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Mi Esposa Y Yo nos...

Del número de mayo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Esposa Y Yo nos casamos cuando yo tenía 21 años y ella tan solo 16. Durante el primer año de matrimonio, descubrimos que éramos una pareja con muchos problemas. Comencé a trabajar una semana después del día de la boda y pronto comencé a ingerir bebidas alcohólicas con mis compañeros de trabajo. En poco tiempo, comencé a beber y a fumar mucho.

Tuvimos tres hijos en seis años, y cuando mi último hijo tenía nueve meses, emigré a los Estados Unidos. Pocos meses después, mi esposa y mis hijos se reunieron conmigo en Nueva York. Los sufrimientos de mi familia continuaron, puesto que me convertí en un alcohólico, bebiendo grandes cantidades todos los días. A mi esposa y a mis hijos les faltaba de todo: alimentos, ropas, calzado y, lo más importante de todo, amor.

Un día, cuando mi esposa y yo nos encontrábamos en medio de una enconada discusión, y los niños lloraban, alguien fue a visitarnos. Un vecino tocó a la puerta y entró a vernos. Durante nuestra conversación, aquel hombre nos preguntó si asistíamos a alguna iglesia y nos preguntó si creíamos en Dios. Le respondí que no creía en Dios porque si Dios existiera, yo habría sanado del alcoholismo y no estaríamos viviendo una vida de amargura y necesidades. ¡Qué ebrio estaba!

Aquel visitante era un Científico Cristiano y nos invitó a asistir al servicio del Día de Acción de Gracias en su iglesia. Por complacer a mi esposa, acudí al servicio. Cuando me presentaron a la Segunda Lectora, me dijo: "Bienvenido. Aquí encontrarás la verdad". En aquel servicio maravilloso escuché muchos testimonios que decían que Dios es bueno y que satisface las necesidades de todos Sus hijos.

Después de aquel servicio de Acción de Gracias, mi familia y yo comenzamos a asistir a los servicios todos los domingos. Comencé a estudiar la Biblia, y leí en 2 Corintios: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (5:17).

También leí de Ciencia y Salud: "Si alguien es adicto a la bebida, un esclavo del tabaco o el sirviente especial de cualesquiera de las innumerables formas de pecado, encarad y destruid esos errores con la verdad del ser — haciéndole ver, al que hace mal, el sufrimiento que ocasiona la sumisión a tales hábitos y convenciéndole de que no existe placer real en falsos apetitos" (pág. 404).

El Día de Año Nuevo, a pocas semanas de haber asistido a nuestro primer servicio de Acción de Gracias, comencé mi nueva vida como Científico Cristiano. Dejé de fumar y beber y, lo que es más importante, me convertí en un hombre nuevo, aprendiendo acerca de Dios y demostrando armonía.

Durante más de veinte años, mi vida y la de todos los miembros de mi familia han sido bendecidas. Nuestra comprensión de las leyes de Dios ha resultado en innumerables curaciones, prosperidad y alegría. Mis tres hijos disfrutaron asistiendo a la Escuela Dominical, y ahora también tenemos nietos en la Escuela Dominical. Estamos muy agradecidos.



Yo soy la esposa que vivió durante aproximadamente 12 años junto al testimoniante cuando él era un alcohólico. Al cabo de esos años, habíamos llegado al borde de la separación. Yo tenía dolores de cabeza, me sentía nerviosa y me entristecía cuando se acercaba el fin de semana. Aquellos fines de semana no había felicidad, ni para mí ni para mis hijos.

La salvación de nuestra familia llegó cuando un amigo nos invitó a asistir a un servicio de la Ciencia Cristiana. Recuerdo muy bien aquel primer servicio. El primer himno que cantamos decía: "Oh soñador, despierta de tus sueños,/ Levántate, cautivo, libre ya" (Himnario de la Ciencia Cristiana, No 412). En aquel momento sentí que habíamos estado viviendo un sueño y nos estaban despertando. Después del servicio, los Lectores hablaron con nosotros, y pronto comenzamos a leer Ciencia y Salud. Sentí que había algo en ese libro que podía ayudarnos. Estaba sedienta de conocimientos. Cuando iba por la mitad del libro, sané de los dolores de cabeza. Mi esposo sanó del hábito de fumar y beber. Ahora tenemos armonía en nuestro hogar. A los niños les encantaba la Escuela Dominical, y todos sentimos como que nacíamos de nuevo. Mi esposo se convirtió en un hombre totalmente nuevo, y continuamos guiando a nuestros hijos con la comprensión de la Ciencia Cristiana. Ahora nuestros hijos son adultos, y cada uno de ellos es guiado por Dios, el bien. De esto hace aproximadamente viente años, y ¡nos encanta que llegue el fin de semana!

Gracias a Dios y a la Sra. Eddy por darnos la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida.


La Iglesia Madre
es La Primera Iglesia de Cristo, Científico,
en Boston, Massachusetts.
Sus filiales se denominan Iglesias de Cristo,
Científico, y Sociedades de la Ciencia Cristiana.

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