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La mujer del primer capítulo del Génesis

Del número de mayo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Génesis 1:27.

"¡No Olvides que tú eres la mujer del primer capítulo del Génesis!", me decía un querido amigo cuando acudía a él en momentos en que, como mujer, enfrentaba problemas de discriminación en el empleo, pasaba por problemas de salud o disgustos en el hogar, o simplemente me enojaba conmigo misma. Mi amigo era practicista de la Ciencia Cristiana, me ayudaba mediante la oración a comprender el tierno cuidado de Dios para conmigo, y mi inteligente relación con Dios. Y siempre, al considerar profundamente lo que me decía, y al poner en práctica estas ideas, es decir, al pensar, hablar y actuar de acuerdo con las verdades espirituales de la creación de la mujer, tal como aparecen en el primer capítulo del Génesis, se resolvían mis problemas.

Así aprendía cuán importante era conocerme a mí misma, identificarme correctamente, y comprendía la necesidad de no identificarme con Eva, la mujer alegórica del segundo capítulo del Génesis, creada sin individualidad propia, de la costilla del hombre, creada meramente para complementar al hombre, para ser "ayuda idónea" para Adán.

¡Cuán importante es identificar correctamente a la mujer! Se oye decir: "Las mujeres son un misterio. No hay quién las comprenda". "Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus", declara la portada de un bestseller de actualidad. Había una canción hace algunos años que decía: "Una mujer debe ser..." y seguía una lista de cualidades que caracterizaban a la mujer tan sólo como objeto sexual. Por otro lado, otras canciones la representaban como "muñequita", o como diosa inalcanzable que sólo podía adorarse a la distancia.

"¡No olvides que tú eres la mujer del primer capítulo del Génesis!"

Esta confusión acerca de lo que una mujer "debe ser", esta falta de apreciación de lo que verdaderamente es la mujer, a menudo resulta en discriminación, en abuso físico y mental, en el trato de la mujer como ciudadana de segunda clase. También puede llegar a hacer que la mujer se menosprecie a sí misma.

Hoy en varias partes del mundo la mujer (muy a menudo con la ayuda del hombre) lucha por eliminar este abuso e injusticia, lucha por encontrar su lugar en el así llamado "mundo del hombre", lucha por establecer su verdadera identidad y así poder gozar de la dignidad y del respeto que le son propios a la par con el hombre. Pero, ¿cómo y dónde puede la mujer encontrar su verdadera identidad?

"¡No olvides que tú eres la mujer del primer capítulo del Génesis!"

En la Biblia — el mensaje de Dios a la humanidad para todos los siglos — encontramos la verdad espiritual que responde a todas nuestras necesidades. Y precisamente en el primer capítulo del Génesis descubrimos la verdadera naturaleza de la mujer tal como la creó Dios. En solo 31 versículos este capítulo registra la creación completa y definitiva de toda realidad. Nada falta ni nada es supérfluo en esta creación. Dios es el Creador, y Su creación es el universo total, incluso el hombre. Aquí el vocablo "hombre" es un término genérico: incluye al hombre y a la mujer. Además la palabra "mujer" ni siquiera aparece en este relato de la creación. Sin embargo, sí aparece claramente la verdadera identidad de la mujer, y naturalmente también la del hombre. Dice así: "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuesta imagen, conforme a nuestra semejanza; ...Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Gén.1:26–27.

Dios crea al hombre "varón y hembra" con un solo mandato. La individualidad masculina no tiene prioridad sobre la femenina, ni la femenina sobre la masculina. La individualidad masculina y femenina son ambas la imagen y semejanza de Dios, el Creador. Para comprender la imagen es importante comprender el original. Para comprender mejor a la mujer — y al hombre — es importante comprender a Dios correctamente. Las Sagradas Escrituras nos dan esta comprensión. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento identifican a Dios como Espíritu. Su imagen y semejanza — el hombre "varón y hembra"— tiene que ser una creación espiritual. La verdadera naturaleza de la mujer (como la del hombre) no se encuentra entonces en lo físico, sino en lo espiritual, en las radiantes cualidades reflejadas de Dios.

Puesto que Dios es Amor, Su imagen es amorosa, tierna, dulce. Como Dios es Vida, Su imagen es sana, eterna, activa. Dios es Mente, así que Su imagen es inteligente, perspicaz, juiciosa. Dios es Alma, entonces Su imagen es pura, gozosa, bella. Dios es Verdad, de modo que Su imagen es honesta, sincera, firme. Puesto que Dios es Principio divino, Su imagen es inmutable, obediente, fiel a su origen. Además, Dios es Padre y Madre de toda Su creación, y Su imagen el hombre "varón y hembra" refleja la amorosa paternidad y firme maternidad del Creador. Estas son algunas de las cualidades que definen la gloriosa naturaleza de la mujer — y del hombre — tal como son creados por Dios en el primer capítulo del Génesis.

Mary Baker Eddy, Fundadora de la Iglesia de la Ciencia Cristiana y de esta revista, escribe en su obra principal, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan eternamente, en calidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios".Ciencia y Salud, pág. 516.

Y hay algo más en este primer capítulo del Génesis. Dios da a Su imagen y semejanza la capacidad de señorear sobre toda Su creación. Señorear implica merecer respeto y también tener autoridad, dominio, no dominación. Asimismo, dominar implica saber algo a fondo y ejecutarlo con maestría. La imagen de Dios, el hombre —"varón y hembra"— incluye en su gloriosa naturaleza la capacidad de expresar y recibir respeto, como también la autoridad otorgada por Dios para comprender y expresar lo que Dios ha creado, nuestra verdadera identidad.

Estas ideas son prácticas. El comprender que nuestra verdadera identidad es la idea espiritual de Dios, completamente buena y ejerciendo dominio, nos ayuda en todo lo que cada día pueda traernos. El dominio otorgado por Dios capacita a la mujer para mantener en el pensamiento la idea exacta de lo que verdaderamente es, y la pone en condiciones de expresar las cualidades que caracterizan a la mujer creada por Dios. El estar consciente de estas cualidades me ha ayudado a gozar de respeto en vez de discriminación en el empleo, a gozar de bienestar en vez de malestares cíclicos, a resolver disgustos familiares, y aun más, a valorar lo que soy como mujer creada por Dios, superando así una timidez excesiva.

El segundo capítulo del Génesis presenta una alegoría de la creación que va en contra de todo lo establecido en el primer capítulo. No se trata de una segunda creación, sino de una percepción incorrecta de la creación. En esta alegoría, Jehová crea todo por medio de la materia; el hombre es formado del polvo de la tierra y la mujer de una costilla del hombre. Aun cuando la mayoría considera este relato como una simple alegoría, se puede ver la influencia que ha tenido en el pensamiento colectivo. La materia, lo biológico, el polvo, se considera como elemento fundamental de la creación; al hombre se lo considera superior a la mujer, y a la mujer se la ve débil e indefensa. Aunque fue creada para ser "ayuda idónea" para Adán, Eva no resulta ser así, ya que es ella la que incita la desobediencia del hombre y su consecuente pérdida del Edén.

El 19 de febrero de 1983, el diario The Washington Post publicó un reportaje muy interesante sobre el concepto de la mujer como "ayuda idónea" del hombre. Según un investigador de arqueología e idiomas religiosos de la Universidad de California, la antigua representación de la mujer en las Sagradas Escrituras como habiendo sido creada subordinada al hombre, puede que sea el resultado de una traducción errónea. El investigador declara que los vocablos hebreos traducidos como "ayuda idónea" debieran traducirse más bien como: "un poder igual al hombre".

¡Cuán importante es identificar correctamente a la mujer! Al eliminar las creencias falsas acerca de la mujer, se desploma la base de todo abuso, discriminación e injusticia. Al morar en la consciencia espiritual, nos identificamos correctamente y vivimos lo que verdaderamente somos.

El Antiguo Testamento incluye relatos de mujeres cuyos ejemplos sobresalientes siguen hoy inspirándonos. Algunos ejemplos son: Sara, esposa de Abraham, "madre de naciones"; Débora, profetisa que fomentó unidad y lealtad entre las dispersas tribus israelitas; Rut, la fiel nuera de Noemí, que rehusó abandonar a su suegra y reconoció al Dios de Noemí como su propio Dios; Ana, madre del juez y profeta Samuel, quien dedicó a su hijo al servicio de Dios. Y otras tantas que contribuyeron a su comunidad y alcanzaron puestos de influencia, honor y dignidad a pesar de las restricciones sociales y religiosas.

Es obvio en el Nuevo Testamento el respeto e igualdad con que Jesús trataba a las mujeres. Para Jesús todo ser humano tenía valor, puesto que todos somos hijos e hijas de un mismo Padre. A pesar de las restricciones de la época y de la sociedad en la que vivía, Jesús sanó, enseñó e incluyó entre sus seguidores a mujeres así como a hombres. A menudo, los protagonistas de las parábolas que él usaba para ilustrar sus enseñanzas eran mujeres. Y finalmente, María Magdalena y otras mujeres fueron las privilegiadas a las que Jesús se presentó después de su resurrección.

Con el establecimiento de la comunidad cristiana, las restricciones impuestas a las mujeres en cuestiones sociales y religiosas comenzaron lentamente a disminuir. Se les permitió participar más y más en los servicios religiosos y su influencia llegó a ser evidente. Dorcas fue conocida por sus buenas obras; María, madre de Juan, de sobrenombre Marcos, y Lidia, ofrecieron sus casas para que se reunieran los cristianos en Jerusalén y en Filipos; y Priscilla ayudó a Pablo en las iglesias de Corinto, Éfeso y Roma.

Es natural que las enseñanzas del cristianismo abran cada vez más la puerta para que se acepten completamente los derechos y la igualdad de las mujeres, sobre todo cuando consideramos las enseñanzas de Jesús de amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos.

El último capítulo de los Proverbios da lo que podría ser la descripción más bella de la mujer ideal. Algunas de las cualidades que el poeta celebra son: amor y lealtad; aplicación al trabajo; discreción; administración; caridad; economía; sabiduría; y respeto para consigo misma, para su familia y para los demás. Termina así: "Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba... Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos". Prov. 31:28, 31.

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