Acaso Algo que alguien dijo o hizo alguna vez lo lastimó profundamente? ¿Sintió que abusaban de usted, aunque no físicamente, tal vez mental o verbal-mente? ¿Acaso algo que usted dijo o hizo alguna vez ofendió a otra persona?
Cuando se trata de abuso, todos tenemos que esforzarnos por eliminarlo. Al menos, podemos comenzar con nosotros mismos. ¿Acaso no podríamos todos ser más pacientes, gentiles y comprensivos con un niño o un adolescente, más bondadosos y clementes con un amigo, el cónyuge o un compañero de trabajo? Todo pensamiento, palabra o acción humana que sea ofensiva constituye un abuso y debe corregirse.
Podemos tratar eficazmente el abuso por medios espirituales. Para hacerlo, es necesario identificar correctamente al abusador. Los libros que tratan sobre el abuso infantil a menudo destacan la importancia de reconocer que una persona que abusa de los niños con frecuencia es un adulto que fue maltratado o descuidado cuando niño. A veces se hace referencia a estos patrones repetitivos de maltrato como el "círculo del abuso". Esto demuestra que es necesario brindar ayuda compasiva tanto a la víctima como al victimario. Ponerle la etiqueta de "abusador" a alguien y castigarlo o castigarla, ha probado ser de poca utilidad para romper el círculo vicioso, aunque el encarcelamiento pudiera ser necesario en algunas situaciones.
Pero la Ciencia Cristiana, la ley de Dios descubierta por la Sra. Eddy, yendo al fondo del problema, explica que no es realmente una persona sino una mentira, un falso sentido de identidad, la que persiste en volver una y otra vez de manera abusiva sobre sí misma y maltratar a otros. Es tiempo de admitir que la mente mortal es el abusador de la humanidad. La mente mortal es la consciencia falsa, la pretensión errónea, de que tenemos nuestro origen en las limitaciones e injusticias de la materia y estamos sujetos a ellas. Susurra (a menudo grita) que alguien es deficiente, que carece de amor y no vale nada. Esta supuesta mente mortal, no Dios, es el padre de toda opresión y abuso, individual y colectivo. Toda manifestación de mal en la historia humana — cada caso de inmoralidad, vicio, guerra, enfermedad (uno de los más injustos abusadores de niños, hombres y mujeres)— tiene su supuesto origen en la mente mortal. Cristo Jesús dijo de este singular abusador: "Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla: porque es mentiroso, y padre de mentira". Juan 8:44.
La verdad es que Dios es el único origen. Nosotros somos hijos de Dios, no de mortales. Dios es totalmente bueno. Él es el Padre único y divino de todos, quien mantiene y desarrolla Su propia expresión gloriosa. Su creación, el hombre y el universo, es y siempre ha sido espiritual, perfecta y santa. Esta verdad es un mensaje divino, el Cristo, expresando su influencia benigna en la consciencia humana. Regenera la mente humana y sana todas las heridas presentes y pasadas producidas por negligencia o abuso.
Dios y el hombre son uno: Padre afectuoso y expresión afectuosa. El Amor divino nunca abusa de su propia expresión, El círculo del Amor divino empieza con Dios, se refleja en nosotros individualmente, bendice a todos y regresa a su punto de partida, glorificando a Dios. Como la Sra. Eddy escribió: "La Ciencia Cristiana demuestra claramente que Dios es el único poder generador o regenerador". Mensaje a La Iglesia Madre para 1901, pág. 9.
Es importante percibir que el error, no la persona, es el que necesita ser castigado, no permitiéndole morar en nuestro pensamiento ni usarnos para sus propósitos erróneos. Es preciso que nosotros nos sometamos a la disciplina mental del Amor divino, tal como lo escribió San Pablo: "llevando cautivo" nuestro "pensamiento a la obediencia a Cristo". 2 Cor. 10:5. Esto hace que nuestro pensamiento se calme y nos permita recuperar y sostener el equilibrio, la sabiduría y el vigor para encontrar y emplear alternativas creativas para la corrección y rehabilitación del individuo. La oración neutraliza las emociones violentas y libera a las personas del abuso y de la agresividad.
Al comprender estos hechos en oración, he presenciado la curación del abuso infligido a un niño. Mediante la regeneración espiritual de nuestros propios pensamientos y de nuestra propia vida, podemos tratar eficazmente el problema del abuso en todas sus formas. La humanidad ciertamente necesita sentir el amor benéfico que sana. Dios nos impulsa a sentirlo, al comprender y expresar este amor hoy y todos los días.