Estoy Inmensamente agradecido a mis padres por haberme educado dándome a conocer la Ciencia Cristiana. Varias veces mi hermana y yo fuimos sanados por sus oraciones, y algunas veces por las de practicistas de la Ciencia Cristiana. Como resultado de haber sido criado de esta manera, siempre me he sentido capaz de confiar en Dios, sea cual fuere la necesidad.
Una fuerte influencia en mi vida ha sido el hecho de que Dios guía y cuida con amor a Sus hijos. En una ocasión, cuando tenía diez años, un amigo me convenció de que visitáramos un estanque de agua peligroso y lóbrego, al cual mis padres me habían dicho que no fuera. Al momento de llegar ahí, comenzó a llover a cántaros. Sin fijarme donde estaba caminando, pisé un pedazo de vidrio, y me hice una herida profunda en el pie. En ese momento, escuchamos el rodar de una bicicleta para montaña. Cuando iba cojeando de regreso hacia mi bicicleta, mi amigo me advirtió acerca de los peligros de encontrarnos con los ciclistas de montaña. Entonces él simplemente se marchó.
Me sentí muy solo. El ciclista apareció y se me acercó, ofreciéndome ayuda, lo cual me sorprendió. Mirando con preocupación el pie que sangraba mucho, me sorprendió aún más al sugerir que oráramos. Sentí la presencia de Dios. Sin más molestias por la herida, pude aceptar su ofrecimiento de llevarme a casa, sintiéndome agradecido por aquél ciclista enviado por Dios.
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