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La base de un buen gobierno

Del número de febrero de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Través De Las Épocas, la humanidad ha probado muchos métodos de gobierno. Estos métodos fueron pasando, la historia les adjudicó cierto grado de éxito, pero una cosa quedó clara: el gobierno humano, cualquiera sea su forma, parece ser una mezcla de elementos buenos y malos. Esto lo podemos ver en nuestros días. Se han tomado medidas progresistas, pero a menudo parecen venir acompañadas de males como los caos económicos, las polarizaciones étnicas, religiosas y de clases, y las guerras. ¿Por qué este empeño por obtener un gobierno más lúcido parece entrañar aflicciones y miserias?

Para responder a esta pregunta debemos pensar profundamente quién o qué crea y gobierna al hombre. Al igual que el gobierno, la humanidad en general tiende a ser buena o mala, con el predominio de una cualidad o la otra, de acuerdo con las circunstancias. Dentro de este contexto, no es de sorprender que el gobierno se "haga eco" de este modelo, pues está manejado por la gente.

Qué desilusión sería si con esto diéramos por terminada nuestra búsqueda de la verdad, ¿no es cierto? Pero esto no es así. Tenemos que sondear más profundo, en la verdadera naturaleza espiritual del hombre creado por Dios y hecho a Su imagen y semejanza. Este hombre — nuestro ser verdadero — es del todo bueno. El hombre creado por Dios no es una mezcla de bien y mal, sino que tiene la capacidad de expresar sólo el bien. Aprendemos a utilizar esta capacidad — en lugar de ser arrastrados por la creencia de que podemos ser malos — por medio del estudio de la Biblia bajo la luz de la Ciencia Cristiana.

Además de decirnos que la creación de Dios, incluso el hombre, es espiritual, la Biblia también afirma que Dios gobierna todo armoniosamente y con bondad. Todo lo que sea discordante o malo no ha sido creado por Dios. Este entendimiento de Dios como bien infinito no hace que simplemente nos sintamos cómodos y que ignoremos lo que ocurre mientras el mundo se agita a nuestro alrededor. En vez de eso, nos permite sanar los problemas del mundo reconociendo la realidad del poder de Dios en el gobierno de todos los días.

En la Biblia encontramos muchos casos donde el poder del gobierno humano fue puesto a un lado o elevado por el gobierno de Dios. Por ejemplo, cuando Faraón eligió a José para un alto cargo en su reino, José — siempre consciente de su relación con Dios — aprovechó esta oportunidad para ayudar a los egipcios y a gente de otros países a superar un serio período de hambre (véase Gén. 41:33-57). Este relato, junto con otros, muestra que el gobierno de Dios es demostrable, cualquiera sea la forma humana en que se presente: sea religiosa, secular, monárquica o democrática.

También se han visto curaciones importantes en nuestros días. Los cambios en las Filipinas, la unión de Alemania Oriental y Occidental, y los intentos para establecer la paz en Irlanda y el Medio Oriente, todos muestran la ley divina de la armonía en acción. No obstante, resta mucho por hacer en éstas y otras áreas.

La clave para demostrar que Dios reina en la escena humana es aceptar que Dios es el único poder creativo y gobernante en nuestra vida. El vivir de acuerdo con Dios nos pone en armonía con la ley divina, que sólo puede guiarnos al bien.

Hacemos esto con mayor eficacia a medida que entendemos y vivimos los preceptos morales señalados en los Diez Mandamientos (véase Éx. 20:1-17) y las Bienaventuranzas (véase Mateo 5:1-12). El resumen que dio Cristo Jesús de la ley de Dios es también una base sólida para un buen gobierno. Él dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas". Mateo 22:37—40.

El hombre no posee el poder supremo de Dios, sino que lo refleja.

Jesús pudo demostrar durante su ministerio que estas leyes eran prácticas, aunque quienes lo odiaban en la jerarquía judía planeaban matarlo. Jesús estaba tan seguro del gobierno de Dios, que al enfrentarse a Pilato — la autoridad romana que afirmó que tenía poder sobre Jesús para crucificarlo o salvarlo — el Maestro pudo decir: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba". Juan 19:11. Aunque el gobierno humano de la época actuó para crucificarlo, el entendimiento que Jesús tenía del gobierno de Dios lo levantó de la tumba tres días más tarde. ¡Una muestra sin precedentes del poder de Dios!

Hoy, los gobiernos están adoptando cada vez más alguna forma de orden democrático. Un diccionario define a la democracia como "gobierno por el pueblo; en especial, el gobierno de la mayoría... un gobierno en el que el poder supremo le pertenece al pueblo, y el pueblo lo ejerce directa o indirectamente por medio de un sistema representativo que por lo general requiere que se efectúen elecciones libres periódicamente". Si bien esta forma de gobierno permite que más gente disfrute de una mayor libertad, tendrá problemas si descansa solo en el concepto de que el hombre es bueno y malo, y que así tiene poder de efectuar tanto uno como el otro.

El riesgo del que hay que protegerse, aun en una democracia, es la creencia de que el "poder supremo" o ley se encuentra en el hombre y que puede ser controlado o cambiado por el hombre. El hombre no posee el poder supremo de Dios, sino que lo refleja. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: "El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos".Ciencia y Salud, pág. 106. Esto es lo que le da a la democracia, o a cualquier forma constructiva de gobierno, su fuerza espiritual. A medida que cada uno se reconoce a sí mismo como la idea de Dios, puede expresar el gobierno de Dios por medio de la actividad divinamente motivada, por medio de la reflexión. Toda vez que se rechaza, suprime, abusa o ignora esta expresión individual de Dios, pueden llegar a reinar la ignorancia y el caos.

Si nos sentimos afligidos cuando vemos la dirección que toma la humanidad al expresar su idea de gobierno, o si sentimos que una minoría o una tiranía ha tomado de algún modo el poder (tanto sea a nivel internacional, nacional, estatal como local), debemos orar. Podemos afirmar en oración que solo Dios gobierna verdaderamente. Cuando actuamos teniendo esta verdad en el pensamiento, vemos y contribuimos a que haya resultados prácticos cuando nos apoyamos en Su ley. Nuestro derecho divino es estar gobernados solamente por Dios, y esta verdad nos guiará en el camino correcto para que Su gobierno sea reconocido por todos.

De modo que, mientras oremos por una demostración creciente del gobierno de Dios aquí y ahora, no debemos tener temor. Estas palabras de Isaías son verdaderas, cualquiera sea la esfera de vida o forma de autoridad en que vivamos: "Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre". Isa. 9:7.

Este gobierno es verdaderamente nuestro gobierno, y nos trae el bien a todos.

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