocupada, pues el último de mis hijos tenía 10 años y aún me necesitaba. Yo me negué rotundamente a esta intervención. Pocas semanas después, a solicitud mía, abandoné el hospital en una silla de ruedas.

Esta condición cambió mi carácter. Completamente imposibilitada, me volví neurótica y descontenta con todo lo que ocurría a mi alrededor. Ocasioné trastornos a mi esposo y a mis cuatro hijos. Arruiné mi hogar. Donde reinaba la alegría ahora sólo se escuchaban quejas y gritos. Así pasaron varios meses. Apenas hacía esfuerzos para caminar y moverme. Ya no sentía ganas de seguir viviendo.

Entonces apareció en mi hogar Ciencia y Salud. Como mi esposo lo expuso anteriormente, un compañero de estudios de uno de mis hijos se lo dio. Mi esposo me pidió que lo leyera, ya que él había encontrado lo que hacía mucho tiempo estaba buscando. Me dijo que este libro sana simplemente al leerlo y comprenderlo. Luego se retiró.

Mi reacción fue la de reírme y rechazar el libro. Estaba tan mal con todo que nada me venía bien. Comencé a leerlo. Al principio no comprendía nada y lo dejé. Por varios días no lo leí más, pero un día muy temprano sentí la necesidad de tomar nuevamente el libro. Ese día, lo que leí me inspiró a seguir leyendo. Noté que estaba más calmada. Seguí estudiando y tratando de entender cada palabra, y leí durante varias semanas.

Un día muy temprano (ya estaba mucho mejor) recordé un pasaje del libro en la página 410: "Cuanto más difícil parezca la circunstancia material que deba vencer el Espíritu, tanto más fuerte debiera ser nuestra fe y tanto más puro nuestro amor". Esto iluminó mi pensamiento, me aferré al amor de Dios y me sentí abrazada por él. En ese momento comprendí que Dios me amaba, que yo era Su hija y que debía luchar por corresponder a ese Amor. Me embargó un indescriptible gozo. Después de mucho tiempo me sentí libre de todos los pensamientos que me habían atado. Había sido esclava de tantos infortunios que amenazaron con destruir mi hogar y a una familia honesta y unida. Pero no pudieron.

Al poco tiempo conseguí un buen trabajo. Poco a poco nuestra situación económica fue mejorando y mi curación fue completa. Pude comprarme un vehículo, algo que nunca podría haber imaginado. Gracias a Dios por Su amor inefable. Hoy estoy trabajando para Dios. Todos los que hemos tenido el privilegio de leer Ciencia y Salud, sentimos la necesidad de hacer conocer a la humanidad que la Ciencia Cristiana es eficaz e infalible.

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