"Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Génesis 1:27.
"¡No Olvides que tú eres la mujer del primer capítulo del Génesis!", me decía un querido amigo cuando acudía a él en momentos en que, como mujer, enfrentaba problemas de discriminación en el empleo, pasaba por problemas de salud o disgustos en el hogar, o simplemente me enojaba conmigo misma. Mi amigo era practicista de la Ciencia Cristiana, me ayudaba mediante la oración a comprender el tierno cuidado de Dios para conmigo, y mi inteligente relación con Dios. Y siempre, al considerar profundamente lo que me decía, y al poner en práctica estas ideas, es decir, al pensar, hablar y actuar de acuerdo con las verdades espirituales de la creación de la mujer, tal como aparecen en el primer capítulo del Génesis, se resolvían mis problemas.
Así aprendía cuán importante era conocerme a mí misma, identificarme correctamente, y comprendía la necesidad de no identificarme con Eva, la mujer alegórica del segundo capítulo del Génesis, creada sin individualidad propia, de la costilla del hombre, creada meramente para complementar al hombre, para ser "ayuda idónea" para Adán.
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