Hace Más De 45 años que conocí la Ciencia Cristiana. Hoy, por segunda vez, deseo escribir sobre el poder sanador de esta religión.
Estaba de visita en casa de mi hija, que en ese entonces vivía en París, y después de haber pasado unos días maravillosos con ella, de pronto se me hincharon la cara y las manos, y las manos también se me pusieron azules como si tuviera una infección. Volví de inmediato a Alemania y estudié la Biblia y Ciencia y Salud, así como también artículos de El Heraldo de la Ciencia Cristiana.
Recuerdo que no sentía temor en absoluto, a pesar de estar sola, sin teléfono ni apoyo humano alguno.
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