¿Cuales Son Los más grandes enemigos de la salud y el bienestar? Si le pregunta eso a la gente, probablemente reciba respuestas obvias, tales como: las enfermedades o los accidentes y las lesiones que producen, o tal vez la vejez y la decrepitud. Habrá algunos que tal vez nombren la degradación y la contaminación del ambiente. Otros pueden sugerir el alcohol o las drogas. Y otros, el pecado y la influencia potencialmente devastadora de los actos pecaminosos.
Pero si uno acude al libro de texto de la Ciencia Cristiana, encuentra una respuesta que en un primer momento puede parecer sorprendente. La Ciencia Cristiana no desecha con indiferencia lo que comúnmente preocupa a la gente. Pero en lugar de basarse fundamentalmente en causas y efectos físicos, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy pone bien en claro que debemos considerar en primer término los factores mentales que están en pie de guerra contra la salud y el bienestar de la humanidad. Ciencia y Salud declara específicamente: "La mente mortal es el peor enemigo del cuerpo..." Ciencia y Salud, pág. 176.
¿La mente mortal es el enemigo? ¿Y qué es la "mente mortal"y por qué debemos protegernos de ella como de nuestro "peor enemigo"? Si uno llegara a suponer que podría haber una mente limitada — una mentalidad que sostiene que el mal es real; que cree que la materia es la sustancia fundamental de la realidad y, por esa razón, hace que esa creencia tome formas finitas y mortales; una mentalidad que también sugiere la existencia de muchas mentalidades separadas y conflictivas que proyectan innumerables temores y pecados y que pretenden oponerse a Dios y actuar de manera contraria a Su voluntad — tendría, entonces, una descripción básica de gran parte de lo que la Ciencia Cristiana clasifica como "mente mortal". Y debido a que esta mentalidad mortal pretende actuar en contra de Dios, el bien, también pretende ser lo que produce no solamente las condiciones que predisponen a la enfermedad y a la debilidad, sino también las circunstancias inmediatas que hacen que uno esté enfermo o causan lesiones al cuerpo. Hoy en día, muchos pensadores están llegando a conclusiones similares con respecto a las causas mentales de la desarmonía humana.
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana ciertamente no se limitan a definir la supuesta acción y efectos de la mente mortal, una descripción que podría, tal vez, crear más temores aún, haciendo que esta supuesta mente parezca ser una entidad real y poderosa, capaz de hacer real el mal. La Ciencia Cristiana va más allá y nos ayuda a ver que una vez que percibimos lo que pretende ser y hacer la mente mortal, podemos decir que ya le hemos quitado la máscara. La hemos visto tal cual es: una mentira acerca de la naturaleza de la verdadera inteligencia, carente de entidad, carente de poder para hacer algo. Y este hecho se vuelve claro como el cristal a través de lo que la Ciencia del Cristo nos revela sobre la realidad genuina de Dios y Su creación. Por medio de la Ciencia, descubrimos que Dios Mismo es la única Mente, la inteligencia infinita, la Verdad inmortal, la única causa. Esta percepción de la causa y efectos divinos, es el paso siguiente que muchos de los pensadores de hoy aún deben dar. Es imperioso comprender que Dios es el creador divino, que es exclusivamente bueno y que es quien establece, mantiene y preserva en Su creación solo aquello que es enteramente bueno.
¿Acaso queda lugar para una "mente mortal"? Es evidente que no. La mente mortal no tiene lugar, sustancia ni capacidad en el reino de la única Mente infinita, el Todo-en-todo. Tal como Ciencia y Salud lo declara en forma explícita: "El término mente mortal es un solecismo de lenguaje e implica un uso impropio de la palabra mente. Puesto que la Mente es inmortal, la frase mente mortal indica algo que es falso y por tanto irreal; y la frase se usa en la enseñanza de Ciencia Cristiana para designar lo que no tiene existencia real".Ibid., pág. 114.
La Mente divina es la única Mente. Es infinita e inmortal. Ninguna mentalidad separada, o que se oponga a esa Mente, puede de alguna manera existir o tener poder donde la Mente divina es suprema, y Dios es supremo en todo momento y en todo lugar. La Ciencia Cristiana revela esta gran verdad, a través de las leyes de Dios que operan en la consciencia humana. Esta verdad puede estar en contra del razonamiento material y de lo que comúnmente se acepta como racional respecto a un universo dual donde el bien y el mal, lo espiritual y lo material parecen coexistir. Pero cuando la verdad espiritual llega a nosotros por medio de la acción de la ley divina en la consciencia humana, a través de la acción del Cristo, esto se puede advertir con toda certeza. Nos transforma y trae curación a cada momento de nuestra experiencia.
Por lo tanto, la afirmación de que la mente mortal es el peor enemigo del cuerpo, debe tener una respuesta práctica que implique el sentido contrario. Está expresada en la declaración completa que se hace en Ciencia y Salud y que se mencionó parcialmente en un párrafo anterior: "La mente mortal es el peor enemigo del cuerpo, mientras que la Mente divina es su mejor amigo".
Podemos ver muy de cerca a este "mejor amigo" tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento a través de los relatos acerca de la vida y el ministerio de Cristo Jesús. Cada vez que tuvo que apelar a la sabiduría o cuando fue necesario utilizar la inteligencia o se requería un enfoque y una perspicacia espirituales, Jesús los tenía a su alcance a través de su comprensión de la relación del hombre con Dios, de la absoluta unidad del hombre con Dios. Dios era la única Mente de Jesús, su única Alma, su único Amor.
¿No fue acaso a través de la sabiduría de la Mente que Jesús comprendió de tal manera la economía divina, la ley de infinitos recursos y provisión, que pudo alimentar a miles de personas con tan solo unos panes y unos pocos peces? Véase Mateo 14:15–21. ¿Acaso no fue por medio de la inteligencia e inspiración de la Mente que Jesús pudo discernir la angustiosa necesidad expresada en el leve toque con que una mujer rozó sus vestiduras en medio de una enorme multitud que lo apretaba y lo oprimía? Véase Lucas 8:43–48. Esa misma Mente, el Amor divino, también le proporcionó la comprensión y el entendimiento para ver la verdadera naturaleza de la mujer como la semejanza perfecta y espiritual de Dios, y de esta manera la sanó del sufrimiento que la había atormentado durante tantos años. ¿Y acaso no fue también por medio de la percepción espiritual de la Mente que Jesús pudo responder con tanta claridad y en forma tan específica a otra mujer que necesitaba reformarse, la mujer samaritana a la que Jesús le pidió que le diera agua del pozo? Jesús le dijo a esa mujer que él le podría haber dado "agua viva", y ella dijo luego a la gente de su ciudad: "Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo"? Juan 4:10, 29.
Ciencia y Salud explica la absoluta confianza que Jesús tenía en la Mente divina, para sanar y salvar: "Sabiendo que el Alma y sus atributos se manifestaban eternamente por medio del hombre, el Maestro sanaba a los enfermos, daba vista a los ciegos, oído a los sordos, pies a los cojos, revelando así la acción científica de la Mente divina sobre mentes y cuerpos humanos, y dando una mejor comprensión del Alma y la salvación. Jesús sanó la enfermedad y el pecado por un mismo procedimiento metafísico".Ciencia y Salud, pág. 210.
No cabe duda de que la Mente, que sana tanto la enfermedad como el pecado, debe ser "el mejor amigo" del cuerpo. Es el amigo con quien todos pueden comulgar con regularidad, acudir en busca de guía y orientación, escuchar lo que nos dice, amar y honrar. La mente mortal, "el peor enemigo" del cuerpo, puede ser desechado. A los enemigos no les prestamos atención; los derrotamos. Y el Cristo, la Verdad, es quien nos da el poder y el dominio que se requiere para lograrlo. Los pensadores de hoy — todos aquellos que buscan con honestidad la verdad del ser — van a descubrir que con la Mente divina como su "mejor amigo", su amigo infalible, se obtiene la libertad incomparable y el bienestar de la expresión espiritual de Dios, la manifestación pura del Amor, la idea perfecta de la Mente.
    