Cuando encontre la Ciencia Cristiana hace ya diez años, mi salud estaba en un estado precario. Sufría de alta presión arterial y de artrosis en la rodilla, lo que me impedía ir a trabajar con regularidad, el médico del establecimiento industrial donde trabajaba, se interesó mucho en mi caso, pero yo no notaba mejoría alguna.
Una noche cuando estaba muy dolorido, mi hijo llegó del colegio con un libro, Ciencia y Salud, en la mano. Comencé a leerlo. En la primera página del Prefacio encontré: "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones" (pág. vii). Me mantuve firme con esa primera promesa de Ciencia y Salud, y pude apoyarme en la ayuda de Dios durante todo el camino hasta completar la curación. Me deshice de todas las medicinas. Continué leyendo el libro hasta terminarlo. Durante ese período comencé a sentir mi unidad con Dios. Sentí Su presencia. Invadido de felicidad, sentí que estaba completamente sano.
No volví a sentir molestias ni por la presión arterial ni por la enfermedad de la rodilla. Estando muy agradecido a Dios, comencé a asistir a una iglesia de la Ciencia Cristiana, donde me hice miembro. Al poco tiempo fui aceptado como miembro de La Iglesia Madre. Ahora he tomado instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.
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