¿No Sería Maravilloso que nunca perdiéramos nada? ¿Que nunca perdiéramos dinero, ni nunca dejáramos las llaves fuera de lugar? Eso es bastante frecuente en nuestra vida diaria ¿verdad? También se presentan circunstancias mucho más serias, como la pérdida de un amigo íntimo.
La Ciencia Cristiana enseña que el reino de Dios está presente aquí y ahora, y que, por lo tanto, podemos reclamar la perfección espiritual que hace imposible la pérdida de algo. Durante muchos años me fue difícil entender esto. Pero a medida que fui comprendiendo la Ciencia Cristiana, aprendí la importancia de saber, de entender, de estar convencida de que, puesto que en realidad somos espirituales, jamás podemos ser privados de aquello que nos pertenece por derecho.
Para poder probar este hecho espiritual es necesario orar y aumentar nuestra comprensión de la relación que existe entre Dios y el hombre, según enseñan la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Así comenzamos a comprender la verdad de la declaración de Cristo Jesús: "El reino de Dios está entre vosotros". Lucas 17:21. La Sra. Eddy escribe sobre el reino de los cielos en su libro, Ciencia y Salud. Ella dice: "El testimonio de los sentidos físicos a menudo invierte a la Ciencia verdadera del ser y crea así un reino de discordia, asignando poder aparente al pecado, la enfermedad y la muerte; pero las grandes verdades de la Vida, correctamente comprendidas, derrotan ese trío de errores, contradicen a sus falsos testigos y revelan el reino de los cielos — el verdadero reino de la armonía en la tierra".Ciencia y Salud, pág. 122. Por medio de la oración podemos afirmar que este reino de armonía en la tierra está aquí y ahora, y que cualquier aparente pérdida en nuestra vida, ya sea grande o pequeña, no es armoniosa y, por lo tanto, no es verdadera.
Comprendí que en realidad el hogar y la familia son espirituales.
Quizás la siguiente experiencia ilustre cómo demostrar esto y cómo vencer la pérdida a través de la oración. Un día cuando me encontraba en la oficina, el carro de la máquina de escribir, que estaba desajustado, me dio un golpe muy fuerte en una mano. La molestia desapareció casi en seguida, pero al cabo de una hora más o menos, vi que el engarce de mi anillo de compromiso estaba muy torcido y faltaba el diamante. Después del accidente había visitado varios sectores del edificio en el cual trabajo y no tenía forma de saber dónde había caído el diamante.
Estaba muy preocupada por la pérdida del diamante; significaba mucho más para mí que su modesto valor en dólares. Mi esposo había fallecido hacía pocos años, por lo que no había forma de que él pudiera reponer el anillo. Sentí que, en cierto modo, este accidente estaba centrando mi pensamiento otra vez en la dolorosa pérdida de mi esposo.
Cuando empecé a buscar el diamante (debo admitir que con desesperación) me recordaba constantemente a mí misma que en el reino de Dios nada se pierde. Otro pensamiento que me ayudó es de Ciencia y Salud y dice así: "Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía".Ibid, pág. 424.
En medio de mi búsqueda, un pensamiento me perturbaba. ¿Creía realmente las verdades que estaba repitiendo? ¿En verdad creía que no había accidentes ni pérdida? Me sentí consternada al darme cuenta de que en ese momento no creía en mis declaraciones de la verdad. De hecho, estaba convencida de que había sufrido pérdidas irreparables. No obstante, recordé esta declaración de Ciencia y Salud: "La Ciencia divina, superando las teorías físicas, excluye la materia, resuelve cosas en pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material con ideas espirituales".Ibid, pág. 123. Eso fue para mí una guía. Era hora de que dejara de sentir lástima de mí misma y comenzara a orar en serio. Durante los días siguientes oré de acuerdo con estos lineamientos: en la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios no conoce la materia, ni siquiera esas manifestaciones materiales que parecen ser buenas, hermosas o valiosas. De manera que Dios no sabía nada de mi diamante ni de que lo había perdido, ni dónde se encontraba. Pero sí conocía las cualidades e ideas espirituales que el diamante representaba. Al reconocer esas cualidades e ideas yo estaría dando los pasos para resolver "cosas en pensamientos", y para percibir que las ideas espirituales a las cuales se refiere la Sra. Eddy estaban constantemente expresándose en mí, en la sustancia misma de mi vida.
Por lo tanto, podía llevar conmigo el verdadero sentido de hogar y familia a todas partes.
Primero, la belleza. Desde tiempo inmemorial se considera que los diamantes son hermosos. Pero la verdadera belleza es una cualidad espiritual, no material. La verdadera belleza no puede perderse ni disminuir en forma alguna. Nada hermoso me había abandonado ni por un instante. Eso resultó relativamente fácil. La parte difícil fue encarar el pesar que sentía por la pérdida del regalo de mi esposo, y por la pérdida misma de mi esposo. Ya había pasado por esto antes, pero aparentemente aún tenía que aprender algunas lecciones.
Me di cuenta de que el anillo había servido como un símbolo de amor, de compañerismo y de un hogar y una familia felices. Entonces lo que necesitaba era percibir la naturaleza espiritual del compañerismo y de la familia, ilustrada por el amor, el gozo y otras cualidades que expresamos y que derivan de Dios. Desde este punto de vista comprendí que el amor nunca muere. Aunque el ser querido ya no esté con nosotros, la fuente del amor — Dios, el Amor — permanece viva. Este Amor está siempre con nosotros. Es continuo y no puede ser interrumpido por ningún incidente mortal.
Dios es Amor. Dios no puede morir ni desaparecer, y es así que el Amor no puede morir ni desaparecer, ni siquiera temporalmente. El amor solícito que los miembros de la familia expresan entre ellos es un reflejo del Amor, Dios. Por lo tanto, nunca podía verme privada de amor, así como tampoco podía verme privada de Dios.
El compañerismo también es espiritual. Siempre me había sentido acompañada por la percepción e inspiración espirituales que provienen de mi Padre divino. Recordé cuánto me habían ayudado los testimonios y artículos de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que explicaban cómo superar el pesar y cómo alcanzar el verdadero sentido de compañerismo. Pensé en uno de mis himnos favoritos del Himnario de la Ciencia Cristiana que contiene estas líneas: "Morad con el Amor en paz, que gozo y fe de todos son".Himnario, N.° 34. Resolví mantener un mejor compañerismo con la fe, la esperanza y el gozo al cumplir con mis actividades diarias.
También comprendí que en realidad el hogar y la familia son espirituales, no materiales ni mortales. Por lo tanto, podía llevar conmigo el verdadero sentido de hogar y familia a todas partes. Recordé también la promesa del Salmista de que "Dios hace habitar en familia a los desamparados". Salmo 68:6.
El resultado de mis oraciones fue que cuando volví a mi oficina al comienzo de la semana siguiente, estaba completamente en paz. Había visto que mi gozo y mi expresión de amor no dependían de la materia. Me sentí libre de la carga del pesar. La curación fue tan completa que olvidé por completo lo del anillo. (Había guardado cuidadosamente lo que quedaba de él en un cajón.)
Una semana después del accidente, sentada frente a mi escritorio, levanté lo que pensé era un pequeño fragmento para tirarlo. Al hacerlo recordé el diamante y me sentí agradecida porque había superado el sentido de pérdida. ¡Entonces vi con gran sorpresa que tenía en mis manos el diamante! Aparentemente, lo que había sucedido fue que veinte minutos antes de encontrar el diamante, se había roto una tecla de la máquina de escribir. El diamante se debe de haber caído cuando di vuelta la máquina de escribir para ver el número de serie y enviar una solicitud de reparación.
Encontrar el diamante me pareció completamente natural, nada extraordinario. Comprendo, desde luego, que lo hubiera encontrado una semana antes si hubiera pensado en buscar en el interior de la máquina de escribir. Pero también comprendo que las lecciones que aprendí me dieron una paz interior que ninguna posesión material hubiera podido proporcionarme. Ahora, cuando miro mi anillo veo el diamante engarzado nuevamente y brillando después de una buena limpieza. Pero lo que es más importante aún es que veo un símbolo del amor y unidad de la familia, y un recordatorio del hecho espiritual de que en el reino de Dios nada se pierde.
