Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Dios: La única autoridad en nuestra vida

Del número de enero de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Job, El Personaje De Las Escrituras conocido por sus padecimientos, ilustra al hombre que busca entender a Dios en medio de la tragedia y la pérdida, el hombre que desea tener respuestas convincentes sobre el poder absoluto del Amor divino, la autoridad de la bondad, aun cuando se enfrenta al mal.

Eliú, el amigo de Job, le dijo: "He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos". Job 36:26. Job no estaba convencido; él no aceptó la bondad de Dios por lo que sus amigos le decían. Pero, cuando Dios se reveló a Job, su ignorancia de la naturaleza de Dios cedió a la comprensión de la autoridad absoluta que tiene el Amor divino sobre el universo y el hombre.

Este estado mental de búsqueda de la verdad del ser, muy a menudo nace cuando las situaciones que enfrentamos desafían el bien en nuestra vida. En el caso de Job, habían asesinado a sus hijos e hijas, y había perdido toda su fortuna. Aun así, lo que había experimentado acerca de la presencia de Dios, y la restauración que siguió luego, nos muestra que Dios es el Amor que se revela a Sí mismo. A través del Cristo, la idea espiritual de Dios, dejamos de lado nuestra ignorancia respecto de la autoridad absoluta de Dios, y sentimos Su amor y cuidado por el hombre, Su bondad constante y firme. El único resultado que se obtiene al conocer a Dios es el bien que lleva a la justicia y a la armonía.

Para el sentido humano el universo y toda la creación es algo maravilloso que sobrepasa el entendimiento, pero el pensamiento humano tiene la capacidad de elevarse por encima de sus propias creencias y dejar la ignorancia. Cada uno de nosotros puede reconocer las maravillas de la creación y aceptar la autoridad del Amor divino, porque Dios otorga esta capacidad.

Aun así, la altivez del pensamiento humano también necesita humillarse como lo muestra la historia de Job. "¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?", Job 38:32. Dios le pregunta a Job. Preguntas como éstas hicieron que finalmente él reconociera que Dios es el Creador y que la naturaleza divina está llena de bondad, amor y vida. También aprendió que Dios, no el hombre, es tanto el creador como el gobernador del universo.

Cuando dejamos de ser ignorantes respecto de la naturaleza verdadera de Dios, empezamos a entender la autoridad que el Amor tiene sobre Su creación. Cuando un centurión le pidió a Cristo Jesús que sanara a su siervo, le hizo saber al Maestro que reconocía la autoridad que tenía como sanador. No sabemos si el soldado comprendía a Dios, pero debe de haber sentido algo del Cristo, la Verdad, que Jesús representaba.

En la Biblia leemos: "Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta fe". Mateo 8:10.

Nuestro gran Maestro sabía muy bien que su vida estaba bajo la autoridad divina, y lo demostró con su actitud, tanto frente a los que fueron a arrestarlo, como delante del rey Herodes, de Pilato y de los sumos sacerdotes. Frente a ellos, que se consideraban la autoridad máxima, él mantuvo su calma y dignidad. No se defendió humanamente delante de ellos, porque sabía que ignoraban, que no comprendían, que él manifestaba al Cristo, y que estaba bajo la autoridad del Amor divino, no bajo el gobierno humano; y Cristo Jesús al resucitar, demostró que solo la Vida, la Verdad y el Amor tienen autoridad absoluta en la vida del hombre que Dios creó.

La Sra. Eddy comprendió la Ciencia del ser tal como la enseñó el gran Maestro, Cristo Jesús. Ella siguió su ejemplo en su propia vida y, por lo tanto, debemos dar absoluto crédito a lo que escribió: "Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas 'autoridades... que hay'".Ciencia y Salud, pág. 249.

El reconocer que estamos bajo la autoridad del Amor topoderoso es la decisión consciente de no aceptar otra autoridad, sino la divina. Muestra que hemos dejado de ser ignorantes respecto de quién tiene poder sobre nuestra vida, y así nos sometemos a esta autoridad, que es la fuente de todo bien.

Pude probar esto cuando me encontraba en un país de América del Sur. Tres días antes de regresar a mi país, fui a la línea aérea para confirmar mi boleto. Para mi gran sorpresa, la persona que me atendió dijo que me habían borrado de la lista de pasajeros, porque no había confirmado mi regreso a las 48 horas de llegar al país. Había viajado anteriormente a ese país, pero nunca me habían exigido esto.

Además me dijeron que no había ninguna posibilidad de viajar en la fecha que necesitaba regresar. Los vuelos estaban llenos hasta pasada la Navidad, para la que faltaban aún dos semanas.

Me quedé quieta. Traté de no alarmarme ante la perspectiva de no tener tiempo para preparar las cosas de Navidad, ni de estar con mi familia para esa fecha. Sabía qué debía hacer: orar. Necesitaba establecer en mi pensamiento la realidad de que solo el Amor divino, y no las situaciones humanas, tenía autoridad sobre mi vida. Oré casi toda la noche, reconociendo solo el gobierno del Amor divino, la acción e influencia del Cristo en mi vida.

Al día siguiente, sentí que tenía que regresar a la línea aérea. Antes de salir dije: "Padre, te ruego, dame Tu palabra para poder hacer Tu voluntad y actuar con sabiduría", y abrí la Biblia. Se abrió en Jeremías. Mis ojos se posaron en estas líneas: "Por donde fuiste... vuelve a estas tus ciudades". Jer. 31:21.

Sentí que estas palabras eran como una orden dada con absoluta autoridad. Sentí que eran decisivas y, por lo tanto, debían cumplirse.

Mientras esperaba mi turno para ser atendida en la oficina de la línea aérea, repetí estas palabras en silencio para contrarrestar la duda y el temor que trataban de asaltarme. Cuando me senté frente a la señorita que me atendía, ella estaba hablando por teléfono, mientras examinaba el boleto y el pasaporte. Me devolvió mis documentos diciéndome: "Acaban de informarme que un pasajero canceló su viaje de mañana. Usted tiene el asiento de él".

Con esta experiencia aprendí que es necesario que uno haga su parte, para permitir que Dios manifieste Su autoridad. Cumplimos con nuestra parte, cuando con calma resistimos la creencia ignorante de que pueda haber otro poder sobre la vida del hombre que no sea el Amor divino.

Cumplimos con nuestra obligación cuando recurrimos a Dios y le obedecemos, cuando buscamos la Palabra y hacemos frente con ella a la duda, al temor y a las situaciones discordantes. Persistimos en la oración hasta que las condiciones humanas indican que todo está bajo el control divino.

De este modo practicamos la Ciencia Cristiana, la Ciencia del Cristo, la cual nos capacita para demostrar con certeza científica que nuestra vida está solo bajo la autoridad de Dios, o sea el Amor divino.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1997

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.