Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

¿Estadísticas de enfermedad o el poder de la ley divina?

Del número de mayo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hoy En Día, el uso de estadísticas para medir el modo de pensar y las reacciones de la población, es una actividad muy importante. Las compañías que hacen estadísticas, pueden ser sumamente útiles, en especial para los negocios y para los candidatos de los partidos políticos. Pero ¿qué podríamos decir del uso de estadísticas para determinar la proporción en que la gente de un país puede llegar a padecer de ciertas enfermedades que provocan temor? Esas predicciones producen temor en mucha gente que en su inocencia, no sabe contrarrestarlas mentalmente y que piensa que puede llegar a tener la enfermedad.

¿Existe algún remedio para contrarrestar esta influencia y que ayude a demostrar que el hombre no es una víctima, sino que posee dominio? Sí, existe: la Ciencia Cristiana, la Ciencia de la curación. La Sra. Eddy descubrió esta Ciencia y la dio al mundo en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Las profundas investigaciones de la Biblia que realizó, le permitieron descubrir la ley divina del Amor que utilizó Cristo Jesús en su labor sanadora. Ella logró comprender que el poder sanador de Jesús no era sobrenatural sino totalmente natural; de otra manera, no hubiese podido enseñar a otros a sanar. Ella percibió que la individualidad real del hombre es enteramente espiritual y perfecta; que se halla eternamente a salvo bajo la protección de Dios y que esta verdad era la base de las obras de Jesús.

En Pulpit and Press ella escribe: "¿No es el hombre, uno en número, metafísica y matemáticamente una unidad, y por lo mismo, un número entero, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios? Vosotros solo tenéis que preservar un sentido científico y positivo de unidad con vuestro origen divino y demostrar esto diariamente.. .

"Quien vive en el bien, vive también en Dios vive en toda la Vida, a través de todo el espacio. El suyo es un reino individual y su diadema es una corona de coronas. Su existencia es inmortal, revelando por siempre, su Principio eterno. Esperad con paciencia al Amor ilimitado, el señor y dador de Vida. Reflejad esta Vida, y junto con ella llega todo el poder del ser".Pul., pág. 4.

Jesús es nuestro Mostrador del Camino. Su pensamiento fue completamente diferente de cuanto ser haya habitado la tierra. Él jamás se identificó como mortal. No sostenía que su individualidad estaba separada de Dios. El Maestro buscaba en Dios cada uno de sus pensamientos y nos enseñó que debíamos hacer lo mismo. Por esta razón, el diablo o la mente carnal, nunca pudo clasificarlo como una estadística. El se consideraba una consciencia espiritual individual, siempre unida al único Dios, la Mente divina, su origen.

La Ciencia Cristiana enseña que Dios no envía la enfermedad ni la faculta para que atormente a Sus hijos. Si Él hiciera eso, Jesús no hubiese podido sanarla. La ley de Dios excluye la necesidad o propensión de enfermar. La Biblia nos dice: "He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones". Ecl. 7:29.

¡Todos los semáforos del mundo no alcanzarían para protegernos si insistimos en cruzar con luz roja! Del mismo modo es importante, no solo comprender la ley divina que nos guarda dentro de nuestra pureza e inocencia original, sino también obedecerla. Debemos identificarnos completamente, reflejando nuestro origen divino y vivir cada día teniendo presente ese punto de vista. Entonces nos beneficiaremos con la protección de la ley divina. Cuando comprendemos que Dios es la única causa genuina y que nosotros somos Su efecto perfecto, permitimos que nos gobierne la ley divina de causa y efecto. Sentimos que tenemos autoridad otorgada por Dios para hacer frente a todo intento de clasificarnos como estadísticas, y vernos como una idea espiritual individual que procede y tiene su origen en la Mente pura.

La Sra. Eddy escribe: "La ley de Dios se resume en tres palabras: 'Yo soy Todo'; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley".No y Sí, pág. 30. Cuando estamos conscientes de la totalidad de Dios y de Su amor por nosotros y de que somos Su verdadera expresión, ya no apoyamos las imposiciones de las estadísticas mortales las que, simplemente, pierden todo poder para impresionarnos o hacernos daño. Sin una consciencia que las acepte como ley, están privadas de toda legitimidad o poder. El estado de nuestra consciencia determina la naturaleza de nuestra experiencia, y si no aceptamos ningún error en nuestra consciencia, no podemos experimentarlo.

Nuestros compañeros más cercanos son nuestros pensamientos. Para mejorar nuestra calidad de vida, debemos mejorar la calidad de nuestros pensamientos. Podemos medir nuestro amor por Dios, aceptando solamente los pensamientos que provienen de Él. Dios es la Mente paterna. Todos los pensamientos verdaderos, constructivos, saludables e inteligentes provienen de El.

La Biblia dice "los designios de la carne [mente carnal] son enemistad contra Dios". Rom. 8:7. Esta así llamada mente jamás proporcionó a alguien un pensamiento verdadero. Jesús, con justa razón, calificó al diablo o mente carnal, de mentiroso y padre de mentiras . Véase Juan 8:44. Es, simplemente, lo opuesto de todo pensamiento verdadero. Nos describe a todos como seres mortales y destructibles. Basa sus juicios solamente en el sentido material de las cosas. Solo cuando el amor que sentimos por Dios crece, comenzamos a desafiar a este Goliat que en la Ciencia Cristiana se denomina mente mortal.

Una experiencia que tuve, tal vez resulte útil para ilustrar el dominio que Dios nos ha otorgado para defendernos de las pretensiones de la mente mortal. Me aparecieron síntomas de cáncer. Los reconocí porque mi madre había tenido los mismos síntomas cuando tenía mi edad y había muerto joven. Al principio me sentí aterrada.

Estaba segura de que me iba a morir.

Estaba segura de que me iba a morir. Estaba, básicamente, atrapada por la creencia en las estadísticas. Desde el punto de vista médico, se consideraba que yo era propensa a tener esa enfermedad porque mi madre la había tenido. Pero mi estudio de toda la vida de la Ciencia Cristiana me rescató de esta creencia. Yo sabía que el cuerpo no había sido invadido, sino que se trataba de un desafío a mi consciencia. Yo sabía y comprendía que Dios, el bien invariable, era un Padre-Madre pleno de amor, que nunca creó la enfermedad ni la envía para castigar o desafiarnos. Él envía solamente Sus pensamientos puros y angelicales, que nos liberan de la creencia destructiva en el mal.

Los primeros tres meses perdí mucho peso. Sentía como si me estuviese "viniendo abajo". Pero perseveré en mi oración. Mi oración no era una oración de petición a Dios para que hiciera algo. En vez de eso, yo estaba tratando de utilizar las enseñanzas de Jesús y de volverme a Dios como la única fuente de mis pensamientos. Mi oración era un sincero esfuerzo por llegar a comprender y aceptar solamente lo que Dios, el Espíritu, sabía y hacía que yo fuera. Percibí que en realidad, yo tenía un solo Padre verdadero, pues Dios es el Padre y la Madre de todos nosotros. Puesto que Dios es Verdad, Él conoce solamente lo que es bueno, inteligente y verdadero y lo que Él conoce se manifiesta eternamente en Su precioso linaje, el hombre.

Debido a que Dios es Amor, reconocí que Él era gentil, justo, misericordioso y tierno. Yo sabía que el amor del Amor era tangible y omnipresente. Yo sabía que en el instante en que permitiera que la tierna presencia del Amor divino llenara mi consciencia, iba a estar en condiciones de ver con claridad en medio de esta mentira que se autotitulaba enfermedad incurable. Comencé a razonar que el Padre amoroso y divino jamás iba a ordenar que una enfermedad maligna infectara a Su precioso linaje. También comencé a comprender que lo único "incurable" de mi experiencia era mi unidad con Dios, que era mi única Mente verdadera. Percibí que esta Mente era el Principio creativo de todo lo que realmente existe, y acepté a Dios como la única causa y el proveedor de todo pensamiento verdadero. Ésta es la manera de orar que nos enseña la Ciencia Cristiana.

Se me hizo más claro el párrafo mencionado más arriba de Pulpit and Press. Yo sabía que era una unidad, un número completo, uno con el Principio de mi ser. Continué razonando de la siguiente manera: Si Dios es la única causa y creador ¿era posible que hubiese otro poder opuesto a Su totalidad? Puesto que el mundo cree en la enfermedad como si fuese un poder y en una presencia llamada el mal como si se tratara de otro dios ¿acaso tenía yo que creer en eso también? ¿No se basa en esto la creencia en las estadísticas? ¿No es el mal — o la mente mortal — el que dice: "Puedo lograr que una de cada cuatro personas crea en mi mentira. Puedo hacer que crean en otro dios y de este modo, que acepten otro poder que puede convertirlos en enfermos incurables"?

Como estudiante de mucho tiempo de la Biblia y de Ciencia y Salud, yo sabía, comprendía y estaba convencida de la verdad espiritual de que Dios es Todo-en-todo, el origen de toda vida y sustancia. Rechacé la mentira acerca de la enfermedad incurable sobre la base de que se trataba simplemente de una creencia falsa e ignorante acerca de la naturaleza de Dios y de la relación del hombre con Él. Sabía que yo era una consciencia espiritual individual que emanaba de Dios. Yo sabía que no tenía que cambiar la materia. Comprendí que la materia y la mortalidad son tan solo un pensamiento falso, un punto de vista incorrecto y carente de información acerca de lo que es realmente el hombre y de lo que constituye su verdadera sustancia. En el libro Ciencia y Salud encontré el siguiente párrafo: "El hombre es más que una forma material con una mente adentro que tiene que escapar de su ambiente para ser inmortal. El hombre refleja infinitud, y ese reflejo es la idea verdadera de Dios".Ciencia y Salud, pág. 258.

Esto me condujo a un nuevo mundo de pensamientos inspirados. Comencé a desprenderme de la creencia en las estadísticas, dado que yo estaba demostrando mi habilidad de reflejar la misma Mente que expresó Cristo Jesús, y no permitía dejarme llevar por las creencias generalmente aceptadas, a pesar del temor que despertaban y de lo poderosas que parecían ser.

A pesar de todas esas maravillosas percepciones espirituales, no se había producido, aparentemente, cambio alguno en el cuerpo. Yo todavía esperaba que se produjeran cambios en la materia en lugar de ceder por completo a las realidades espirituales que iba vislumbrando.

Comencé a desprenderme de la creencia en las estadísticas.

Una noche, permití que el desaliento se apoderase por completo de mí. Llevé al perro a dar un paseo y mientras iba por la calle, dije: "No lo voy a lograr, ¿verdad, Padre?" Estaba a punto de llorar. Tenía tres niños pequeños y mi esposo estaba inválido. Realmente, me necesitaban. Al final de la calle había un pequeño puente que atravesaba un canal. Me senté en la baranda del puente. El perro se sentó a mi lado. Yo estaba con la cabeza agachada, los hombros caídos; me sentía totalmente agobiada. De pronto, vi que la luna llena se reflejaba en el agua, debajo del puente. Tratando de infundir ánimo a mi pensamiento con algo intrascendente, le dije al perro: "Mira, Pinky, en el agua hay una pelota grande y brillante. Tendríamos que bajar, tomarla y llevarla a casa para Ruthie. ¡Qué contenta se pondría!"

En ese momento, al disponerme a levantar la cabeza para mirar la luna de un modo natural, sentí como si hubiese una mano sobre mi cabeza que me impedía hacerlo. Con los ojos fijos en el reflejo, dije en voz alta: "Yo sé que la luna está allí porque estoy mirando su reflejo. Si la luna no estuviese allí, no habría reflejo". Entonces, el entendimiento espiritual iluminó mi consciencia con un brillo tal, que superó el de la luna y dije: "¡Estoy mirando el reflejo, pero estoy viendo el original!" La imposibilidad de estar separada del bien, fue para mí tan clara como el cristal. Esta luz de Verdad me llegó directamente de Dios, la Mente pura, y a través del Cristo viviente me fue comunicada en palabras que yo podía entender. El libro de texto de la Ciencia Cristiana dice: "El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana".Ibid., pág. 332. El Cristo es el vínculo de conexión que nos permite sentir nuestra unidad con Dios.

A través de esta afluencia espiritual, el amor de Dios inundó mi consciencia. Estaba presente en todas partes. No había otra cosa que fuese necesario saber. Su presencia total destruyó y borró los pensamientos de enfermedad, los pensamientos de desaliento, los pensamientos de que me iba a morir y el pensamiento de que estaba separada del bien. El amor de Dios era una presencia que me rodeaba. Me hablaba. Era tangible. Estaba en todas partes. No podía pensar o conocer nada que no fuese Su amor. Cuando me incorporé, sentí como si valiese un millón de dólares. Todos los pensamientos y la evidencia física de estar enferma y al borde de la muerte, habían desaparecido de la misma manera que la oscuridad cuando llega el amanecer. La Ciencia Cristiana me había sanado por completo a través de la oración. La verdad y el amor de Dios, habían destruido la mentira de que las estadísticas tenían un poder capaz de clasificarme o de hacer que yo me clasificara de manera incorrecta, como un mortal enfermo o sano.

Este tipo de curación no es inusual. Es natural. Cuando uno estudia la Ciencia Cristiana y aprende más acerca de su relación con Dios, los temores y dudas desaparecen. Uno se aparta del escepticismo mundano y adquiere la convicción del poder de Dios, la Verdad, para sanar. Aprende a examinar un pensamiento antes de aceptarlo. Se formula la pregunta: "¿Es esto lo que conoce Dios y me está induciendo a ser, a ver, a sentir?" Si es así, lo acepta como pensamiento propio. Si no lo es, lo rechaza como algo falso que no pertenece a nadie y se siente más saludable y más feliz de lo que antes creía que era posible estar.

Si, es posible perder nuestro temor de caer bajo la mesmérica mentira de las estadísticas, que convertirían a la enfermedad en algo inevitable y nos calificaría a todos de mortales vulnerables. Cuanto más estudiemos para comprender mejor las enseñanzas del Maestro y aceptemos que cada uno de nosotros es una consciencia espiritual individual y delineada, siempre unidos a la Mente pura, que es nuestra fuente, tanto más fácil resultará, ante cada fase del mal, expresar nuestro dominio legítimamente conferido.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1997

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.