El Séptimo Mandamiento prohibe el adulterio. Véase Éx. 20: 14. Eso era algo a lo que yo pensaba que nunca tendría que enfrentarme, sin embargo, hace unos años descubrí que mi esposo estaba teniendo una aventura amorosa. Al enfrentarlo, él admitió la situación, aunque recientemente había terminado con ella. Me sentí ofendida e indignada. Me sentí engañada, estafada y profundamente herida. Me abrumaban sentimientos de lástima por mí misma.
Esa noche, en medio de un estado de confusión emocional, asistí a la reunión de testimonios de los miércoles en una iglesia de la Ciencia Cristiana. Pensaba que, si tan sólo pudiera obtener alguna idea que me ayudara a elevar mi pensamiento, me sentiría agradecida. Mientras escuchaba las lecturas de la Biblia y del libro Ciencia y Salud, y los testimonios de los miembros de la congregación, dos ideas penetraron mi desdicha. Una era que la armonía es la realidad genuina, y la otra era la necesidad de perdonar. Esas ideas resultaron mucho más poderosas de lo que hubiera podido imaginar. Recuperé el control de mi pensamiento y me sorprendí al ver el progreso alcanzado en los días subsiguientes.
Recurrí a la Biblia en busca de inspiración. En la parábola de Cristo Jesús acerca del hijo pródigo, Véase Lucas 15:11-32. el padre le da la bienvenida, sin reserva alguna, al hijo que regresa al hogar. No perdió tiempo emitiendo juicios o sintiéndose ofendido o traicionado. Celebró abiertamente el regreso de su hijo. ¿Cómo podía yo hacer menos en mi circunstancia?
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