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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres.

La Biblia de los Obispos: precursora de la versión King James

Primera parte

Del número de agosto de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando la reina Isabel subió al trono en 1558, Inglaterra era un verdadero campo de batalla religioso. Desde el reinado de su padre, Enrique VIII, los protestantes y los católicos romanos habían estado envueltos en una virtual guerra civil. Esa guerra había comenzado con la reforma de Lutero, en Alemania y se había extendido con rapidez por toda Europa e Inglaterra. La razón principal de esa lucha era el conflicto sobre la Biblia en inglés.

En los comienzos del reinado de Isabel, todos los ojos estaban fijos en ella para ver si tomaba partido por los protestantes o por los católicos. La reina María, que la había precedido en el trono, había apoyado a los católicos, y había hecho todo lo posible por ahuyentar a los protestantes de Inglaterra. Muchos de ellos huyeron a Ginebra, donde produjeron la Biblia de Ginebra, una versión muy controvertida.

Después de la muerte de la reina María, esos protestantes fueron regresando a Inglaterra con la firme esperanza de que la nueva reina apoyaría su causa y su nueva Biblia, publicada en 1560. Pero Isabel no hizo tal cosa. Los exiliados de Ginebra habían lanzado demasiados ataques verbales contra la corona durante el reinado de María. Además, habían llenado los márgenes de su Biblia con notas que con frecuencia parecían más políticas que religiosas, dando evidencia de que no aprobaban las monarquías y las jerarquías de la iglesia.

Por todo esto, Isabel guardó un penoso silencio respecto a la Biblia de Ginebra, sin aprobarla ni rechazarla. La ignoró y se negó a autorizarla, pero concedió una licencia de seis años que permitía publicarla.

Al mismo tiempo, Isabel apoyó con firmeza la Gran Biblia, de tendencia conservadora, como el texto oficial de la Iglesia, exigiendo que en cada parroquia hubiese un ejemplar para que la congregación pudiese leerla. Pero el pueblo la había rechazado hacía ya mucho tiempo. Por otro lado, tan pronto como leyeron la Biblia de Ginebra, su texto despertó una apasionada devoción. Esta situación, evidentemente, puso a Isabel en aprietos, por lo cual, llamó a su nuevo arzobispo de Canterbury, Matthew Parker, para que la ayudara a resolver el asunto.

LA BIBLIA DE LOS OBISPOS


Isabel le tenía confianza a Parker. El había sido capellán real de su madre, Ana Bolena, que era protestante. Siguiendo el consejo de Parker, Isabel decidió trazar un curso de término medio para su Iglesia. Parker fue el arquitecto principal que llevó a cabo este compromiso entre los partidarios católicos y protestantes que estaban en disputa. Bajo su dirección, los obispos ingleses adoptaron un conjunto de principios doctrinales conocidos como los "Treinta y Nueve Artículos". Dichos artículos eran lo suficientemente amplios como para proveer una especie de paraguas o "convenio" bajo cuyas cláusulas podían cobijarse todas las tendencias de la Iglesia.

El punto principal del plan que tenía Parker para unificar la Iglesia, era una nueva traducción de la Biblia. En realidad, esta idea había surgido veinte años atrás, cuando Thomas Cranmer propuso que los obispos ingleses revisaran la Gran Biblia, tan poco popular. En aquel momento, los obispos no mostraron ningún entusiasmo y Cranmer se quejó de que probablemente no estarían de acuerdo con un proyecto semejante hasta "el día del juicio final".

Pero en 1561, Richard Cox, obispo de Ely, un protestante radical que había apoyado la idea de la revisión la primera vez que Cranmer la propuso, sugirió nuevamente la necesidad de producir una Biblia nueva. Con el apoyo de Cox, Parker logró que los obispos aprobaran la idea. Sin embargo, es probable que el proyecto haya comenzado a concretarse recién después de dos o tres años, cuando el arzobispo envió partes de la Biblia a algunos de sus obispos y a varios calificados eruditos.

Las directivas de Parker eran específicas: Los traductores debían utilizar como base la Gran Biblia, comparándola con los textos originales en hebreo y en griego, así como también, con las Biblias en latín de Santes Pagninus (un erudito domínico que había traducido la Biblia de su original en hebreo y en griego, en 1518) y de Sebastian Münster (quien entre 1534 y 1535 había traducido la Biblia hebrea). Lo más importante de todo fue que los traductores de Parker tenían que omitir las "mordaces notas [marginales]" que figuraban en la Biblia de Ginebra.

LOS TRADUCTORES


Desde el primer momento no hubo dudas de que Matthew Parker era quien estaba a cargo de la traducción. Era el redactor en jefe y el coordinador. Su parte en la tarea de traducción propiamente dicha, fue mucho más extensa que la de los otros obispos y abarcó los Evangelios según Mateo y Marcos y la mayoría de las epístolas de Pablo. Aparentemente, ¡no quería confiar a nadie más los libros que contenían el corazón de la doctrina cristiana!

Parker estaba muy bien calificado como traductor y erudito por vocación. Cuando estuvo en Cambridge, estudió la Biblia y a los Padres de la Iglesia. A pesar de que su salud no era muy buena, se abocó al proyecto de la Biblia con profunda devoción, además de cumplir con los numerosos deberes administrativos que tenía como arzobispo. Le llevó siete años traducir las partes de la Biblia que tenía a su cargo, escribir los prefacios de los textos, revisarlos y prepararlos para publicación.

Lamentablemente, algunos de los otros traductores habían sido elegidos fundamentalmente tomando en cuenta los buenos servicios que prestaban a la Iglesia (tarde o temprano todos fueron nombrados obispos), y no por su erudición en la Biblia. Puesto que el deseo de Parker era que el pueblo de Inglaterra quedara impresionado por el majestuoso grupo de funcionarios de la Iglesia encargado de producir la Biblia, dispuso que cada traductor estampara sus iniciales al final del segmento en que él había trabajado (véase la ilustración).

Algunos de los traductores estaban tan bien calificados como Parker. Uno de los más destacados fue William Alley, obispo de Exeter, que tradujo el libro de Deuteronomio y posiblemente también todo el Pentateuco. Terminó su doctorado en Oxford en 1561, y escribió un libro excelente sobre la gramática hebrea.

Otro traductor muy capaz fue el galés Richard Davies, obispo de St. David, cuya permanencia en Ginebra durante el reinado de María despertó en él el anhelo de darle al pueblo la Biblia. Cuando volvió a Inglaterra, una vez que Isabel se convirtiera en reina, Davies terminó su doctorado en Oxford y patrocinó la primera traducción de la Biblia al galés. Para la Biblia de los Obispos, tradujo desde Josué hasta 2 Samuel inclusive. Su colega en la traducción de la Biblia al galés, Gabriel Goodman, deán de la Abadía de Westminster, preparó la Epístola 1 Corintios para la Biblia de los Obispos.

Algunos de los obispos traductores eran firmes puritanos, como Edward Sandys de Worcester y Thomas Bentham, quien arriesgó su vida al impartir su ministerio a los protestantes en Londres durante el reinado de María. Otros, como Richard Cox de Ely y William Barlow de Chichester, hacía mucho tiempo que deseaban hacer una revisión de la Biblia.

Por lo general, lo que más se destaca de los traductores es que ellos representaban una variada gama de puntos de vista religiosos. Algunos simpatizaban con el catolicismo, otros eran puritanos y otros moderados. Pero debido a que no había entre ellos intercambio de opiniones ni operaban como un comité conjunto, la Biblia de los Obispos es conocida por sus inconsistencias en expresión, exactitud y estilo literario.

Prácticamente todos los traductores eran predicadores y su sentido de la oratoria con frecuencia dio al texto de la Biblia de los obispos algunos hermosos y notables giros de expresión. Pero recibió severas críticas por su fraseología altisonante y aficionada tal como puede observarse a continuación en los versículos 1 y 2 del Salmo 46: "The Lorde is our refuge and strength: a helpe very easyly founde in troubles. Therfore we wyll not feare though the earth be transposed and though the hilles rushe into the middest of the sea" ("Dios es nueftro amparo y fortaleza: ayuda en las anguftias hallaremos en abundancia. Portanto no temeremos, aunque la tierra fe mude; y aunque fe trafpaffen los montes al coraçon de la mar" (edición original en español antiguo de Cipriano de Valera, 1602).

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, es un periodista con mucha experiencia.

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