Las Familias Judías querían mucho a sus hijos. Cuando un ángel le ordenó a José que llevara a su familia a Egipto, él y María viajaron muchos días para mantener al niño Jesús a salvo de todo mal. Los niños también amaban y obedecían a sus padres. Y aprendieron que era muy importante obedecer a Dios. Oyeron muchas historias de las Escrituras hebreas sobre la gente que escuchaba a Dios, sobre Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob cuyo nombre fue cambiado al de Israel, Moisés el gran líder, y Débora la jueza. También escucharon historias acerca de los profetas que decían que vendría un Mesías o Salvador.
La Biblia nos cuenta que Jesús tenía hermanos llamados Jacobo, José, Judas y Simón, y que tenía hermanas (véase Marcos 6:3). Padres como María y José querían que sus hijos fueran sabios, y se esforzaran por conocer a Dios. Como madre de la familia, María enseñó a sus hijos acerca de Dios desde que eran muy pequeños. Y José enseñó a sus hijos a comportarse bien y a que lo ayudaran con su trabajo de carpintero en la comunidad agrícola de Nazaret.
Nazaret tenía una sinagoga o lugar de reunión donde los judíos iban para tener reuniones y adorar a Dios. Las sinagogas por lo general tenían una escuela donde los varones aprendían a leer y a escribir en hebreo. Los niños comenzaban aprendiendo el sonido de las letras y memorizando las palabras de las Escrituras para poder decirlas en voz alta. Las palabras que a menudo se escuchaban en la sinagoga, especialmente el día de reposo, se encuentran en el libro de Deuteronomio (véase 6:4–9). Estos seis versículos se llaman el Shema. Comienzan de este modo: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es". En hebreo la palabra shema significa "oír", que era la primera palabra de estos versículos que se escuchaban en muchas sinagogas y en el Templo de Jerusalén.
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