Cuando Comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, tuve una importante curación física con la sola lectura del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por la Sra. Eddy. En aquel entonces yo sabía que las últimas cien páginas del libro, el capítulo titulado "Los frutos de la Ciencia Cristiana", estaban compuestas de muchos testimonios breves de todo tipo de curaciones, pero no sabía que todos ellos habían sido sencillamente ¡el resultado de la lectura de Ciencia y Salud!
En 1990, comencé a tener una fuerte tensión muscular. Había sido estudiante del sistema de relajación yoga y de los métodos orientales de automasaje durante prácticamente dos décadas, de manera que comencé a darme tratamiento con dichas técnicas.
Calculé que el ejercicio y los masajes serían suficientes, pero no fue así. Tenía que hacer más ejercicios y darme más masajes, y me sentía más preocupado con la situación e infeliz debido al dolor.
Un compañero de trabajo me dio una herramienta para darme masajes. En el transcurso de un año me sentí agradecido por los temporales momentos de alivio que sentía al emplear el dispositivo, pero en realidad había descartado la idea de tener una curación permanente y completa.
Entonces la Ciencia Cristiana y yo nos encontramos el uno al otro, y fue ¡amor a primera vista! Había una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana a diez minutos de mi oficina. La visitaba varias veces a la semana y leía ávidamente números atrasados del Sentinel y de The Christian Science Journal. A cinco minutos de mi oficina se encontraban las oficinas de seis practicistas de la Ciencia Cristiana. Los visitaba con frecuencia con el fin de conversar acerca con la Ciencia Cristiana, y siempre me brindaban generosamente su tiempo para responder a mis preguntas. Comencé a asistir regularmente a los servicios de los domingos y a las reuniones de testimonios de los miércoles.
Un miembro de la iglesia me dijo cómo estudiar las Lecciones Bíblicas semanales que se encuentran en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, debido a que yo no sabía muy claramente cómo hacerlo.
Escuché que, además de estudiar la Lección, aconsejaban leer el libro de texto de principio a fin, de manera que comencé a hacerlo dos meses después de haber encontrado la Ciencia El no comprender algunas partes no constituyó un impedimento, puesto que estaba teniendo una maravillosa experiencia con el aprendizaje de la Ciencia y percibía el enorme valor que las personas le acreditaban a este libro. Para mí era importante leerlo en su totalidad.
Cuando había llegado al capítulo "La Práctica de la Ciencia Cristiana", se produjo mi curación. Recuerdo que durante toda la lectura, hasta ese punto, había una constante referencia al hecho de que el hombre (es decir, el hombre de Dios, el hombre verdadero, que incluye a todos los hombres, mujeres y niños) no es material; él es espiritual. Cada vez que me nutría con esa verdad, cobraba una mayor realidad, hasta que en un período de cuatro días toda la tensión desapareció para nunca regresar.
Desde entonces, la curación se ha transformado en una forma de vida: física, moral y mentalmente, así como en beneficio de mi carrera, mis relaciones y demás actividades. ¿Podría alguna vez estar lo suficientemente agradecido a Dios por la Ciencia Cristiana? No, no podría.
Portland, Oregon, E.U.A.
