El Autogobierno Es vital para nuestra vida. Pero ¿comprendemos bien cuáles son los ingredientes esenciales del buen gobierno, que capacitan no sólo a los individuos, sino también a las instituciones y a las naciones, para gobernarse a sí mismos y para convivir armoniosamente con su prójimo?
Un buen lugar para comenzar es observar atentamente la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús, el maestro del autogobierno. Para Jesús, buen gobierno significaba gobierno de Dios. Su respeto y comprensión de los principios fundamentales del gobierno de Dios — que incluye la autoridad, la ley y la aceptación de ese gobierno — le dieron el autogobierno que necesitaba para ejercer exitosamente autoridad sobre la enfermedad, el pecado y la muerte. Jesús comprendió que Dios es supremo, la única autoridad en el universo. Él conocía la ley de Dios, que el hombre está subordinado a Dios, y solamente a Dios. Y Jesús enseñó y demostró, una y otra vez, que aceptar la autoridad suprema de Dios y Su ley, es lo que nos da dominio sobre todo aquello que se opone al bien, a Dios.
La Biblia relata un episodio que tiene cierta trascendencia, cuando un intérprete de la ley se acercó a Jesús y le hizo una pregunta incisiva. Aunque el relato sugiere que el abogado intentaba ponerle una trampa a Jesús, las implicancias de su pregunta eran importantes. Le preguntó al Maestro: "¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?" La respuesta de Jesús colocó la ley humana firme y claramente en el lugar apropiado: subordinada a la ley de Dios, a la cual debe adecuarse en última instancia. Véase Mateo 22:35-40. Primero expuso los dos mandamientos fundamentales de Dios: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Luego dijo: "De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".
Nuestra aceptación de la ley de Dios, el Amor, como la única ley,... es el único camino.
¿No podría esto significar, entonces, que el éxito en cualquier proyecto depende completamente de que aceptemos a Dios como la única autoridad? Todo individuo está subordinado totalmente a Él. Nuestra aceptación de la ley de Dios, el Amor, como la única ley, es el camino para el autogobierno en toda circunstancia; es el único camino. Este autogobierno espiritual es el camino para la curación cristiana: la vía a través de la cual todos podemos ejercer dominio sobre toda forma de mal, y así demostrar que Dios es la única autoridad, la única ley y el único poder.
La respuesta de Jesús a la pregunta del abogado es muy alentadora, porque puesto que Dios es el Amor universal, Su ley beneficia a todo el universo. Todos somos bendecidos, y nadie es perjudicado, cuando el gobierno de Dios es respaldado por la aprobación voluntaria y obediente de la autoridad absoluta del Amor divino. Y cada individuo tiene el derecho y la capacidad que Dios le dio para dar ese consentimiento. En Dios, todos somos iguales. A través del autogobierno espiritual, con humildad y entregados a la oración, cada uno de nosotros ejerce dominio espiritual sobre la discordia, y eso nos bendice, a nosotros y a nuestra familia, con la pureza y la paz del amor redentor de Dios, que todo lo abarca. Así es la democracia que refleja el gobierno de Dios.
Refiriéndose a la democracia pura y espiritual contenida en la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy empleó el término Carta Magna en el primer párrafo de un artículo titulado la "Junta de Educación de la Ciencia Cristiana", el cual fue publicado en el Christian Science Sentinel y The Christian Science Journal en 1904. Históricamente, la humanidad ha considerado a la Carta Magna, proclamada por el Rey Juan en Inglaterra en 1215, como precursora del gobierno democrático. Se considera que contiene una declaración de derechos basada en la prerrogativa, dada por Dios a la humanídad, de autogobernarse. Pero el uso que la Sra. Eddy hizo de las palabras Carta Magna en relación con la ley de Dios, las elevó a un significado nuevo y superior. Ella escribe: "La Carta Magna de la Ciencia Cristiana significa mucho, multum in parvo, todo en uno y uno en todo. Simboliza los derechos universales e inalienables del hombre. Esencialmente democrático, su gobierno es administrado con el consentimiento elemental de los gobernados, en el cual y por medio del cual, el hombre que es gobernado por su creador, se autogobierna. La iglesia es el vocero de la Ciencia Cristiana. Su ley y su evangelio están en armonía con Cristo Jesús. Sus leyes son la salud, la santidad y la inmortalidad, — iguales derechos y privilegios, igualdad de los sexos, rotación en los cargos". Véase The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs 246-247, el Christian Science Sentinel, 14 de mayo de 1904; y The Christian Science Journal, Junio de 1904.
En su contexto histórico, el artículo explicaba a los Científicos Cristianos porqué Edward A. Kimball dejaba su puesto como maestro vitalicio en la Junta de Educación de la Ciencia Cristiana. El artículo continuaba: "El largo período del maestro titular, Sr. Edward A. Kimball, C.S.D., en la Junta de Educación expira el próximo junio, cuando se retirará coronado de honores, el amor de su Maestra y Guía, los elogios de sus alumnos, y los beneficios que su obra trajeron a toda la raza. Que su sucesor 'llegue y obre del mismo modo'".
Hoy en día la Ciencia Cristiana está guiando a hombres y mujeres a la demostración práctica de la democracia espiritual en sus propias vidas. La Sra. Eddy comprendió el poder transformador de la democracia espiritual. Sus escritos explican que el único medio para demostrar el todo-poder de Dios es el consentimiento individual de ese poder. Y cada uno de nosotros es responsable de dar su consentimiento. Es mediante la aceptación de la ley gobernante de Dios que cada individuo llega a autogobernarse espiritualmente: llega a ser capaz de ejercer autoridad, no sobre otras personas, sino sobre el mal. De esta manera llegamos a estar aún más capacitados para demostrar exitosamente el poder sanador de la Ciencia Cristiana, en cuestiones personales y de iglesia, así como en cualquier otro aspecto de nuestra experiencia. De esta manera, el gobierno de la iglesia llega a ser en sí mismo la expresión del gobierno de Dios administrado en la tierra, guiando a la humanidad al reconocimiento y a la adopción del autogobierno espiritual. Cada miembro tiene la misma oportunidad de participar en este trabajo vital. Es una responsabilidad que cada uno debe asumir. Cada hijo de Dios está subordinado a Él, que es el Supremo Legislador. A través de nuestra obediencia a la ley del Amor divino tenemos dominio sobre el mal y el error.
La humanidad está exigiendo, como nunca antes en la historia, su derecho a ejercer autogobierno bajo el gobierno de Dios. Y, entregada a la oración, está esforzándose por alcanzarlo y practicarlo cada vez en mayor medida. (¿De qué otra manera podrían explicarse los notables acontecimientos en Sudáfrica, por ejemplo?) Sin embargo, existe la imperiosa necesidad de que el gobierno benevolente que Dios tiene sobre el hombre se manifieste aún más en la redención y curación de las personas, las instituciones y las naciones. Decidámonos a luchar por la libertad de la humanidad aceptando cada uno de nosotros, con humildad y generosidad, el gobierno de Dios en nuestra vida y en todo.
Este dominio es nuestro derecho divino como linaje de Dios.
Creer en otros poderes, o en otras mentes, aparte de la única e infinita Mente divina — creer que el hombre puede estar subordinado a algo inferior a Dios, el bien — es perder temporariamente nuestra demostración de dominio sobre la discordia y la enfermedad. Pero este dominio es nuestro derecho divino como linaje de Dios. Y, si sentimos que lo hemos perdido, ahora es el momento de reclamarlo, por nuestro bienestar y por el bienestar de la humanidad. Es natural para nosotros aceptar la supremacía de la autoridad y de la ley de Dios, y vivir amorosamente en subordinación a ella. Éste es el verdadero autogobierno, una verdadera bendición que trae curación y libertad.
    