En Su Artículo "Conozcamos la soledad", el Reverendo J. A. Davidson ha descubierto algo interesante. Cuando habla sobre 'lo que la Biblia llama amor, el cuidado activo y la preocupación por las necesidades y sufrimientos de otras personas'", él dice: "Aliviamos nuestra propia soledad cuando amorosa y solidariamente ayudamos a aliviar la soledad de otros". (Véanse extractos del artículo del Reverendo Davidson que acompaña este editorial.)
Incluso un simple acto de bondad puede servir para restaurar nuestro sentido de dignidad como individuo, y de unidad con otras personas. Uno nunca sabe lo que esto puede hacer por otra persona. Un relato que leí en un diario hace varios años, ha permanecido en mí como un poderoso recordatorio de la diferencia que el amor desinteresado puede hacer en la vida de otras personas. El autor había sido salvado de saltar desde el puente Golden Gate en San Francisco, cuando alguien que pasaba caminando le dijo al pasar "me gustan sus botas de campo".
No es casual que nuestros propios sentimientos de soledad se atenúen cuando dejamos de lado los intereses y las preocupaciones personales, para ocuparnos amorosamente del bienestar de otros. Tiene que ver con la ley de Dios, la Ciencia divina del ser, el hecho de que en realidad fuimos creados para reflejar al Amor divino, no para absorberlo.
Dios es Amor, y Él siempre nos ama incondicionalmente. Sin embargo, con frecuencia la tendencia humana es creer que podemos estar separados del Amor siempre presente. Esta creencia nos lleva a concentrarnos en el anhelo de ser amados por, antes que expresar amor a Dios y nuestro prójimo. Pero esta actitud de pensamiento puede llevarnos a sentirnos solos y que no nos aman, aun cuando estamos rodeados de quienes nos aman profundamente. No cabe duda de que esa sensación de ser valorado y amado viene cuando expresamos amor. Cuando nos interesamos, sin egoísmo, en otras personas, sabemos que somos, y nos sentimos, uno con el amor que Dios siente por nosotros. Como dice el Apóstol Juan: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor". 1 Juan 4:7, 8.
El hombre es la expresión amada de Dios — Su propia creación espiritual — pura y perfecta. El hombre no es un objeto solitario y aislado, separado del Amor y que espera ser amado. Como el reflejo del Amor, usted y yo somos inseparables del Amor, así como la luz del sol no puede ser separada del sol.
Cuando atesoramos en nuestro corazón un profundo amor a Dios y al hombre, y en nuestras oraciones y obras recurrimos a ese amor para elevar a otros fuera del abismo de la soledad, actuamos y somos exactamente como fuimos creados. Estamos cumpliendo nuestro propósito eterno como las ideas amadas y amorosas de Dios. Descubrimos lo que el Reverendo Davidson llama nuestra "propia y sagrada individualidad".
Con frecuencia he pensado que es maravilloso que el amor de Dios no esté dirigido sólo a ciertas personas, excluyendo a otras, así como los rayos del sol tampoco brillan para unos pocos elegidos. El amor se expresa continua e imparcialmente en todo el universo. Por lo tanto, así como un rayo de sol imparte la luz y el calor del sol sobre todos, sin considerar cómo son recibidos, usted y yo podemos expresar libremente el amor inagotable que Dios siente por todos. Hacerlo, no sólo es natural, sino que se siente como algo natural; es el camino para salir de la soledad.
Un día en que me había estado sintiendo un poco alejada del cuidado y el afecto de otros, estaba en la tienda de abarrotes, y entonces le sonreí y dije con ternura "hola" a una señora que parecía estar completamente sumergida en la tristeza. Repentinamente, su rostro, antes abatido, se vio hermoso cuando me devolvió una sonriente y brillante expresión como diciendo "alguien me valora". Llevé conmigo esa hermosa escena durante el resto del día, y dejé que iluminara mi pensamiento.
La soledad es un fenómeno que refleja un falso sentido del yo, de una supuesta personalidad mortal, separada de Dios y abandonada para luchar por sí misma. Pero podemos rechazar esos sentimientos inútiles de soledad que tratan de imponérsenos, dirigiendo nuestro pensamiento fuera del sentido mortal del yo y su tendencia a ensimismarse. Quizás nos parezca un pedido exagerado ("¿cómo puedo alejarme de la autocompasión si estoy tan preocupado por mí mismo?"), pero podemos verlo como una simple cuestión de obediencia, de adorar sólo al único Dios, el bien, y no doblegarnos para servir al impostor impotente, el mal. Dios es el único que está capacitado para cuidarnos.
Dios siempre nos envía Sus ángeles, Sus pensamientos, y ellos nos elevan para que reconozcamos Su amor y cuidado.
Aunque las circunstancias humanas nos digan que estamos literalmente solos, o que estamos rodeados por otros, nuestro amor por los demás — nuestras palabras, nuestras obras, y especialmente nuestras oraciones — pueden hacer una diferencia.
Aun los individuos más abnegados y afectuosos pueden caer en la trampa de someterse a un sentido mortal del yo con sus temores, su egoísmo y sus sentimientos de vanidad o auto-desprecio, pero sólo cuando dejan de adorar y servir a Dios fielmente como la única causa y creador. Cristo Jesús nos dio el ejemplo perfecto de cómo rechazar las tentaciones y no aceptar la individualidad mortal. Él rechazó categóricamente la representatividad hipotética de la mortalidad cuando dijo: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás". ¿Y qué ocurrió entonces? "El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían". Mateo 4:10, 11.
¡Quién no preferiría tener la compañía de ángeles que lo sirvieran en lugar de que lo invada un sinnúmero de sugestiones agresivas que le dicen que está aislado y solo! Estos ángeles son nuestros a través de nuestra adoración fiel y servicio a Dios, el Amor divino. "Los ángeles son pensamientos puros que emanan de Dios, alados con Verdad y Amor..." dice Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, la Ciencia del Amor divino. "Los ángeles son representantes de Dios. Esos seres de vuelo ascendente nunca conducen hacia el egoísmo, el pecado o la materialidad, sino que guían hacia el Principio divino de todo bien, donde se reúne toda la verdadera individualidad, imagen o semejanza de Dios". Ciencia y Salud, págs. 298–299. Dios siempre nos envía Sus ángeles, Sus pensamientos, y ellos nos elevan para que reconozcamos Su amor y cuidado; nos elevan para que podamos ver nuestra identidad y propósito como el reflejo del Amor. Sólo necesitamos adorarlo a Él, y consagrarnos a Su servicio, a través del amor a Dios y al hombre.
Cualesquiera sean las circunstancias que nos rodeen, podemos recurrir a Dios en oración y rechazar los pensamientos que no reflejen al Amor divino. Podemos atesorar profundamente en nuestros corazones el inmenso amor que tiene Dios por nosotros, y también un amor puro y genuino a Dios; y dejar que el Amor divino redima nuestro concepto de verdadero valor, propósito y bienestar. Podemos consagrarnos gozosamente a una vida de servicio desinteresado a Dios, y a nuestro prójimo. La Sra. Eddy dice: "La sustancia de toda devoción es el reflejo y la demostración del Amor divino, que sanan la enfermedad y destruyen el pecado". Ibid, pág. 241.
¿Puede imaginarse un mejor modo de rechazar la soledad que dedicarse a "reflejar y demostrar el Amor divino"? Hay innumerables corazones solitarios que anhelan sentir el amor del Amor a través de sus oraciones y su bondad. Brindárselos es un modo seguro de dejar a la soledad arrastrándose en el polvo, mientas usted disfruta de la atención de los ángeles.
De The Western Producer
(Saskatoon, Saskatchewan, Canadá, 1° de diciembre de 1994)
Conozcamos la soledad
Hace varios años un influyente psiquiatra norteamericano, el Dr. Harry Stack Sullivan, escribió: "Hoy en día, el problema más grande que enfrenta la gente es la soledad, el aislamiento y la dificultad para sentir autoestima en nuestra sociedad..."
La soledad no es simplemente una cuestión de estar solo. Y no puede remediarse con la presencia de otra persona, o de otras diez personas, o de otras diez mil. Los Beatles —¿los recuerda?— solían preguntar en una de sus canciones "¿de dónde vienen todas las personas solitarias?" Nosotros sabemos que vienen de todas partes, y van hacia todas partes...
En nuestra sociedad frenética y terriblemente competitiva, tenemos la tendencia creciente a actuar frente a los demás simplemente como si fueran máquinas animadas, en lugar de tratarlos como personas, cada uno con su propia y sagrada individualidad... [Pero] podemos dejar de lado la angustia de la soledad únicamente cuando ayudamos a otros a soportar la carga de soledad que los agobia. Esta cuestión se relaciona con lo que la Biblia llama amor, el cuidado activo y la preocupación por las necesidades y el sufrimiento de otras personas. Aliviamos nuestra propia soledad cuando amorosa y solidariamente ayudamos a aliviar la soledad de otros.
Reimpreso con permiso.