Una Mañana Durante las vacaciones, unos amigos y yo estábamos en un helicópero sobrevolando una de las islas hawaianas; nuestro guía nos había dicho que ésta era la mejor forma de admirar toda su agreste belleza. Me habían asignado el asiento delantero y yo no me sentía capaz de contar las cascadas, tal como un amigo mío al que le gustaba volar en helicópteros (y que precisamente se había bajado de uno), me había sugerido.
Cuando estábamos a punto de sobrepasar una montaña que parecía estar a sólo unos centímetros, me invadió un temor abrumador. Pensé en David y Goliat. Véase 1 Sam., cap. 17. De repente, me di cuenta de que David no había consentido en verse a sí mismo como una víctima de circunstancias atemorizantes. Por el contrario, se había ofrecido como voluntario para pelear contra el gigante Goliat, quien se estaba jactando de que iba a tomar como esclavos a los compatriotas de David.
¿Por qué no tuvo miedo David? Porque él estaba seguro de que iba a salir victorioso. Confiaba en que Dios estaría con él en el campo de batalla. Después de todo, ya había tenido prueba de que su confianza en Dios no era en vano. En su trabajo como pastor en las colinas de Belén, Dios lo había librado de los ataques de un león y de un oso.
Por otras curaciones que yo había tenido en la Ciencia Cristiana en el pasado, yo también sabía que Dios estaba conmigo, porque Él está siempre presente. Él me daría la victoria sobre esa sensación de inseguridad que yo estaba sintiendo en esas alturas. Pensé que Dios, el Ser infinito, era más grande que toda una cadena de montañas. De hecho, como Espíritu, Él había creado y estaba gobernando todo el universo, el cual en realidad es totalmente espiritual.
Después de echar una mirada a uno de los versículos de la Biblia que figuraba en la Lectura Alternativa del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que tenía en mi regazo, sentí la presencia de Dios allí mismo, dentro de ese ruidoso helicóptero, asegurándome de que no había nada que temer. "Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar". Salmo 93:4. Relajé la mano que tenía aferrada a la ventana parcialmente abierta y por el resto de la hora realmente disfruté tomando fotografías de la espumosa costa y de los distantes valles verdes. ¡El temor había desaparecido!
Por supuesto que los gigantes que nos perturban a muchos de nosotros pueden parecer mucho más terribles que el temor a las alturas o a volar. Puede que tengas miedo de trasponer la puerta de tu casa debido a la violencia que hay en tu vecindario. Puede que tu gran preocupación sea salir mal en alguna materia en la escuela, o la perspectiva de un futuro sin empleo o sin recursos para tu sustento personal, o cierta enfermedad. Cuando nos enfrentamos con tales dificultades, puede parecer que Dios está a kilómetros de distancia de donde nos encontramos nosotros. Pero la verdad es que Él está aquí, amándonos y manteniéndonos a salvo en este mismo instante. Aun cuando sentimos excesivo temor, cuando nos sentimos insignificantes frente a estos enormes problemas, podemos recurrir a Dios en oración y escuchar Su voz, dándonos la respuesta y la victoria necesarias.
Cristo Jesús nos aconsejó: "No temáis, manada pequeña". Lucas 12:32. Él, más que ningún otro, sabía que Dios, el bien, no sólo estaba siempre presente, sino que era todo el poder que existe, poder que no deja ningún espacio para cualquier mal o temor que nos quiera intimidar.
La Biblia enseña, asimismo, que Dios es enteramente bueno y que el hombre está hecho a Su imagen. De modo que, el hombre es bueno y en realidad puede experimentar sólo el bien. Dios conoce nuestra verdadera identidad espiritual íntimamente. El comprender esto nos da la seguridad que necesitamos para recurrir a nuestro Padre-Madre Dios en cualquier momento; entonces sentiremos Su amor y presencia en lugar de temor. Puesto que Dios es Mente divina, podemos estar seguros de que tenemos todo la inteligencia y sabiduría que precisamos para abandonar el temor y dar el próximo paso que Dios nos indica. Al escucharlo en oración, oiremos los pensamientos de Dios diciéndonos cómo vivir con valentía. Muchas otras personas en la Biblia además de David sintieron que Dios los consolaba: "No temas,... Jacob"; Isa. 44:2. "Daniel, no temas"; Dan. 10:12. "Pablo, no temas"; Hechos 27:24. "No temas, porque yo estoy contigo". Isa. 43:5.
En otro viaje que hice, esta vez a bordo de un barco, se me ocurrió que a los pasajeros les gustaría escuchar ragtime en el piano. Así que me anoté para participar del espectáculo de talentos. Resultó divertido ensayar en el escenario más grande. Sin embargo, esa noche a la hora de la función, descubrí que la mitad inferior del teclado estaba en total oscuridad y la pieza musical típica de los rags, tenía muchos acordes que correspondían a la mano izquierda. Pensé que ya había que tener mucho valor para salir a tocar el piano con buena iluminación, de modo que pensé seriamente en no tocar.
De nuevo, me volví a Dios en oración para obtener una respuesta. Recordé este versículo que fue muy apropiado, otra vez de un Salmo: "Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán: aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz". Salmo 139:11, 12. Eso terminó con el terror a presentarme en el escenario. Cuando me llegó el turno de tocar, todos los acordes cayeron en los lugares correctos. Algunas personas del auditorio dijeron que la melodía les había dado ganas de bailar.
Cada vez que recurrimos a Dios para que nos ayude en nuestras aflicciones y logramos algún triunfo sobre el temor, obtenemos una mayor consciencia de Su presencia con nosotros dondequiera que estemos, cualesquiera sean las circunstancias. Adquirimos una mayor certeza de que Dios es el único poder y de que no hay nada que nos pueda dañar o hacernos fracasar. Alcanzamos una mayor confianza en nuestra habilidad para escuchar Su voz, la que nos dice precisamente porqué no hay nada que temer.
