Hubo Una Época en que pensaba que la Navidad era solamente el 25 de diciembre. Día que marcaba la culminación de una maratón de una semana de podar árboles, hacer galletitas, envolver regalos y hacer planes especiales con los niños. Esa actividad, a veces alegre, otras llena de frenesí, continuaba hasta después de la Nochebuena, cuando mi esposo y yo tratábamos de preparar las cosas para la "mañana de Navidad" (que para los chicos eso significaba: ¡abrir los regalos!), y para el gran almuerzo con toda la familia. Finalmente, en las primeras horas de la madrugada caíamos exhaustos en la cama.
Después, con los primeros rayos de luz, gritos de alegría surcaban el aire. Los chicos venían corriendo a nuestro dormitorio gritando: "¡Despierten!" "¡Despierten!" "¡Es Navidad!" Y con eso, el día oficialmente comenzaba.
Ahora, los niños han crecido, y la Navidad parece muy diferente. No tan solo porque los chicos ya no están y la vida es algo más tranquila. Es que lo que yo comprendo acerca de la Navidad es diferente. Y esta mejor comprensión ayuda a una persona a querer la Navidad aún más. Ayuda a una persona a querer a Dios y a Su Cristo — y a todos los hijos de Dios — mucho más. Hasta ayuda a una persona a tener más afecto por el 25 de diciembre.
Con todo, los niños estaban en lo cierto en una cosa: la Navidad es una época para despertar. Pero ese despertar, cuando uno realmente lo comprende, es espiritual. Y puede ocurrir en cualquier momento del año... en diciembre, marzo, agosto u octubre.
A menudo este despertar — esta venida del Cristo — se manifiesta lentamente, como los rayos de la primera luz de la mañana que atraviesan la ventana al amanecer. No obstante, poco a poco se vuelven más fuertes — calentando los rincones más fríos y oscuros del pensamiento — hasta que toda nuestra consciencia brilla con renovada vida, amor y esperanza.
Fue así como el Cristo se presentó a María, la madre de Jesús. La Biblia dice que un ángel se le apareció y dulcemente le dijo que ella era muy "favorecida" ante los ojos de Dios. Y que pronto daría a luz un hijo, cuyo Padre sería sólo Dios. Y que este hijo sería el "Hijo del Altísimo", un "gran" legislador cuyo reino no tendría fin.
Después María viajó a ver a su prima Elisabet para compartir con ella la emoción de haber recibido esta enaltecida revelación del amor de Dios. "Engrandece mi alma al Señor", le dijo a Elisabet, "y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones". Lucas 1:28-35, 46-48.
La llegada del bebé de María fue muy humilde. El bebé nació en la ciudad de Belén, en Judea, (en un establo, porque no había habitación disponible en la ciudad llena de gente que había ido a pagar los impuestos). Pero una gloria divina rodeaba el nacimiento, una gloria que sólo los que estaban alertas espiritualmente podían percibir. Por ejemplo, una gran estrella se posó encima del lugar donde estaba el establo, y una explosión nocturna de luz celestial anunció en la noche la venida del Cristo a los pastores que estaban en el campo cercano. La Biblia relata que de pronto un coro de ángeles cantó a estos pastores diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" Lucas 2:1-14.
Cuando Jesús creció, llevó la luz del Cristo a la vida de la gente de su tierra. Instruyó, sanó y consoló a miles. Él reavivó su esperanza. Los ayudó a comprender que, aunque eran oprimidos y perseguidos debido a su religión, no dejaban de ser los amados de Dios. Y los hizo estar conscientes de que estar dormidos espiritualmente es muerte, despertándolos a una vida en Cristo que nunca termina. "Yo soy la resurrección y la vida", le dijo en una oportunidad a la hermana de un hombre que había muerto, llamado Lázaro. Y luego resucitó a Lázaro. Véase Juan 11:1-44.
Lo que la luz del Cristo hizo por María, por los pastores, por las multitudes, y por Lázaro, todavía lo está haciendo hoy por usted, por mí y por todos. De hecho, es un mensaje inherente a la Ciencia del Cristianismo. Y es un mensaje esencial de Navidad. El Cristo está eternamente con cada uno de nosotros, siempre presente para animarnos y redimirnos, para hacernos tomar conciencia de las buenas nuevas de que estamos por siempre unidos a nuestro Padre-Madre divino. Y nadie nos puede apartar de este amor santo.
Por lo tanto, la promesa de la primera Navidad es la promesa de la Navidad que festejamos hoy: que el Cristo viene hoy y siempre a cada uno de nosotros, elevándonos por encima del efecto mortífero de la mortalidad, con sus dolores, insatisfacciones y egoísmos.
Cuando despertamos de un mal sueño, ya no nos puede torturar. Y cuando despertamos, aunque sea en cierto grado, del sueño de la mortalidad — el sueño del pecado, la enfermedad y la muerte — despertamos a la curación. Y despertamos a una celebración imbuida de Navidad en nuestro corazón. La Sra. Eddy describe este proceso en su libro Ciencia y Salud: "... si la enfermedad y el pecado son ilusiones, el despertamiento de este sueño mortal o ilusión, nos llevará a la salud, la santidad y la inmortalidad. Ese despertar es la eterna venida del Cristo, el aparecimiento avanzado de la Verdad, que echa fuera el error y sana a los enfermos".Ciencia y Salud, pág. 230.
Una amiga mía tuvo este tipo de despertamiento un mes de octubre. Estaba sola por primera vez en años. Y tenía mucho miedo de que sus esfuerzos por conseguir trabajo, hacer nuevos amigos y establecer un nuevo hogar, serían un fracaso. Aparte de eso, hacía varios días que no se sentía bien. No obstante, oraba constantemente.
Entonces, una mañana temprano, Dios iluminó su pensamiento. Ella pensó que realmente no importaba si conseguía o no el tipo de trabajo que ella quería, o el tipo de amigos que deseaba, o el lugar para vivir de su preferencia. Lo más importante era que Dios estaba con ella. Su Cristo estaba con ella. Dios y Su Cristo nunca la dejarían. Ellos le darían siempre todo lo que ella necesitara. Se apoyó en estas grandes verdades durante horas. Y sintió que había sanado.
La dicha sagrada que mi amiga sintió esa mañana fue un despertar espiritual, un toque de la Navidad. La Sra. Eddy describe este tipo de Navidad en un artículo que ella escribió para el New York World: "El verdadero espíritu de la Navidad eleva a la medicina hasta la Mente; echa fuera males, sana al enfermo, despierta las facultades dormidas, apela a todas las condiciones y responde a toda necesidad del hombre".The First Church of Christ, Scientist, pág. 260. Este es el tipo de Navidad que podemos desearnos los unos a los otros constantemente. Hasta en octubre.