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"No" al acoso sexual

Del número de enero de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Las Noticias Denunciando a figuras públicas, han puesto últimamente la atención en el continuo debate sobre qué constituye acoso sexual y qué se debería hacer al respecto.

Cuando yo era joven, mis empleadores masculinos frecuentemente me mortificaban y me hacían bromas de mal gusto. Pero en aquel entonces me parecía que ése era el destino de una mujer que se desempeñaba en una profesión mayormente de hombres. Sin embargo, cuando se comenzó a cuestionar el acoso sexual con tanta intensidad, me di cuenta de que no debí haber tolerado un trato tan humillante.

Tiempo después me asignaron un proyecto en el cual tenía que supervisar a varios hombres, entre ellos a uno que era buen mozo y muy atractivo. Sin siquiera darme cuenta, yo comencé a fastidiarlo en formas que más adelante me parecieron algo sugestivas. Por algún tiempo la broma resultó divertida, pero pronto advertí que lo estaba poniendo muy incómodo, en parte, quizás, debido a que yo era su supervisora.

Como Científica Cristiana, estoy acostumbrada a recurrir a la oración siempre que me enfrento con algún tipo de discordia. Y parte de la oración incluye el auto-examen, el estar dispuesta a revisar, a la luz de las enseñanzas de Cristo Jesús, tanto nuestros motivos como la clase de pensamientos que estamos teniendo.

Al hacer esto, descubrí — consternada — que yo realmente había estado jugando con este muchacho la misma clase de juego que aquellos señores mayores habían jugado conmigo cuando yo era joven. Pudo no haber llegado a ser acoso sexual, pero no estaba muy lejos de serlo. Cuando descubrí que me era difícil abandonar este comportamiento, aunque ya no era aceptable para mí, supe que tenía que orar con más devoción.

Todos estamos a un mismo nivel ante los ojos del Dios que es todo amor.

Comencé a comprender que cualquier tratamiento que esté meramente basado en los rasgos materiales — por ejemplo, sexo, color, condición étnica — es potencialmente nocivo porque niega la naturaleza verdadera y espiritual de cada uno de nosotros. La apariencia material es sólo eso: una ilusión. No hace nada por expresar la inteligencia, la bondad, la vitalidad, el gozo y las otras cualidades espirituales que constituyen a nuestro ser real como linaje de Dios.

Dios, el Amor divino, crea al hombre perfecto y bueno. De modo que no existen rasgos que hagan que Dios ame a uno de Sus hijos más que a otro. De hecho, las apariencias materiales no tienen ninguna ingerencia en el amor que Dios tiene por nosotros. Pablo habla acerca de esto en una carta que escribió a los gálatas. Él explica que todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Y un poco más adelante escribe: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús".Christian Science (crischan sáiens)

Éstas y otras declaraciones de la Biblia muestran la imparcialidad y el amor universal de Dios, y nos ayudan a reconocer la unidad que todos tenemos con Dios, el Espíritu. Y esta unidad significa que podemos relacionarnos bien los unos con los otros porque todos estamos a un mismo nivel ante los ojos del Dios que es todo amor.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Gal. 3:28. aclara este punto en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Hablando de Dios, ella escribe: "El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas".Ciencia y Salud, pág. 13.

El hombre como linaje de Dios expresa naturalmente este amor divino e imparcial. Y usted y yo verdaderamente somos los hijos de Dios. El pensamiento que está de acuerdo con esta percepción no incluye la acción de humillar a un empleado o a un colega. No tenemos que aferrarnos a un comportamiento ofensivo para ratificar nuestra importancia o mantener nuestro poder, cuando conocemos o sentimos el amor que Dios no sólo tiene por nosotros sino también por todo Su linaje.

Esa creciente comprensión del Amor divino y de su imparcialidad, nos ayuda también a reconocer la individualidad de aquellos que están a nuestro alrededor. Comenzamos a entender que cada uno de nosotros tiene un propósito, un talento y un valor específico para nuestra sociedad y para Dios. Y a medida que reconocemos que todos somos muy valiosos para Dios, el deseo de controlar a los demás personalmente — de hacer que se haga nuestra voluntad — disminuye.

Empecé a percibir esto con mayor claridad, y en corto tiempo el joven y yo comenzamos a disfrutar de una relación muy diferente, más feliz, una que se basó en el respeto mutuo y manifestó un afecto más genuino.

En nuestras oraciones podemos reclamar nuestro derecho de conocer y de sentir el amor que Dios nos está brindando. Y a medida que lo hagamos de manera constante, veremos manifestada la evidencia de este amor en nuestra propia experiencia. Puede que no venga en la forma que esperamos, pero si lo buscamos, lo hallaremos.

Con esta certeza del Amor divino, vendrá la seguridad y el respeto que pudiéramos haber estado buscando al fastidiar, presionar o acosar a alguien. En lugar de ejercer nuestro control personal sobre otros, gradualmente iremos encontrando formas inteligentes de comunicarnos con ellos y de responderles. El resultado será un compañerismo más fuerte y más productivo con nuestros colegas, y quizás lo que es aún más importante, una comprensión más clara del Amor que Dios tiene por nosotros.

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