Conozco El Término Ciencia Cristiana desde hace tiempo; en realidad desde mucho antes de convertirme en seguidor de Cristo. Lo escuché por primera vez cuando estudiaba en una escuela de educación para maestros de religión en Sumatra. En ese momento yo no sabía que años más tarde, la Ciencia Cristiana, por medio de la luz de la Verdad, el Cristo, me libraría de las vicisitudes de la vida y de mucho sufrimiento, y traería verdadera felicidad a mi corazón.
Cuando me gradué en 1973, mis padres me dijeron que no podrían pagar mis estudios superiores. Me exigieron que me quedara a vivir con un hermano mayor que se había casado y estaba viviendo en Jakarta.
Mi hermano tenía mucho resentimiento y muchas veces era rudo conmigo. Me enfermé de depresión, la cual me causaba temblores que dificultaban mis actividades en la universidad. También padecía de insomnio y a menudo tenía que faltar a mi trabajo. Y aunque estaba bajo constante atención médica, no había sanado.
Un amigo me invitó a alojarme en su casa para aliviar a mi hermano de tener que cuidarme. Sin embargo, como mi estado estado no cambiaba, mi amigo también se volvió impaciente. A partir de ese momento, me mudé de un lugar a otro.
Fue durante esta situación desesperante que conocí la Ciencia Cristiana. Un día que caminaba por la calle donde se encuentra ubicada Primera Iglesia de Cristo, Científico en Jakarta, — esto ocurrió en el año 1978—, sentí el impulso de entrar en el predio de la iglesia para ir a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. (Mucho tiempo después comprendí que este paso que di había estado inspirado por Dios.) La persona que atendía contestó cortésmente a mis preguntas.
Después de varias visitas a la Sala de Lectura, un miembro de la iglesia me obsequió un ejemplar del libro Ciencia y Salud. Como continuaba sin poder dormir por las noches, leía el libro continuamente.
Al principio entendía muy poco de lo que leía, pero igualmente continué leyendo, y entonces algo maravilloso me fue revelado; comprendí el sig nificado de las palabras bíblicas del Apocalipsis: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva" (21:1). Luego estudié la explicación espiritual de "un cielo nuevo y una tierra nueva", que Mary Baker Eddy presenta en Ciencia y Salud. Dos ideas llamaron mi atención, aunque son solo parte de lo que ella quiere transmitirnos: "que Dios, el Principio divino de la armonía, está siempre con los hombres, y que son Su pueblo", y "que podemos estar conscientes aquí y ahora de una cesación de muerte, de pesar y de dolor". (pág. 573).
A partir de ese momento estudié y apliqué la Ciencia Cristiana con todo mi corazón, y fui progresando gradualmente en todos los aspectos de mi vida. Ahora tengo una casa propia, donde vivo muy feliz con mi familia, mi esposa y tres hijos.
Siento mucha gratitud por pertenecer a la filial en Jakarta, Indonesia, y por ser miembro de La Iglesia Madre. También estoy profundamente agradecido a Dios por haberme guiado a conocer la Ciencia Cristiana y a recibir instrucción en clase.
Un sábado por la noche, hace más o menos un año, mi hijo. se enfermó con mucha fiebre. Lo tomé en mis brazos y le hablé sobre cosas agradables, mientras yo elevaba espiritualmente mis propios pensamientos. La fiebre fue cediendo en forma gradual y mi hijo recobró la alegría. Sin embargo, más tarde le volvió la fiebre.
Al día siguiente, era domingo, el niño lloraba porque quería ir a la iglesia conmigo. Mi esposa no estaba de acuerdo en que me acompañara porque ella pertenece a otra religión.
Como yo no sabía qué hacer y ya era casi la hora de salir para la iglesia, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana. Entonces comprendí que me estaban tentando a poner al niño entre su madre y yo. Decidí no concurrir a la iglesia y me quedé en casa con mi hijo. También le hablé a mi esposa con cariño y le dije que hiciera con el niño lo que creyera más conveniente. Ella me pidió que llevara al niño a un centro de asistencia médica, donde después de haberlo examinado a fondo, el médico manifestó que padecía de malaria y que debíamos llevarlo de inmediato a una sala de emergencia de un hospital más grande para darle el tratamiento correspondiente. Pero como este hospital por lo regular no abría tan temprano los domingos, mi esposa y yo decidimos regresar a casa y esperar allí la hora de ir al hospital.
Como mi esposa estaba muy alarmada por el diagnóstico del médico, traté de calmarla hablándole algo sobre la realidad de Dios, el bien, y la irrealidad de la enfermedad. También le sugerí que pidiéramos ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana mientras esperábamos para ir al hospital. Como ella estuvo de acuerdo, llamamos a una practicista, quien nos ayudó por medio de la oración.
La practicista nos habló con cariño y con firmeza, y me pidió que abrazara a mi hijo en mi pensamiento, y que leyera la declaración científica del ser que se encuentra en Ciencia y Salud: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es Verdad inmortal; la materia es error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual" (pág. 468).
Seguí aferrándome a estos pensamientos, y poco después la fiebre cedió y el niño se durmió. Cuando despertó ya se encontraba mucho mejor. Nunca más regresamos al hospital sino que nos quedamos en casa y continuamos orando.
A los cinco días sanó por completo, y en esta experiencia pude comprobar que se produjeron dos curaciones: la curación de los síntomas alarmantes de malaria, y un cambio en la actitud de mi esposa en cuanto a permitir que nuestros hijos me acompañaran a la iglesia para asistir a la Escuela Dominical.
Agradezco profundamente a Dios por estas curaciones, y me siento agradecido por tener a la Ciencia Cristiana en mi vida, y por la amorosa ayuda de una practicista tan consagrada.
Jakarta, Indonesia
    