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Si piensas que eres una víctima ¡piénsalo mejor!

"Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos" (Salmo 91:11).

Del número de mayo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cómo Podemos creer en esta promesa en un mundo que parece tan volátil? El primer paso, es saber que no somos mortales indefensos. Somos los hijos de Dios. Todos. Toda la creación de Dios es espiritual y buena. Nadie queda excluido de Su reino de bondad.

Este hecho me comenzó a resultar claro cuando me di cuenta de que yo misma me consideraba una víctima. Durante mi infancia me ocurrió algo devastador. Había sido violada y por lo tanto me sentía llena de ira, era desconfiada y apartaba constantemente a los que intentaban acercarse. Estos sentimientos continuaron hasta que llegué a la edad adulta. Pero cuando me di cuenta de que la vida de mis amigos se desenvolvía en un sentido positivo y por sendas de progreso, percibí que debía hacer algo para cambiar mi forma de ser.

Mientras iba creciendo, concurrí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde aprendí muchas cosas acerca de mi verdadero ser y de Dios, pero nunca pude aplicar para mí esas enseñanzas porque sentía que no lo merecía. Yo debía revertir ese modo de pensar. Un día, abrí la Biblia y las siguientes palabras tomaron un significado especial para mí: "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal". Jer. 29:11. Puesto que todos esos pensamientos de odio que eran parte de mi manera de pensar no provenían de Dios, era evidente que yo había permitido que el mal gobernara mi pensamiento. Los pensamientos de Dios encierran paz, bondad y amor. Cristo Jesús nos recordó constantemente la manera que Dios piensa acerca de nosotros, Sus hijos. No tenemos dos creadores: Dios y la materia. Todos hemos sido creados por Dios, el Espíritu, puros y completos; nuestro linaje es divino. Necesitaba llenar mi consciencia con los pensamientos de mi Padre, plenos de paz, y saber que mi derecho sobre ellos era mi herencia.

Ahora bien, ¿cómo se explica esta violación? Los componentes de la situación eran: una persona atacada y la otra su atacante. Pero si miramos más allá de lo que muestran las circunstancias materiales, podemos ver los hechos espirituales. ¿Fue realmente atacada la verdadera identidad de alguien? ¿Puede ser realmente destruido el hijo de Dios? ¿Fueron destruidas la bondad, la inocencia, la pureza, el gozo espiritual, o sea, nuestro verdadero ser? ¡De ninguna manera! Tal vez estén escondidos detrás de una tosca fachada, pero allí están, intactos y reales, tal como siempre lo han sido, cambiando el carácter humano y dispuestos a ser cada vez más evidentes. En Ciencia y Salud, leemos: "El sentido corporal, o el error, puede que parezca ocultar a la Verdad, a la salud, a la armonía y a la Ciencia, así como la niebla oscurece al sol o a la montaña; pero la Ciencia, o sea, el sol de la Verdad, disipará la sombra y revelará las cumbres celestiales".Ciencia y Salud, pág. 299.

Considerando mi propia experiencia, descubrí que me había estado escondiendo detrás de una fachada de ira, timidez y desconfianza. Pese a todo ello, sentía la necesidad de ser buena y gentil. Esta necesidad en muchas ocasiones me producía frustración, porque sentía que esas cualidades eran débiles y vulnerables. Pero no lo son. Además, son cualidades eternas porque provienen de Dios. Ni experiencia alguna, ni nadie, puede quitarnos la bondad o destruir nuestro deseo de ser gentiles, considerados y afectuosos. Estas cualidades son permanentes y predominan sobre todo mal.

Cristo Jesús es un excelente ejemplo de alguien que fue atacado pero que, sin embargo, continuó inconmovible en su conocimiento de la pureza y bondad que Dios le había otorgado. Él nunca atacó a quienes lo atacaron, nunca obró impulsado por la ira o por la timidez. El mal, aparentemente, le disparó sus dardos más agresivos: intentaron apedrearlo, se burlaron de él, e incluso fue crucificado, pero no logró despojarlo de su piedad ni de su derecho a expresar el bien. Se negó a convertirse en víctima. El amor, la bondad y la gentileza eran esenciales para llevar a cabo su ministerio sanador y demostraron ser indestructibles.

¿Qué podemos hacer para vencer la sensación de sentirnos víctimas? Como primera medida, debemos ver con claridad que detrás del ataque no hay absolutamente nada. El mal no es una persona o personas. Es una suposición de que existe un poder que se opone a Dios, el bien. Si damos crédito al mal de que es algo real y poderoso y que ha logrado que alguien haya procedido mal, le estamos proporcionando un agente, lo estamos haciendo personal y le conferimos poder. Estamos aceptando como algo verdadero el falso testimonio de los sentidos materiales, permitiéndoles que gobiernen nuestro punto de vista respecto al hombre. Pero la Sra.Eddy dice: "Dios nunca decretó una ley material para anular la ley espiritual".Ibid., pág. 273. Debemos tener en cuenta la ley espiritual que apoya constantemente nuestro verdadero ser.

Debemos reclamar nuestra herencia otorgada por Dios y la de cada uno de quienes nos rodean. Debemos declarar que nuestras cualidades divinas son indestructibles. Nunca debemos aceptar el punto de vista del mundo que considera a la vida como a veces buena y a veces en peligro. Aceptemos el punto de vista de Dios, de que somos completos y puros.

Cuando hice esto, comprobé que me resultaba más fácil aceptar que esa verdad también incluía al hombre que me había violado. Ya no sentía odio por él; descubrí que como hijo de Dios, él también estaba en los brazos del Amor divino. Frente a este punto de vista correcto, dejé de ser una víctima del temor, de la confusión, de la ira, de la angustia o el odio. Estaba en paz y me sentía llena de afecto, de satisfacción y libre. Si la gente a mi alrededor comenzaba a obrar mal, me esforzaba por no reaccionar por medio de la comprensión de que el mal no puede obrar a través del hombre de Dios; ya no le conferí al mal ninguna clase de poder ni acepté que fuese parte de una persona. Debido a este cambio en mi pensamiento, me sentía en paz conmigo misma y con los demás.

La bondad, o sea, la esencia de nuestro ser, nunca puede convertirse en víctima. Cuando comprendemos esto,percibimos porqué no podemos ser víctimas del mal.

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