Una Curación que tuve cuando acababa de graduarme en la universidad, fue algo decisivo para mi práctica de la Ciencia Cristiana, y me enseñó algo sobre lo que significa ser persistente con la oración. Era mi segundo año en este muy atareado empleo como profesora y celadora en el dormitorio de una escuela de pupilos.
A fines de marzo, tuve dos semanas de vacaciones, y regresé a la casa de mis padres para pasar unos días con ellos. Durante la segunda semana comencé a sentirme afiebrada y débil, y luego muy enferma. Había otros síntomas de enfermedad que realmente me asustaron.
Siempre ha sido muy natural para mí recurrir a Dios en busca de curación, y apoyarme completamente en Él en esas ocasiones, por lo cual comencé a orar. Quería percibir más claramente que Dios gobernaba y mantenía mi vida. Cuando me pareció que no estaba mejorando, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana pidiéndole ayuda.
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