Una Mujer, Agobiada por la enfermedad durante dieciocho años, recibe una carta de otra mujer que había sanado por medio de la Ciencia Cristiana, insistiéndole en que la probara. Toma prestado un ejemplar de Ciencia y Salud escrito por Mary Baker Eddy y comienza a estudiarlo. Pronto su pensamiento se ilumina espiritualmente. Más tarde describe su experiencia de esta manera: "La revelación fue maravillosa y me produjo un gran despertar espiritual. Ese despertar jamás me dejó, y un día, al andar sola por la calle, me di cuenta repentinamente de que estaba sanada. Entonces caminé más deprisa, repitiendo a cada paso que efectivamente estaba sanada".Ciencia y Salud, pág. 604. Había sanado de un tumor muy grande acompañado de hemorragias continuas.
Este relato de curación aparece en el capítulo "Los frutos de la Ciencia Cristiana" en Ciencia y Salud. El testimonio continúa: "Jamás hubo alegría mayor que la mía por esta curación mediante el Cristo, pues me había sentido muy fatigada y agobiada. Me preocupé poco de dormir o comer, pues mi corazón estaba lleno de gratitud, sabiendo que había tocado el borde del manto de Cristo". Sus palabras me recuerdan a otra mujer que sanó de una hemorragia de sangre cuando se hallaba en medio de una multitud que rodeaba a Cristo Jesús, y tocó el borde de su manto (véase Marcos 5:25–34). Las dos mujeres despertaron de un sueño de enfermedad y sufrimiento mediante el Cristo, la Verdad.
La curación en la Ciencia Cristiana se efectúa a través del despertar espiritual. Después de haber estado durmiendo o soñando durante la noche, generalmente nos despierta la luz de la mañana, o el amanecer. Cuando la luz del Cristo, la Verdad, amanece en nuestra consciencia, nos elevamos de la ilusión de sufrimiento. Bajo esta luz, el dolor y la enfermedad se disipan como las sombras insustanciales que en realidad son. Despertamos de las pesadillas impuestas por la creencia de que el hombre vive en la materia sensible, para vislumbrar, a través del sentido espiritual, que la imagen de Dios, el hombre, es completamente espiritual, y está gobernado por las leyes divinas de la salud y la armonía.
El Salmista le dice a Dios: "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza". Salmo 17:15. Despertar a la semejanza de Dios consiste en tomar conciencia de que lo reflejamos a El. Para percibir esta gran verdad, no sólo es necesario que comprendamos acabadamente que el hombre es espiritual, hecho a imagen de Dios. A medida que estudiamos, oramos y practicamos la Ciencia Cristiana, encontramos que el Cristo, la idea verdadera que revela la filiación espiritual del hombre con Dios, aparece en nuestra consciencia individual. Este amanecer comienza a destruir la ilusión de que somos mortales carnales. Y así llegamos a comprender en cierta medida nuestra verdadera identidad espiritual como imagen y semejanza de Dios. Hasta una vislumbre de esta verdad es suficiente. Sabemos que debemos percibir mucho más. Pero el comprender que estamos reflejando a Dios, y por lo tanto reflejamos amor, inteligencia, santidad y armonía, ahora mismo, nos consuela profundamente y eleva nuestro pensamiento. La curación se produce cada vez que comprendemos más sobre la salud y libertad que constituyen nuestro verdadero ser como el reflejo de Dios, ahora.
No despertamos completamente a la semejanza de Dios tan rápida o fácilmente como despertamos del sueño. Despertar entraña crecer poco a poco en la gracia espiritual. Logramos este crecimiento a medida que anhelamos una mayor espiritualidad, protegemos nuestro pensamiento de las tendencias de la mente carnal desemejantes a Dios, y trabajamos activamente para expresar las cualidades del Cristo en nuestra vida.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Cuando despertemos para percibir la verdad del ser, toda enfermedad, dolor, debilidad, cansancio, pesar, pecado y muerte serán desconocidos, y el sueño mortal cesará para siempre".Ciencia y Salud, págs. 218–219. ¿Cuál es "la verdad del ser" a la cual despertamos mediante el Cristo? Es la comprensión de que la verdadera identidad del hombre es incorpórea, espiritual y, por lo tanto, imperturbable e indestructible. Como idea de la Mente divina, el hombre es tan incapaz de sufrir enfermedad, dolor, pesar y pecado como Dios mismo.
Supongamos que usted está en la misma habitación que alguien que tiene una pesadilla. ¿No se acercaría a él, lo despertaría y le aseguraría que todo está bien, y que su temor y sufrimiento son solo un sueño? Al procurar expresar el espíritu del Cristo a través de la curación, el Científico Cristiano se esfuerza por despertar al paciente del sueño de la enfermedad y el dolor. El Científico Cristiano sabe que el sueño despierto del sufrimiento no es más real o verdadero que una pesadilla. Puesto que sus oraciones se basan en la verdad del ser, éstas expresan la certeza de que el sufrimiento es una ilusión de los sentidos físicos, la mentira de que hay mente en la materia. El sabe que el sufrimiento no es causado por una condición enferma de la materia, sino que es un estado mental mesmérico. Comprendiendo que el Cristo está siempre presente para desvanecer el mesmerismo y despertar al sufriente de su sueño, el Científico Cristiano afirma con fervor la Verdad espiritual. Y mediante la oración, es guiado a negar los errores específicos de creencia relacionados con el problema.
El Científico Cristiano evita cuidadosamente entrar en el sueño del sufriente. Se esfuerza por ser compasivo, tierno, paciente, atento y solícito. Pero permanece firme en su convicción de que la perfección, la integridad y la armonía individuales están intactas, ahora mismo: están sostenidas por Dios, quien es la única fuente de la salud. La Sra. Eddy escribe: "Un sueño se nombra a sí mismo un soñador, pero cuando el sueño ha pasado, se ve que el hombre está enteramente separado del sueño".La curación cristiana, pág. 11. El tratamiento en la Ciencia Cristiana, mediante la actividad del Cristo, destruye la ilusión de la enfermedad y el dolor despertando al soñador. Cuando se produce la curación, tanto el paciente como el practicista se regocijan en la demostración del poder de Dios, y de la gloriosa verdad de que la individualidad espiritual del hombre siempre ha sido una con Dios, y ha estado completamente separada del sueño del error.
Hace algunos años, la Ciencia Cristiana le permitió a una mujer despertar de una larga pesadilla de dolor. Tenía un pequeño bulto en la base de la cabeza, y sufría frecuentemente jaquecas severas que a veces duraban varios días. Buscó ayuda a través de la oración en la Ciencia Cristiana y estudió con dedicación las citas de Ciencia y Salud que le había indicado el practicista. Una declaración especialmente importante para ella fue la siguiente: "Tumores, úlceras, tubérculos, inflamaciones, dolores, coyunturas deformadas, son sombras de sueños diurnos, imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante la luz de la Verdad".Ciencia y Salud, pág. 418. A medida que ella y el practicista oraban para que despertara espiritualmente de las "sombras de sueños" de dolor y enfermedad, las jaquecas disminuyeron gradualmente, y luego cesaron definitivamente. El bulto desapareció y la curación fue completa.
Más tarde, cuando le escribió al practicista sobre lo que había aprendido a través de esta experiencia, la mujer dijo que había razonado más o menos de esta manera: "Los sueños que soñamos despiertos no tienen más sustancia que los sueños nocturnos, y cuando despertamos a la verdad de ese hecho espiritual, nos damos cuenta cada vez más de que todo mal no es más que un sueño". Después de esto, esta mujer llegó a ser practicista de la Ciencia Cristiana, y se siente feliz de poder ayudar a otros a liberarse del sufrimiento.
El amanecer del Cristo, la Verdad, no sólo sana el sufrimiento, sino que también destruye el pecado. Despertar del pecado entraña una gran regeneración de nuestro pensamiento y de nuestra vida. En ocasiones la curación del pecado se manifiesta gradualmente, y requiere una dura batalla con el yo. Con frecuencia se requiere comenzar una y otra vez, antes de que el despertar sea total. Debemos abandonar voluntariamente lo que el apóstol Pablo denomina "el viejo hombre", la obstinación y el egoísmo, y recuperar al nuevo hombre, el ser genuino, la semejanza de Dios.
El pecado es el terrible engaño de que la gratificación de los sentidos físicos puede ser satisfactoria, que un hombre puede beneficiarse al ignorar los derechos de los otros, y que las leyes morales pueden ser desobedecidas sin recibir ningún castigo. La ilusión de pecado es destruida por el sufrimiento que inevitablemente trae. El sufrimiento ayuda a abrir los ojos del pecador a la verdad ineludible de que no hay placer ni beneficio en el pecado. Comprender esto prepara el camino — prepara un lugar en nuestra consciencia — para recibir el poder salvador y redentor del Cristo.
Cuando el Cristo abre la puerta del pensamiento oscurecido, los ojos, cegados por el yo y el pecado, comienzan a vislumbrar la luz del Amor.
En la parábola de Cristo Jesús del hijo pródigo (véase Lucas 15:11–32) el despertar se manifiesta a través de esta frase tan significativa y a la vez sencilla: "Y volviendo en sí.. ." El hijo pródigo despierta de la insensatez del pecado y nuevamente puede razonar con cordura. La obstinación y el egoísmo que lo habían llevado a alejarse de su hogar, habían sido reemplazados por el remordimiento y el arrepentimiento. Entonces sintió el impulso de regresar donde su padre, hasta para servirle humildemente como uno de sus jornaleros.
En la parábola, el padre, percibiendo el genuino arrepentimiento y reforma de su hijo, lo recibe con gran alegría, restableciéndolo a su legítimo lugar como hijo amado y respetado. Una bienvenida divina espera a aquellos que, mediante el poder redentor del Cristo, despiertan a la gran verdad de la filiación pura y espiritual del hombre con Dios.
Un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana incluye estas líneas: "La causa exige gran vigor; confía sólo en Dios. Tu meta es hacer el bien que brinda libertad. Expresa amor, no peques más, sanar es tu misión. Acepta sólo la Verdad, desecha lo irreal".Himno, N.° 5. Puesto que es esclavo de la satisfacción personal y se preocupa sólo por sí mismo, el pecador necesita darse cuenta de que el verdadero propósito de su vida es amar desinteresadamente. Cuando el Cristo abre la puerta del pensamiento oscurecido, los ojos, cegados por el yo y el pecado, comienzan a vislumbrar la luz del Amor. Este Amor redime al pecador, le revela su identidad espiritual como la imagen del Amor y al misión que Dios le ha dado de vivir para bendecir a otros.
El último sueño de la existencia mortal del cual todos seremos finalmente despertados por el Cristo, la Verdad, es la muerte. El temor a la muerte disminuye en la proporción en que percibimos que no es un estado o condición real, así como la enfermedad y el pecado tampoco lo son. Obviamente, el despertar de la creencia en la muerte a la realidad de la vida eterna en Dios requiere de un crecimiento espiritual muy grande. Pero cada demostración en la Ciencia Cristiana, ya sea que se trate de una experiencia propia, o que ayudemos a otros a superar el temor a la materia, a la enfermedad y el pecado, nos capacita para aprender un poco más acerca de la vida en Dios. Al aprender más cada día sobre las lecciones de la Vida divina contenidas en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy, estamos más cerca del tiempo en que, finalmente, despertaremos completamente a Su semejanza.
    