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Una Curación que tuve...

Del número de enero de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Curación que tuve cuando acababa de graduarme en la universidad, fue algo decisivo para mi práctica de la Ciencia Cristiana, y me enseñó algo sobre lo que significa ser persistente con la oración. Era mi segundo año en este muy atareado empleo como profesora y celadora en el dormitorio de una escuela de pupilos.

A fines de marzo, tuve dos semanas de vacaciones, y regresé a la casa de mis padres para pasar unos días con ellos. Durante la segunda semana comencé a sentirme afiebrada y débil, y luego muy enferma. Había otros síntomas de enfermedad que realmente me asustaron.

Siempre ha sido muy natural para mí recurrir a Dios en busca de curación, y apoyarme completamente en Él en esas ocasiones, por lo cual comencé a orar. Quería percibir más claramente que Dios gobernaba y mantenía mi vida. Cuando me pareció que no estaba mejorando, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana pidiéndole ayuda.

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