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Nuestro Pastor en la historia y en la profecía

Del número de agosto de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Primer Articulo de Fe de la Ciencia Cristiana establece: "Como adherentes de la Verdad, aceptamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna". Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud, pág. 497. No son simples palabras, sino la Palabra con P mayúscula, la que los artículos de fe establecen que es la guía para que tengamos Vida eterna. La Palabra divina "era en el principio con Dios", Juan 1:2. mucho antes de que la Biblia existiera.

Como el Logos, la Palabra es el poder creador de Dios. Un erudito en la Biblia define a la Palabra como "la actividad auto-revelada de Dios, que se encontraba en Dios mismo, antes que el mundo existiera, distinguida pero no separada de Dios" (véase The Abingdon Bible Commentary, pág. 1067).

"La actividad auto-revelada de Dios". ¡Qué expresión! "La actividad auto-revelada de Dios" aparece siempre que hay una consciencia humana con una receptividad especial para dejar que la luz divina brille a través de ella, tal como el sol tiene que brillar en el momento en que las nubes se abren.

Piensen conmigo mucho atrás en la historia, alrededor de 12000 año atrás. Una primera evidencia de esta iluminación fue cuando la gente empezó a percibir algo de los valores morales, de la relación del hombre con el hombre. Este mejoramiento de los conceptos guió gradualmente a que se estableciera una civilización, por ejemplo, en China, India y los países del Oriente Medio, cuya expresión religiosa fue la adoración a varios dioses. Aun en ese politeísmo encontramos gente buscando algo más allá de ellos mismos. A medida que la consciencia se fue iluminando progresivamente, empezaron a emerger los conceptos de una única fuente, un solo Dios.

Este concepto fue percibido más claramente por un grupo de gente que surgió en una civilización de la Alta Mesopotamia (lo que es en la actualidad Irak) cerca de diecinueve siglos a.C., y finalmente se establecieron en Canaán (parte de lo que es ahora la Israel moderna). Abraham, el padre de esta nación hebrea, hizo un pacto con este único Dios, que él y sus hijos seguirían y obedecerían siempre a Dios y a ningún otro dios. Pero esto no siempre fue así.

A través de las generaciones, los hebreos vivieron en cautiverio primero en Egipto, y más tarde en Babilonia. Pero sus patriarcas, poetas y profetas, a través de sus conceptos de que existe un solo Dios, hicieron notables demostraciones de la presencia y del poder de Dios. A través de su presentación de la ley moral — el pensamiento más elevado que ellos estaban preparados para escuchar — ayudaron a que su pueblo tuviera la iluminación y la obediencia a Dios que los liberaría de las diferentes formas de esclavitud que sufrieron en diferentes períodos.

Los Diez Mandamientos que constituyen la ley moral, y que fueran dados a Moisés e inscritos en las tablas de piedra, fueron las primeras escrituras "escritas". Todas las otras leyes y toda la historia y tradiciones de los hebreos fueron transmitidas oralmente de generación en generación, en relatos, himnos, oráculos proféticos, poemas y proverbios. Imagínese, toda la historia desde Abraham hasta Isaac, Jacob, José; la estadía en Egipto por más de trescientos años (la última parte de ellos en esclavitud); después Moisés y el Exodo y los cuarenta años en el desierto; Josué y su conquista de Canaán; los dos siglos de los jueces y las monarquías de Saúl y David; ¡todo esto transmitido por tradición oral! No fue sino hasta el reino del hijo de David, Salomón, alrededor de novecientos años después de Abraham, que esta gran historia épica comenzó a escribirse. Esta fue conocida como el documento J. El autor conocía a Dios como Yahvé, por lo cual se lo conoce como Yahvista, y él destacó al rey David como el gran héroe de Israel.

Después de Salomón, el reino se dividió, con Israel en el norte y Judá en el sur. Alrededor de un siglo después del documento J, más o menos en 850 a.C. un autor conocido como el Elohísta (que se refería a Dios como Elohim), escribió una historia épica (conocida como el documento E), desde el punto de vista del reino del norte y se centró mucho más en Moisés que en David como el supremo profeta de la historia de Israel. Con el tiempo los documentos J y E comenzaron a entrelazarse tanto que es muy difícil distinguirlos en los primeros cinco libros de la Biblia.

También en el reino del norte brilló la luz de Dios en aquellos grandes profetas que fueron Elías y Eliseo, seguidos por los primeros profetas que dejaron sus propios escritos, ahora agrupados con los libros de profetas posteriores en la última parte del Antiguo Testamento.

Cuando Israel cayó en manos de Asiria, las tribus del norte se dispersaron y nunca volvieron. Entonces el único lugar que les quedaba era Judá en el sur. Aquí, dos siglos después del documento E, el escritor deuteronómico resumió la ley y las enseñanzas de Moisés en el libro del Deuteronomio, que se convertiría en el fundamento de la doctrina de los hebreos. Un siglo más tarde, después de que cayera también Judá y los hebreos fueran deportados a Babilonia, llegó el escritor sacerdotal autor de los relatos ricamente poéticos de los primeros israelitas que fueron la base del inspirado primer capítulo del Génesis. Por lo tanto, este capítulo apareció cuatro siglos más tarde que el relato escrito de la historia de Adán y Eva. ¿Acaso es de sorprender que sea tanto más inspirado?

Muchas de las otras destacadas percepciones espirituales del Antiguo Testamento provienen de los escritos proféticos. Por ejemplo, lo que escribe Miqueas acerca del verdadero sacrificio — ningún holocausto — sino "solamente, hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (6:8). O la visión de Jeremías del nuevo pacto con la ley escrita en el corazón (véanse 31:31–33). O en los últimos capítulos del libro de Isaías (véanse Isa. capítulos 40–55) escritos por un exiliado en Babilonia, una interpretación gozosa e inspirada sobre la penosa experiencia del exilio. O en los primeros capítulos del libro de Isaías (véanse Isa. capítulos 1–39) más de un siglo antes del exilio, profetizando que a través de un Mesías o de un Redentor se percibiría mucho mejor la presencia de Dios.

Se esperaba que el Mesías fuera fuera un héroe, como el rey David, que llegaría muy pronto y que restablecería un reino poderoso para los judíos, tal como el reino de David. Pero eso no sucedió. Y no fue hasta alrededor de cinco siglos más tarde, cuando Judea estaba bajo la ocupación de los romanos, que apareció Jesús, ¡no en el palacio del rey sino en un establo¡ Por eso no fue reconocido por mucha gente. A pesar de que El anunció: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros" (Lucas 4:21). Esta era la percepción más plena, el verdadero Mesías, Jesús el Cristo. El enseñó y demostró que Dios es el Padre de todos, en vez de ser el Yahvé tribal del pueblo hebreo. El reveló que el reino de los cielos está cerca, que no está lejos. Y que es un reino espiritual que está dentro de uno mismo, no la triunfante nación que los judíos tanto anhelaban. Estaban desilusionados, disgustados e hicieron que este fastidioso judío fuese crucificado.

Dos generaciones más tarde, una sublevación judía fue dominada por los romanos. El Templo fue destruido y la mayoría de los judíos huyeron. La única manera de preservar una identidad o unidad nacional era preservar para todos los tiempos los escritos que se desarrollaron a lo largo de ocho siglos, (o los once siglos si consideramos los Diez Mandamientos como el documento que se escribió primero), aquellos escritos que registraron el pacto de amor único entre los hebreos y Yahvé. Los judíos seleccionaron cuales de los libros continuarían siendo su "canon" oficial en la versión final de la Tora hebrea. Estas son sus Santas Escrituras, que nadie les puede quitar, y que constituyen nuestro preciado Antiguo Testamento.

Eran las Escrituras hebreas que Jesús conocía tan bien. El dijo que vino para cumplir con la ley, no para destruirla. Y elevó el significado de esa ley hasta un nivel más alto. Enseñó tanto como el pensamiento de esa época estaba preparado para recibir. Sin embargo, prometió que el Consolador los guiaría hacia toda la verdad. Después de la resurrección y su ascensión final fuera de los sentidos humanos, sus discípulos y otros recibieron entendimiento y continuaron predicando y sanando como Jesús les había instruido. Y Pablo durante sus viajes misioneros diseminó el cristianismo a través de Asia Menor, Grecia y aun en Roma. Las cartas de Pablo a las iglesias que comenzaron alrededor del año 50 d.C., y otras cartas atribuidas a él, fueron los primeros escritos de lo que es hoy el Nuevo Testamento.

Por algunos años después de la resurrección, todos los relatos sobre la vida y las enseñanzas de Jesús fueron transmitidos, como en los tiempos antiguos, solo de boca en boca. Pero cuando los testigos de su época comenzaron a desaparecer, se comprendió que era necesario escribirlos. Y es por eso que alrededor del año 70 d. C. apareció el Evangelio según Marcos, seguido durante los siguientes veinte años por Mateo, luego Lucas y Hechos, después Juan y las Epístolas de Juan y el Apocalipsis Esto nos lleva a la época entre los años 90 y 110 d.C. Sólo tres o cuatros pequeños libros siguieron a esa fecha; por lo tanto los escritos de nuestro Nuevo Testamento se desarrollaron en alrededor de un siglo desde el año 50 al 150 d.C., aunque el canon no fue establecido hasta dos siglos y medio después.

La actividad de la curación cristiana, así como la simplicidad y pureza del cristianismo primitivo, dio lugar a una diversidad de opiniones humanas y al desarrollo del ritual y el dogma. Los cristianos fueron periódicamente perseguidos por los emperadores romanos hasta que en el año 312 d.C. la persecución se detuvo abruptamente con el emperador Constantino, quien empezó a simpatizar con el cristianismo. Hasta convocó y presidió el concilio de 300 obispos en Nicea en el año 325 d.C., donde se adoptó el Credo Niceno en el cual se considera que Jesús es Dios. La curación se desvaneció gradualmente. Alrededor de sesenta años después, en 381, el cristianismo comenzó a ser la única religión oficial del Imperio Romano.

Ahora, hagamos un salto de unos catorce siglos hacia adelante en la historia, en los últimos años de 1700. Esto nos lleva más allá del valiente trabajo de Martín Lutero en los 1500s y el nacimiento de la Reforma Protestante. Nos lleva más allá del 1611, cuando la versión King James de la Biblia fue publicada, y de 1620 cuando los Peregrinos cruzaron hasta Nueva Inglaterra y contribuyeron a establecer el protestantismo en los Estados Unidos. Al principio, las colonias aceptaron el modelo europeo de la unión de la iglesia y el estado, pero en el año 1776, comenzaron a convencerse cada vez más de que el establecimiento de una iglesia era una fuente prolífica de males tanto políticos como religiosos. Esto condujo a que en 1789 se aprobara la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, dando legalidad al principio de separación entre la iglesia y el Estado en todos los Estados Unidos. De este modo, por primera vez desde el año 381 d.C., la Iglesia cristiana fue nuevamente una asociación voluntaria.

Este clima de libertad religiosa condujo a un profundo cuestionamiento individual. En Nueva Inglaterra en el siglo XIX, el transcendentalismo y el pragmatismo interesaron a los intelectuales y desafiaron al fundamentalismo religioso. Otros estaban explorando la teosofía, el mesmerismo y el espiritismo. Fue en esta atmósfera de inquietud religiosa y búsqueda de nuevas respuestas que Mary Baker Eddy descubrió, en 1866, la Ciencia Cristiana y su poder para sanar.

Ella nos dice: "Durante tres años, después de mi descubrimiento, busqué la solución de ese problema de la curación por la Mente, escudriñé las Escrituras y leí poco de otras cosas, me mantuve alejada de la vida social y dediqué tiempo y energías al descubrimiento de una regla positiva".Ciencia y Salud, pág. 109. Ella se describe a sí misma como: "una escriba repitiendo las armonías celestiales en la metafísica divina".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 115. Y el resultado fue Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, cuya primera edición apareció nueve años después de que ella fuera sanada, por el poder de Dios, de serias heridas ocasionadas por una caída. Pero le tomó más de treinta años revisarla, refinarla y aclararla antes de que apareciera en la forma en que la conocemos hoy.

Jesús recurrió a las profecías del Antiguo Testamento y confirmó esas profecías cumpliéndolas en su propia vida. La Sra. Eddy recurrió a las profecías tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento y reconoció que aquellas profecías se cumplieron con su descubrimiento. Por ejemplo, escribe: "Cuando una nueva idea espiritual es traída a la tierra, la palabra profética de Isaías se cumple nuevamente: 'Un niño nos es nacido.. . y se llamará su nombre Admirable'".Ciencia y Salud, pág. 109. Vio que la promesa de Jesús de que vendría un Consolador que nos guiaría a toda la verdad, se cumplió con la Ciencia divina. Se dio cuenta de que la visión del Revelador que vio a un ángel sosteniendo "un librito" se cumplió en Ciencia y Salud. Explicó: "Ese ángel tenía en su mano 'un librito' abierto para que todos lo leyeran y comprendieran. "¿Contenía ese mismo librito la revelación de la Ciencia divina, cuyo 'pie derecho', o poder dominante, estaba sobre el mar — sobre el error elemental y latente, el origen de todas las formas visibles del error?" Ibid, pág. 559. Ella consideró que la visión de "una mujer vestida del sol" tenía muchos simbolismos. Ella escribe: "La mujer en el Apocalipsis simboliza al hombre genérico, la idea espiritual de Dios; ilustra la coincidencia de Dios y el hombre como el Principio divino y la idea divina".Ibid, pág. 561. Y en la siguiente página: "Así como Elías presentó la idea de la paternidad de Dios, que Jesús manifestó más tarde, del mismo modo el autor del Apocalipsis completó esa alegoría con la mujer, la cual simboliza a la idea espiritual de la maternidad de Dios".Ibid, pág. 562. El hombre genérico, la unicidad del Principio y la idea, y la maternidad de Dios, son conceptos que la Ciencia revela y que los tenemos solamente por medio de su descubrimiento.

También, la Sra. Eddy consideró que la visión de una "mujer que clamaba con dolores de parto" era muy importante para comprender sus propias luchas humanas. Escribe: "Las metáforas bíblicas — de la mujer que clamaba con dolores de parto, del gran dragón rojo que estaba listo para devorar al niño tan pronto como naciera, y de los labradores que dijeron: 'Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra' — son símbolo y sombra de esta hora.. .

"¿Se imaginan los niños de esta época los dolores de parto de la Madre espiritual, durante la larga noche, que les ha abierto los ojos a la luz de la Ciencia Cristiana?" Escritos Misceláneos, pág. 253. Y la Sra. Eddy considera que esa profecía bíblica de los dos testigos la cumplen "Cristo Jesús y la Ciencia Cristiana". Ella escribe: "Ciencia y Salud explica a todos los Científicos Cristianos que la naturaleza masculina y femenina de Dios ya ha sido revelada en cierto grado por Cristo Jesús y la Ciencia Cristiana, Sus dos testigos".Miscellany, pág. 346–347.

Quince años después de la fundación inicial de su Iglesia, la Sra. Eddy dio un paso muy revolucionario al ordenar la Biblia y Ciencia y Salud como el Pastor de su Iglesia. Ella escribió a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana: "Esto contribuirá a espiritualizar el pensamiento. La predicación personal tiene más o menos puntos de vistas humanos insertados en ella. Mientras que la Palabra pura contiene solamente la Verdad viviente que da salud". Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority (Boston: The Christian Science Publishing Society, originalmente publicado por Holt, Rinehart y Winston, 1977), pág. 72.

El Pastor reúne esos dos testigos de la profecía Bíblica. En la Biblia la figura culminante es Cristo Jesús, y Ciencia y Salud "es la voz de la Verdad para esta época y contiene la exposición completa de la Ciencia Cristiana, o sea la Ciencia de la curación por la Mente".Ciencia y Salud, pág. 456. La Sra. Eddy escribe proféticamente: "Si la Biblia y mi obra Ciencia y Salud tuvieran su justo lugar en las instituciones de enseñanza, revolucionarían al mundo, promoviendo el reino de Cristo".No y Sí, pág. 33.

¿Ya tienen ellos su legítimo lugar? De ningún modo. El ayudarlos a encontrar su lugar "en las instituciones de enseñanza" y, de hecho, en los corazones de la gente de todas partes, es parte esencial del trabajo de cada Científico Cristiano para ayudar a revolucionar "al mundo, promoviendo el reino de Cristo".

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