Aun Amigo Mío le gusta mucho decir que a veces no sabemos lo que ignoramos. También insiste en que tenemos que darnos no solo a nosotros mismos sino también a los demás, la libertad de aprender.
Tal vez comencemos un nuevo trabajo. Es natural que todos supongan que "la nueva persona" necesite tiempo para acostumbrarse al método en que se hacen las cosas. Todos alguna vez, hemos experimentado eso, y sabemos cuán importante es el aliento y la paciencia en ese difícil período de adaptación a tareas diferentes y a una nueva rutina.
Quizás tengamos que explorar y comprender una cultura enteramente diferente. Es muy importante que tanto nosotros como los demás, tengamos el tiempo suficiente para aprender otras costumbres o un nuevo idioma. Lo que siempre ha sido común o aceptable para una persona, puede parecer muy extraño o intimidar a otra. ¡Qué perfecta oportunidad de practicar la "Regla de Oro"! Después de todo, quién de nosotros, al no encontrarse en el ambiente con el cual está familiarizado, no apreciaría profundamente el cuidado y apoyo que le proporcionen los demás, mientras aprende un nuevo estilo de vida?
Otro campo donde todos podemos aprender y en el cual todos tenemos el derecho de aprender, es nuestro deseo de conocer y obedecer a Dios; aprender cómo Dios gobierna al hombre y experimentar Su constante amor de manera práctica y nueva.
Siempre tenemos la libertad de aprender más acerca de Dios y del hombre como Su semejanza espiritual y perfecta; no se requiere grado ni nivel intelectual alguno para ello, y todos tenemos la habilidad de hacerlo. En su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: "El Espíritu imparte la comprensión que eleva a la consciencia y conduce a toda la verdad".Ciencia y Salud, pág. 505.
Puesto que el hombre es inseparable de Dios, el Espíritu, todos tenemos la capacidad de percibir el curso de acción correcto y la dirección que Dios nos proporciona. Todos podemos tener acceso a esta guía. Bajo toda circunstancia tenemos la libertad de utilizar el sentido espiritual otorgado por Dios y discernir Su guía, Su inteligente cuidado del hombre, y de ese modo aprender más de la naturaleza divina.
Por ejemplo, Nehemías, al orar a Dios mientras reconstruía el muro de Jerusalén, pudo percibir el propósito correcto de su trabajo y continuarlo bajo circunstancias difíciles. Aunque no fue fácil para él, nunca se encontró en una situación donde no podía aprender de Dios todo lo que necesitaba saber para proseguir su obra. Su amor y obediencia a Dios, siempre estuvieron acompañados de la sabiduría y protección divinas.
En verdad, el hombre pertenece a Dios, por lo tanto, es muy importante que reconozcamos y practiquemos nuestra libertad de comprenderlo y obedecerlo dondequiera que estemos y en todo lo que emprendamos.
No obstante, muy a menudo, uno se olvida de ese privilegio, o, por negligencia, lo pierde gradualmente. Quizás sea por hábitos que no son obvios, tales como pensar que no tenemos suficiente tiempo. Al planificar el día, son otras las prioridades que llenan la lista de las cosas "que debemos hacer", que postergamos diariamente los momentos de comunión sistemática con nuestro Padre-Madre Dios, y el estudio más profundo de la Biblia y de Ciencia y Salud. Puede parecer que no tenemos alternativa, pero acaso ¿no estamos perdiendo la oportunidad tan fundamental de aprender lo que necesitamos conocer de Dios, que es la Vida del hombre?
Realmente anhelamos y amamos todas las bendiciones que recibimos cuando alcanzamos una comprensión más clara de Dios, es decir, mayor sabiduría, más paz y mejor salud. Cristo Jesús dio muestra de estos resultados a través de sus obras sanadoras, y enseñó a sus seguidores al decirles: "Buscad el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Por lo tanto, en cada oportunidad, ¿acaso no necesitamos tomar una determinación firme y consecuente y dedicar el tiempo a nuestra libertad de aprender más acerca de Dios y Sus leyes espirituales, que siempre están a nuestro alcance para ayudarnos y protegernos?
"Tienes el derecho de obedecer la ley".
Un hombre con el cual trabajé en cierta época, me dijo que él tuvo que tomar esa determinación. Me comentó que le resultaba muy frustrante conducir su auto para ir a trabajar. Se había mudado recientemente de una tranquila comunidad en el sur de los Estados Unidos a una ciudad más grande en el noreste. La congestión y la velocidad del tráfico en el trayecto al trabajo, eran un continuo sobresalto. Le fastidiaba que mientras él conducía al límite de la velocidad señalada, los conductores de los autos alineados detrás de él, le tocaban la bocina y claramente le hacían saber que fuera a mayor velocidad o que se saliera del camino. Todas las mañanas llegaba al trabajo bastante disgustado y necesitaba cierto tiempo para recobrar su tranquilidad.
Fue muy alentador oír como trató este problema. Al principio pensó que la tensión que lo dominaba por tener que manejar a diario, era la dura realidad de tener que trabajar en la ciudad y que simplemente tenía que aceptarlo. De pronto se le ocurrió que en realidad él tenía más control de la situación y de su bienestar de lo que pensaba. No tenía que sacrificar su paz, porque la paz es en realidad una cualidad espiritual, que el hombre como hijo de Dios siempre expresa.
Sabía que tenía la libertad de orar y discernir espiritualmente todo lo que necesitaba saber para solucionar el blema. Asumió una posición firme, que era su derecho aprender más acerca de Dios y Sus leyes. Afirmó que era legítimo orar y recibir una respuesta a su oración. Al principio no estaba muy seguro de lo que tenía que aprender, sólo sabía que necesitaba comprender algo más del invariable y perfecto cuidado que Dios tiene para el hombre y que Dios siempre responde a toda necesidad humana.
Cuando recibió su respuesta, estaba en medio del tráfico conduciendo. La idea que escuchó fue la siguiente: "Tienes el derecho de obedecer la ley". Mi amigo sintió una apacible y genuina seguridad, y la certeza de que ésta provenía de Dios. Con esta nueva percepción, la tensión desapareció y se sintió en paz. Hace poco me dijo que aun hoy, en medio de un tráfico congestionado, puede sentirse tranquilo y seguro.
A través de lecciones como éstas, continuamos aprendiendo hora tras hora. Ya sea que al conducir los autos avancen paragolpe contra paragolpe, o que estemos en un sofá en la quietud de nuestro hogar, debemos estar conscientes de todo el bien que Dios provee y que nos capacita para conocerlo mejor, ahora y siempre. Ejerzamos con gozo la habilidad que Dios nos dio para encontrar y aprender más acerca del invalorable y perfecto cuidado que nos brinda nuestro Padre-Madre Dios. Reflexionemos de nuevo sobre la "Regla de Oro" que nos alienta a apoyarnos unos a otros al explorar juntos y comprender estas verdades.
